10 marzo 2014

Novela 2ºC

CAPÍTULO 1: Un día de fiesta (Silvia Parra)
- ¿Pero me cuentas esa historia que viviste en tu adolescencia que dices ser tan dura para ti? (Me dijo mi prima Laura, que en estos momentos tenía trece años).
- Vale, pero no quiero que cojas miedo, solo quiero que aprendas que los mayores tienen mucha razón (le dije con seriedad). Espero que no te asustes.
- Pero Lucía, ¿no crees que soy lo demasiado madura?, por favor empieza ya.
- De acuerdo, lo haré solo para que hagas más caso de lo que te dicen. Contarlo me resultará muy doloroso para mí, y más duro aún recordarlo.
De este modo empecé a relatar:
Era una tarde cálida de septiembre, que casi daba paso al otoño, en las que lo único que te apetece es darte un buen chapuzón en la primera fuente que encuentres en medio del camino. La ciudad en la que me encontraba era, mejor dicho es Valladolid, en esos días la capital castellana se encontraba en las fiestas de San Lorenzo. Mis amigos de la peña (que somos los que quedamos normalmente por el barrio), a la que justo este año la bautizamos como “Locos fiesteros”, decidimos quedar al día siguiente, para ir a una gymkhana que organizaba el ayuntamiento a las doce del mediodía en la plaza mayor. Después un bar se encargaría de hacer bocadillos para todos y para terminar el día habría un concierto con algunos de los cantantes más famosos del momento. Ese concierto es lo que más ansiábamos, pero no creíamos tan sólo lo más mínimo posible que nuestros padres nos dejaran asistir. Con esta ilusión en mente me fui a casa y se lo comenté a mi madre. Mi padre estaba continuamente viajando por el mundo debido a su trabajo (era cartero a nivel internacional), y en esos instantes se encontraba de camino a Oslo (Noruega). Mi madre es ama de casa por lo que siempre está pendiente de las noticias que suceden diariamente en la ciudad. Al comentarle lo del concierto me dijo que de ninguna manera, y que no la convencería por dos razones: la primera era porque empezaba a las doce de la noche y duraría dos horas, por lo que no eran horas de volver a casa para una niña de catorce años como yo; la segunda razón era que en esos días en los que la ciudad se lucía para acoger a muchos jóvenes en la plaza mayor, eran muy peligrosos ya que había mucha gente que se pasaba del límite al hacer botellón. Cuando me lo dijo me puse muy furiosa y comencé a llorar en mi habitación. Llamé a mi mejor amiga de la peña, Andrea, y esta fue nuestra conversación:
- Hola Andrea, mi madre no me deja ir, no comprende que ya tengo un poco más de libertad y no me deja hacer nada (le dije con la mayor furia que nunca antes había tenido).
- Lo comprendo, Lucía, mi madre sí que me deja ir. He hablado con los demás de la peña y todos van a ir a excepción de Dani que se queda en el pueblo como de costumbre.
- Ya, ¿y qué podemos hacer para convencer a mi madre?
- Podría llamar a mi madre (dijo Andrea intentando consolarme), como se llevan tan bien…
- Tienes razón se lo propondré, aunque no creo que valga la pena.
- Bueno te dejo (me dijo Andrea), me tengo que ir a por unas botella de agua para soportar mañana el calor en la gymkhana.
- Adiós, muchas gracias. Un beso.
Colgué el teléfono y me dirigí hacia la habitación en la que se encontraba mi  madre planchando un torrente de ropa. Le dije que iban a dejar ir a todos los de la peña, y parece que la convencí un poco, pero no terminó de creérselo. Por ello le dije que llamara a los demás para que conociera bien las noticias de asistir a ese concierto tan deseado por mí:
- Tienes razón, para ver si no me mientes llamaré a la madre de Lucía.
Y así fue, llamó a Mercedes y tras estar hablando durante un tiempo que parecía ser inacabable sobre sus cosas de la vida diaria, empezaron a hablar sobre el tema clave para esta historia: “La noche del concierto”.
Al parecer mi madre se convenció un poco, y digo un poco ya que cuando por fin terminó la llamada (una hora después nada más ni nada menos), yo estaba muy nerviosa esperando que me diera una respuesta afirmativa que me concediera el permiso más esperado.
- Lucía, te dejaré ir, con una condición: contestarás a todos mis mensajes que te envíe al móvil, estaré cerca vigilando el ambiente, y al final te iré a recoger.
- Mamá, no me vayas a recoger delante de todo el mundo, por favor, me moriré de vergüenza (dije con un tono subidito).
- Eso es lo que hay y si no te gusta te quedas en casa que es lo más cómodo para mí y lo menos peligroso para ti (me dijo con cara de enfadada).
- Perdón (contesté como si le estuviera dando la razón).
- Ya me puedes dar las gracias, que no estoy muy segura, veo mucho peligro.
- No pasará nada mamá, te aseguro que me comportaré adecuadamente. Muchísimas gracias (esto último se lo grité a medida que corría hacia ella para darle un abrazo como símbolo de agradecimiento).
Era la una de la mañana y el sueño se apoderaba de mí, por lo que tomé un vaso de leche fría y me fui a la cama. Me desperté hacia las diez de la mañana para llegar a tiempo a la gymkhana. Andrea y yo, quedamos para ir hasta la plaza mayor juntas, y allí nos encontraríamos con los demás integrantes de los “Locos fiesteros” y con los miembros de todas las peñas de Valladolid. La gymkhana estuvo muy divertida y consistía en realizar el mayor número de pruebas posibles en dos horas. Quedamos en el tercer puesto que, para ser sobre un conjunto total de veinte peñas, no está nada mal. Comimos sentados en las escalerillas de la estatua del conde Ánsurez (que en esos días lucía una pañoleta de color violeta), situada en frente de la puerta principal del ayuntamiento. Los bocadillos de pechuga de pollo empanada con lechuga resultaron bastante deliciosos. Al terminar la comida se realizó la entrega de premios. Nos tocó una bandera con fotos de la ciudad iluminada de noche (era preciosa), la colgamos en el local que teníamos. Posteriormente nos fuimos a ver los escaparates de las tiendas que discurren a lo largo de la calle Santiago, y finalmente acabamos dando una vueltecilla por el Campo Grande. Elegimos ese sitio, ya que como está lleno de árboles, el sol no dará tan de lleno a esas horas de la tarde, como en cualquier otro punto del centro de la ciudad.
Por fin llegaron las doce (unos pocos minutos antes) de la noche, el concierto estaba a punto de dar comienzo. El reloj del ayuntamiento daba su famoso “doong-doong” de las horas en punto. Habíamos cenado en un Burguer King, cercano a la calle Ferrari. Estábamos muertos de nervios. Mi madre estaba sentada en una terraza que había en la calle lateral al gran escenario. A nuestro alrededor el suelo estaba pegajoso del vino que tiraban los que estaban sentados en el suelo. De repente se oyó gritar a las chicas que se encontraban en las primeras filas. De la puertecilla de acceso al escenario salió Melendi. Oí cantar una de las canciones que pertenecían a mi lista de las favoritas. Todos los de la peña nos lo estábamos pasando genial, cantando y bailando. Al poco tiempo nos habíamos quedado afónicos. Mi madre me escribía un mensaje cada dos por tres tipo: ¿Qué tal te lo estás pasando, bien? Era un poco pesada, también me mandaba enviarla fotos para saber cómo nos encontrábamos (no se fiaba de nosotros).
A la media hora, después de la primera llamada de mi madre, Andrea y yo entramos en un bar para tomar un refresco. A la salida nos encontramos con un hombre feo, de aspecto desaliñado y con cara de maldad. Nos amenazó a punta de navaja para que fuésemos con él. Echamos a correr, pero a los pocos metros nos cogieron otros dos hombres y nos metieron en una furgoneta.

CAPÍTULO 2: SECUESTRO (Teresa Martín)
La furgoneta estaba prácticamente a oscuras y apenas entraba luz por las ventanas pintadas. Cuando Andrea y yo nos pusimos de pie la furgoneta arrancó fuertemente y volvimos a caer al suelo ya que no había nada a lo que agarrarse, cuando nos acostumbramos al movimiento volvimos a ponernos en pie y lo primero que hice fue asomarme a la ventana, era pequeña, pero se veía algo. A fuera había muy poca gente, por no decir nadie, la furgoneta circulaba por un estrecho callejón en el que yo no había estado nunca, apenas tenía acera, estaba iluminado por una farola titilante y que parecía que se iba a apagar en cualquier momento y todas las casas que se veían eran muy antiguas y no parecía que nadie viviera en ellas. Andrea empezó a golpear desesperadamente las puertas y a gritar y yo hice lo mismo segundos después, la furgoneta paró de repente y oímos como alguien bajaba desde el lado del copiloto y se acercaba a la puerta que se abrió instantes después y el mismo hombre feo y desaliñado que vimos al salir del bar apareció en la calle, Andrea y yo nos miramos y con todas nuestras fuerzas nos tiramos sobre el hombre que nos agarró por la cintura, nos volvió a meter en la furgoneta, entró detrás de nosotras y la furgoneta arrancó de nuevo.
-Más os vale estaros calladitas - dijo una vez dentro con una voz grave que llegó a asustarnos.
Andrea y yo retrocedimos y en ese momento mi móvil empezó a sonar muy alto, a vibrar y a soltar destellitos, segundos después paró y yo lo saqué lentamente del bolsillo bajo la atenta mirada del hombre. Miré la pantalla, tenía un mensaje de mi madre "¿dónde estás? he dado varias vueltas y no te he visto" era más que obvio lo preocupada que estaba, me disponía a responderla pidiendo ayuda cuando el hombre reaccionó.
-Eh bonita, deja el móvil y dámelo- gritó.
Andrea y yo estábamos temblando cuando mi móvil empezó a sonar de nuevo, miré la pantalla, era Juan, uno de los " locos fiesteros", me estaba llamando. Iba a contestarle, y a pedirle ayuda lo más rápido posible, pero el hombre adivinó mis intenciones, me arrebató el móvil de las manos y se lo guardó en el bolsillo.
-Portaos bien si no queréis acabar en un hospital, o peor- amenazó el hombre de nuevo.
Mi móvil sonó otra vez, por el tono adiviné que era otro mensaje, de mi madre, seguramente, que estaría buscándome a la desesperada, o que habría encontrado a nuestra peña y nos habría visto a nosotras. Tras otras tantas veces sonando el hombre sacó el móvil de su bolsillo y me lo tiró.
-Haz que pare, pero no lo apagues, solo di que todo va bien, necesitamos el móvil para pedir el rescate, después lo callas y me lo das-
"Tranquila mamá, todo va bien, estoy con Andrea buscando un servicio" me costó escribirlo ya que las manos me temblaban mucho, lo envié, lo silencie y cuando lo hube hecho el hombre me obligó a devolverle el móvil. Después de un buen rato agarrando fuertemente la mano de Andrea, sin poder decir nada del miedo que tenía me armé de valor y decidí preguntarle a dónde íbamos, qué iba a hacer con nosotras, o algo, alguna de las preguntas que llevaban ya tiempo rondando en mi cabeza.
-¿ A... a dónde nos... llevas?- pregunté con voz temblorosa, algo me decía que no había sido buena idea preguntar.
El hombre soltó un carcajada seca, nos miró de arriba a abajo y noté como Andrea me apretaba aún más fuerte la mano.
-Lejos- soltó de repente.
Andrea y yo nos miramos, nos dejamos caer sobre el suelo y sin darnos cuenta nos quedamos dormidas.
-¡Eh, vosotras! vamos, arriba, arriba- oímos que nos gritaba alguien.
Abrí los ojos y tuve que parpadear varias veces, las puertas de la furgoneta estaban abiertas, era de día y la luz me impactó directamente en los ojos, Andrea y yo nos levantamos casi a la vez y un hombre distinto al de esa noche se acercó a nosotras y nos empujó para que saliéramos de la furgoneta. Una vez fuera pudimos ver un gran recinto con un pequeña puerta, parecía un almacén abandonado, no había nada más salvo un enorme descampado que ocupaba hasta donde nos alcanzaba la vista y una carretera en bastante mal estado, seguramente por la que llegamos aquí, había tres hombres más en la calle además del que me quitó el móvil esa noche y el que nos obligó a bajar de la furgoneta, entre eso, que no se veía ningún pueblo cercano y que la carretera también duraba más allá de lo que nos alcanzaba la vista nuestras posibilidades de escapar era nulas. Andrea y yo no nos habíamos soltado desde que entramos en la furgoneta, y ella no había dicho nada, seguramente por miedo a lo que pudiera pasar, me resultaba muy extraño verla tan callada, ya que Andrea era muy conocida por su simpatía y por que hablaba a todas horas con quien fuera.
- Tranquila, saldremos de esta, te lo prometo- la susurré, ella asintió con la mirada fija en el suelo aunque ni siquiera yo estaba segura que lo que la acababa de prometer iba a cumplirse.
Dos hombres muy fuertes nos agarraron por los hombros y nos obligaron a entrar en el almacén, al entrar en él comprobé que realmente lo era, tenía las paredes pintadas de blanco y negro había unos cuantos palés vacíos en una esquina, un par de puertas, una al lado de los palés y otra debajo de unas escaleras por las que subimos, llevaban a una especie de despacho situado una planta más arriba. Delante de nosotras subió el hombre desaliñado que tenía mi móvil, después nosotras con los otros dos hombres aún agarrándonos por los hombros y detrás de ellos los otros dos hombres, los que nos obligaron a subir a la furgoneta al salir del bar.
- Jefe, traemos a dos niñas- dijo el hombre que iba delante de nosotras nada más entrar en el despacho.
- Muy bien Richard, ¿de dónde me las traes?- le respondió un hombre sentado en un sillón bastante alto, detrás de un escritorio, no pudimos verle la cara porque estaba vuelto hacia una ventana cerrada por una cortina, como en las películas.
- Son dos que andaban por Valladolid, sabes que son fiestas por allí- aún nos asustaba la voz del hombre
-Muy bien, ¿cómo podemos pedir el rescate?- preguntó el hombre al que aún no podíamos ver.
- Con este trasto, lleva vibrando toda la noche- dijo cogiendo mi móvil y tirándolo sobre la mesa.
-¡Eh! Con cuidado- le grité, tenía ganas de gritar, de llorar, de salir de allí corriendo, de volver a casa y de pensar que todo eso era solo una pesadilla, pero no podía.
El hombre desaliñado, Richard, le hizo una seña al hombre que me sujetaba y este me tapó la boca con su enorme mano, yo intenté librarme de ella, pero no pude así que terminé rindiéndome. Entonces el hombre del sillón se giró, tuve la esperanza de ver en su rostro un cara conocida, pero no vi nada, tenía la cara tapada por un gorro que tenía hechos, claramente a mano, los orificios de los ojos, la nariz y la boca.
-Escríbele un mensaje a su madre que diga esto:- Richard cogió el móvil, buscó el teléfono de mi madre y comenzó a escribir a la vez que el hombre del sillón decía lo típico que se decía en un rescate de una película- Tenemos a su hija, esto será fácil, queremos cincuenta mil euros por su hija y por la otra niña, déjenlos el mes que viene en una mochila en el parque más cercano que tenga, nosotros nos encargaremos de encontrarla, no queremos policías, si el dinero no aparece el mes que viene no nos hacemos responsables de lo que le pase a su hija. Enviadlo y llevadlas con los demás-
Cuando en hombre terminó de hablar no me lo podía creer, ¿de dónde iba a sacar mi madre cincuenta mil euros? ¿qué pasaría si no los conseguía? Empecé a marearme y me dejé llevar por el hombre que me sujetaba y que dejó de taparme la boca. Nos llevaron a la habitación a la que llevaba la puerta que había debajo de la escalera y en ella nos encontramos con que no éramos las únicas a las que habían secuestrado esos hombres, en esa habitación pequeña estaban otras dos personas, un chico de más o menos nuestra edad y una chica mucho más pequeña apoyada sobre su hombro, al entrar nos miraron y cuando los hombres no dejaron allí y cerraron la puerta nos encontramos los cuatro solos.
Después de un rato en el que estuvimos todos muy callados decidí dejar de darle vueltas a las múltiples preguntas que rondaban mi cabeza y conocer a nuestros acompañantes, si íbamos a estar allí mucho tiempo lo mejor era que hubiera confianza.
-Hola, somos Andrea y Lucía, ¿y vosotros?- pregunté con la voz más amable que podía usar en ese momento.

Capítulo 3 – Lara y Álvaro. (Alberto Martínez)
Andrea y yo intentamos hablar con las otras dos personas que estábamos en la sala, pero ellos se ocultaban respondiendo monosílabos. Creo yo que era por el miedo que acumulaban debido al secuestro. Después de hablar un rato empezaron a relajarse y hablamos de cosas importantes para salir de aquella sala que se había convertido en nuestra cárcel. Antes de dormirnos ellos nos hablaron de su secuestro:                                                                                     -Nos  estábamos dirigiendo hacia nuestra casa cuando un panda que parecía peligrosa: llevaban pantalones rajados, camisetas anchas que tenían escritos insultos  y navajas en los bolsillos que sobresalían. Nos cruzamos de acera para evitar el secuestro pero ellos también entonces me di cuenta de que nos perseguían y debíamos huir. Corrimos casi todo el barrio hasta que sin darnos cuenta nos metimos en un callejón sin salido debido a una valla. Intentamos escalarla pero nos fue imposible debido a que tenía pinchos. Los de la banda me cogieron tapándome la boca, forcejeamos pero al final caí yo. Nos metieron en una bolsa y aquí estamos desde hace un par de días.
-¿Cómo os llamáis?-preguntó Andrea, para ir cogiendo confianza
-Yo Álvaro y mi hermana pequeña Lara.
Por fin estábamos todos más cómodos pero aún así no podíamos hacer nada para escapar de aquel hostil lugar. En esa oscura y fría noche no conseguimos ninguna pista ni de quién nos había raptado ni de cómo salir de ese lugar. A la mañana siguiente, Richard nos llevó una botella de agua.
-¿Nos puedes traer un poco de leche? – Preguntó Andrea porque ella siempre desayunaba eso y le apetecía mucho.
-No hay leche y además hasta que no nos traigan el dinero necesario no podréis moveros de aquí- Contestó Richard
Andrea iba a contestar mal pero mirando a Álvaro y a mí se contuvo. Nos dejó un tiempo sin estar sujetos a la silla para beber agua, era muy incómodo estar todo el día sentado en una silla de madera recta y no poder mover los brazos ni las piernas. Después de salir Richard a mí se me ocurrió una gran idea:
-Cuando Richard nos suelte todos lo atacaremos y lo ataremos a la silla. Después dos nos meteremos en su ropa y harán como si fueran él. Mientras distraen a los demás los se habrán quedado saldrán a toda prisa y se encontraran después a “Richard” y huirán de allí. – Dije yo con unos ojos brillantes y con cara de esperanza.
Estuvimos organizando un rato todo el plan para salir de aquel antro y encontrar a sus familias que estarían muy nerviosas de no saber si estaban vivos o muertos. También tendrían que estarlo pasando mal por la cantidad de dinero que pedían, era imposible juntar esa cantidad de dinero. Pero cuando estábamos terminando de planear Álvaro nos cortó:
-Pero se te han olvidado varios detalles: Cuando intentemos atacar a Richard, él podrá con nosotros y aunque pudiéramos con él el que se convierta en Richard lo reconocerían. –Dijo Álvaro para evitar la paliza que iban a recibir todos de Richard y además de su querida hermana Lara.
Todos nos decepcionaron al saber que estaban como al principio y no encontrábamos  ninguna escapatoria. Debíamos  reconocer que habían hecho un gran secuestro pero confiábamos en que la policía o alguien encontraran aquel extraño paradero donde se encontraban. Estuvimos toda la mañana callados como si estuviéramos mudos, sin vida, estábamos apartados de todo el mundo, desconectados. Intenté hablar una vez para dar ánimos pero me fue imposible la única que rompió el silencio fue Lara:
-Yo creo que nos podrán salvar confiar en mí- dijo con una voz suave y tranquila. Pero nadie la creímos
-¿Tú crees? Yo confío en ti – dijo Álvaro aunque no sé si con convicción o sin ella.
Creo que ninguno excepto Lara confiaba en que pudiéramos escapar de aquellas personas. Ese día para comer nos trajeron pan y un poco de embutido pero Richard no vino sino otra persona. Eso significaba una cosa: que allí no solo estaba uno fijo si no más. Estuvimos hablando de varias teorías sobre quién había en ese edificio pero no sacamos ninguna conclusión. Antes de la cena comentamos sobre que tal estarían nuestras familias y pensé que mi madre en parte estaría enfadada y por otra mal porque me insistió en quedarme. Andrea pensaba lo mismo de su madre y Álvaro nos contó que él no había dado ningún contacto a los secuestradores para intentar pagar el secuestro. Pensé que sería porque sus padres se pusieran a castigarlos pero después descubrí que no era por eso si no por otra cosa bien diferente.


Capítulo 4: El Impulso (Javier Jimeno)
Esa mañana Richard entró en la habitación como de costumbre para dar un poco de comida a los chicos. Les soltó de sus ataduras y les ofreció comida. En ese momento lo llamaron, salió de la habitación y cerró la puerta. Álvaro, se dedicó a observar la habitación. Vio un mueble bastante viejo y destartalado allí. Fue en su dirección para comprobar que había en el interior de sus cajones. En ellos, encontró unas ropas viejas y un móvil roto. Apartó un poco la ropa y encontró una navaja pequeña y oxidada, que se guardó en el bolsillo y siguió comiendo con los demás. Más tarde volvió Richard con un teléfono en la mano. Estaba muy agresivo y hablaba sobre un dinero que no habían entregado. Salió otra vez de la habitación y transcurrieron cinco minutos. Volvió a entrar pero esta vez con una pistola en la mano. Apuntó hacia Lara y aún hablando por el móvil, disparó delante de todos nosotros. Andrea y yo estábamos atemorizadas, acabábamos de ver la muerte de una persona totalmente inocente. Lara había muerto. Richard se dio la vuelta, en ese instante, Álvaro, con toda la rabia del mundo, se lanzó hacia Richard por la espalda y le clavó la navaja en el cuello. Richard cayó desplomado al suelo y Álvaro se dio cuenta de lo que acababa de hacer y de lo que le pasaría. Transcurrieron diez minutos de tensión, el cuerpo de Lara sin vida y el de Richard, igual. Entró otro guardia en la sala y, al ver la escena, retiró de allí los cadáveres, un gesto que agradecimos todos, y se llevó a Álvaro consigo. Andrea y yo pensamos que ya no lo volveríamos a ver, pero no fue así. Pasaron dos días y Álvaro apareció por la puerta de nuestra habitación, pero no era el mismo de antes. Tenía un montón de moratones por todo el cuello, pinchazos en los brazos y varios cortes en las piernas. Le habían dado una buena paliza por lo que había hecho con Richard. Nos contó por todo lo que había pasado y lo que le habían hecho. Lo habían golpeado con palos por todo el cuerpo, también con navajas, le habían hecho cortes por las piernas y lo habían pinchado con agujas que él no sabía lo que eran porque estaba medio adormilado. Yo empecé a pensar en mi madre, en qué pasaría si eso que le hicieron a Álvaro me pasara a mí, y en cuanto echaba de menos a mi familia, a mis amigos y a mi hogar. Supongo que Andrea estaría haciendo lo mismo. Tenía la mirada totalmente perdida en un objeto y apenas se movía. Hubo un silencio, durante ese día, casi completo. Nadie se atrevía a hablar de lo ocurrido.
Al día siguiente vi un cartel de un músico de Jazz y fui a leerlo. Levanté el cartel y pude ver una especia de ventana pequeña y muy estrecha. No tenía barrotes ni ningún tipo de objeto que nos pudiera obstruir la salida pero era demasiado estrecho, aunque quien sabe, a lo mejor alguien podría salir por allí. La más adecuada era Lara pero estaba claro que no. Ni Lara ni Richard, volverían a aparecer en esta historia…



CAPÍTULO 5: OTRO TIPO DE PERSONA. (María Martín)
En los días siguientes se notaba la ausencia de Lara. Era muy alegre, cuando cogimos confianza con ella en esos días no tuve tanto miedo como el primero. Todo ello gracias a sus bromas y comentarios que conseguían sacarnos una sonrisa ante nuestra situación. Nunca echaríamos de menos a Richard, a partir del día en que murió fue otro guardia quién se encargó de saciar nuestra sed y hambre.
Le vemos todos los días, en estos no se intercambia ni un solo comentario ni pregunta con aquel guardia, sólo nos deja la comida necesaria y se va. Es alto, musculoso, delgado y ni muy mayor ni muy joven. Tiene el pelo oscuro, aunque casi no se le aprecia por la gorra desgastada, sucia y descolorida que siempre lleva consigo. Tiene ojos verdes y su vestimenta consiste en ropa ancha, de colores neutros, nada llamativo. Nunca le he visto repetir ni un solo pantalón. No le conocíamos hasta el momento en que se me ocurrió decirle:
-¿Cómo te llamas?- El hombre se sobresaltó hacia mi pregunta.
- Mauro- Dijo con un tono de voz calmado y tranquilo. El hombre oyó que lo llamaban desde la otra parte de la planta baja del edificio después de contestarme y rápidamente dejó la bandeja con la comida del día en una pequeña mesa de madera, circular y pequeña. Veloz corrió hacia la sala dónde le llamaban.
Al irse el nuevo conocido, comenté la actitud serena de aquel hombre. Llegamos a la conclusión de que no era como los demás, era todo lo contrario. No tenía cara de secuestrador, sino de amigo. De un buen amigo.
Día a día fui haciéndole más preguntas, le pregunté dónde nos llevarían, qué harían con nosotros y ese tipo de preguntas que aunque las contestase no nos servirían para huir de allí. Una noche, allá sobre las tres de la mañana, ninguno de los tres conciliaba el sueño debido a una conversación entre Mauro y su jefe en la sala próxima a la que dormíamos. Cuando Andrea y Álvaro consiguieron dormirse, oí lo que decían, me estremecí y mi cuerpo se encogió a causa de un escalofrío que me dejó unos segundos muy quieta y con los ojos cerrados. Oí nada más y nada menos algo así:
- Mauro, escucha atento.- Dijo una voz ronca al otro lado del teléfono.
- Si, dígame jefe. – Dijo él con matices de miedo en su tranquila voz.
- Los familiares del chico, ese chico alto y moreno… ¿Cómo se llama?
- ¿Álvaro?- Dijo Mauro más calmado e interrumpiéndole.
- Sí, ese niño. Sus parientes se niegan a pagar el doble por su rescate, ¿sabes lo que significa, muchacho?- Preguntó su jefe elevando el tono de voz.
- No, jefe.- Dijo Mauro dudoso.
- JAJAJAJAJA. ¡Debes matar al chaval!- Gritó el jefe.
Un gran escalofrío recorrió el cuerpo de Mauro y aquella tranquilidad lograda a principios de la conversación poco a poco se fue haciendo inestable. Él era incapaz de matar a una persona. Sólo sustituía a Richard hasta que volviera otro individuo sanguinario dispuesto a acabar con las vidas de los secuestrados. No se sentía bien en ese momento y por un instante no contestó a su malvado jefe. Al otro lado del teléfono:
-¿Me estás oyendo idiota? Cómo no lo hagas tendré que hacerlo yo y no solo será el chico el que acabe mal.
- Si jefe… Le oigo muy bien, ¿cuá…Cuándo quiere que le mate?- Esta última palabra se le atragantó a Mauro en la garganta.
- ¡Pues ahora, inútil! ¡¿Cuándo si no?!- El fortísimo grito del jefe hizo que Mauro tuviera que alejar el teléfono de su oreja.- El niño ya no nos sirve para nada. Así que quiero oír el disparo para asegurarme de su muerte.
Y entonces, Mauro contestó:
- Si, jefe… - Asustado, Mauro cogió la misma pistola que había usado Richard para disparar a Lara y se dirigió a la habitación de los chicos. Mientras caminaba, pensaba en lo mal que estaría hacer eso y que en el fondo no era mala persona y que se acabaría sintiendo muy culpable por la acción que iba a realizar. Así que Mauro retrocedió justo cuando se disponía a abrir la puerta de la habitación donde dormían. Fue corriendo a la calle, al descampado de los alrededores del edificio abandonado con la pistola en la mano, allí finalmente disparó haciéndose oír ante el teléfono y ante su jefe al otro lado de este.
Sin pensarlo dos veces, guardó la pistola en el bolsillo de su chaqueta negra y corrió hacia nuestra habitación por los estrechos pasillos de aquel edificio procurando cerrar la puerta por la que había salido. Al llegar a la nuestra la abrió suave y delicadamente por el pomo. Una vez dentro se acercó a nosotros y cogió a Álvaro en brazos y se lo llevó. Pensé que lo iba a matar (cuando no era así) y me sentí fatal al ver que no hice nada para evitar que se lo llevara.
Cuándo Álvaro despertó se encontraba en una caseta muy limpia por dentro y desagradable y en ruinas por fuera, allí dormía Mauro. El joven se quedó sorprendido al ver la buena persona que era Mauro, ese lugar no le correspondía.
Pensé: Lara muerta, Álvaro escondido y sin poder salir de su escondite… ¿Cómo acabaré yo?


Capítulo 6: Muerte, amor y sufrimiento. (Guillermo Reguero)
A la mañana siguiente me desperté agotada por el poco sueño que había podido conciliar debido a la juerga que se monto allí. Después de enfocar mejor la vista por el hueco de la puerta con barrotes de acero no pude divisar a Mauro lo cual me llevó a unas conclusiones no muy positivas. Enseguida me di la vuelta y desperté a Andrea de su profundo sueño.
-¡Que quieres, que estaba muy a gusto!- Dijo ella en un tono de pocas amigas.
-Que… que no está Mauro.- Dije asustada por mi súper precipitada conclusión y por el susto que me pegué al escuchar ese tono de voz con el que me habló.
Mis sospechas se hicieron realidad una hora después de la conversación con Andrea. Un hombre, de una pinta de chusma que no podía ni verla su madre, entró dando una patada a la puerta, que por cierto la dejó como las giratorias de un hotel, y consigo en las manos llevaba el cuerpo muerto de Álvaro y de Mauro. Les dejó tirados en el suelo y nos miró con una cara de advertencia, con mala leche que cualquiera que lo viese lo fliparía. Pero cuando estaba a punto de irse se dio la vuelta y nos amenazó con lo siguiente:
-Si intentáis algo parecido ya saben ustedes lo que las puede pasar- Dijo acompañado de el típico gasto con el que usas el dedo como un cuchillo que te corta el cuello. -¡Entendido!- Dijo sin andarse con rodeos.
-Sssssss…..si, entendid….o- En ese momento se nos atragantaron las palabras por lo asustadas que estábamos.
Cuando se fue pude deducir que por como formuló la primera oración podríamos determinar que era colombiano. Con miedo dimos la vuelta a los cadáveres y nos llevamos las manos a los ojos por la fea escena que estábamos viviendo en aquel momento. Les habían hecho una corbata colombiana que ni el que la inventó podría hacerlo a ese nivel. Lloramos unos minutos y al cabo de un tiempo retiraron los cuerpos de nuestra habitación.
Miré a Andrea, me eché en la cama y pensé que podrían hacer con nosotras si intentáramos hacer lo mismo. Me dormí y así acabó este mal día.
A la mañana siguiente me desperté temprano al oír el chirrido de la puerta al abrirse, me giré y vi la silueta de un chico rubio, alto y flaco. Cuando lo vi mejor el corazón se puso a bombear y en mi mente la canción de cuando te enamoras. Cuando se me calló la baba conseguí volver, de aquel mundo de yupi, me puse roja como un tomate al creer que él podía haber visto aquella infortuna acción. Nos mantuvimos en silencio durante los últimos cinco minutos hasta que me atreví a hablarle.
-Hola, ¿Cómo te llamas?- Le solté así sin más.
- Me llamo Fernando, Fernando Alonso- Dijo entre los dientes.
Andrea con lo impulsiva que es dijo la mayor tontería que se le podía ocurrir a alguien en este mundo
-¿Qué tal te va por Ferrari?- Dijo partiéndose la caja.
A él no le hizo ninguna gracia pero Andrea siguió a su royo.
-¿Crees que este año te alzarás como el mejor del mundo?- Esta vez  se volvió a partir la caja pero con más ímpetu y además se puso a hacer el sonido de los coches de fórmula uno.
Después de terminar yo la di un golpe en el brazo diciéndola que ya vale la bromita. Se arrepintió y se levantó dirigiéndose hacia Fernando y esta le dijo:
-Lo siento mucho mi intención no era humillarte sino romper un poco este ambiente de tristeza- Le dijo con un tono de arrepentimiento.
Él no contesto y Andrea se volvió a sentar de nuevo en su sitio. A los quince minutos Frenando se levanto y dijo una serie de palabras variadas a los cuatro vientos por el hueco de la puerta. En ese momento se abrió la puerta de la habitación y entró el colombiano. Miró a Fernando, lo cogió y lo sacó de la habitación.
 Lo único que alcance a oír fuera de esta habitación y los gritos de dolor que provenían de Fernando…. 



Capítulo 7: El médico (María Pérez)
Después de un rato Fernando entró de nuevo en la habitación y nos contó que le habían torturado hasta que dijera un teléfono para pedir el rescate. Al final había decidido dárselo porque si no le iban a matar. Cuando Fernando me hablaba no me podía concentrar en sus preciosos ojos azules. No sabía cómo podía ser capaz de solo pensar en él en estos momentos teniendo en cuenta que podíamos morir si no pagaban nuestro rescate. Cuando hubimos hablado un rato me di cuenta de que el apenas me hacía caso ya que Andrea siempre había captado la atención de los chicos mucho mejor que yo, ella era muy guapa y era alta y esbelta. Cuando me di cuenta de ello me puse celosa de ella. Después de un rato Fernando pidió ir al baño y en ese momento yo me dispuse a hablar con Andrea:
-       Fernando  es muy guapo ¿no?
-       Si (me contesto Andrea ) He notado como le miras y quiero que sepas que a mí no me gusta , que yo ya tengo a mi novio y cuando salga de aquí todo volverá a ser como antes
-       Andrea … si fuera tu no estaría segura de que fuésemos a salir de aquí , piden mucho dinero y nuestros padres están en paro , a no ser que la  policía nos encuentre antes de que nos maten va a ser muy difícil salir
En ese momento entró Fernando con la cara pálida como si le hubieran dado un susto de muerte o hubiera visto algo imposible.
-       Chicas no os quiero asustar pero mientras estaba en el baño he oído una cosa que … bueno mejor será no contároslo
-       ¡No! (dijo Andrea ) dínoslo queremos saber qué es lo que has oído
-       Pues…las personas que visteis muertas no eran quien creíais que eran .He oído que no habían matado a Álvaro y a Mauro, solo querían meteros miedo y que los muertos eran dos personas que se parecían a ellos. Y además han hablado de que vuestros padres… aún no han podido pagar el rescate y que en ese caso ya no les servís
En ese momento caí desplomada en el suelo y los dos se asustaron mucho y pidieron socorro en ese momento apareció un hombre que nunca jamás desde que llegamos allí habíamos visto. Al entrar nos pidió silencio con el dedo índice sobre sus labios. Aunque allí no le habíamos visto estaba casi segura de que en algún momento lo había visto.  Me dio agua y me sentó para que recuperara la consciencia. Él nos dijo que si no hablábamos y nos portábamos bien nos dejarían salir de allí en breve pero que si pedíamos muchas cosas o molestábamos nos matarían. Yo dudé de sus palabras pero no quise arriesgarme a que me mataran. Después de esto me acordé de la conversación que antes de todo esto había tenido con mi amiga. Intenté hablar con Fernando pero no sabía que decir, él siempre me contestaba con monosílabos. Así que dejé de hablar
De repente me di cuenta de que después de hablar me había dormido sin quererlo, y que aun sentía algo raro dentro. Empecé a sospechar que el agua que me habían dado horas antes debía de llevar algo más. En ese momento me di cuenta también de que estaba sola en otra habitación distinta a la anterior. Entonces entró en la habitación el mismo hombre que me había dado el agua al desmayarme. Me contó que era un médico que me había tratado antes ya que yo tuviera mucha facilidad para desmayarme y que mis padres habían pedido que pudiera venir al menos para darme una pastilla para disminuir mis desmayos. Entonces recordé que le conocía y le pregunté:
-       ¿Me van a dejar salir?
-       No lo más probable es que estéis aquí más de un mes a no ser que tus padres paguen el rescate, por eso me han mandado aquí. Ahora no, pero en vuestra habitación hay una cámara , será mejor que dejéis de hablar de cómo escapar porque me han dicho que como no dejéis de hablar de ello acabaran por mataros
-       Vale, tú me iras informando ¿no?
-       Pues no creo seguramente solo te pueda ver cuando te desmayes o te pase algo grave.
En ese momento entró un hombre que me llevó de nuevo, y con los ojos vendados, a mi habitación. Andrea seguía dormida y era muy raro, pensé que también a ella la habrían dado una pastilla para que durmiese hasta tarde.
En ese momento se despertó Fernando y me pregunto:
-       Tu amiga… ¿tiene novio?
En ese momento sentí una punzada pero aun así le contesté:
-       Si tiene novio pero… nos si ella quiere.
-       ¿Por que dices eso?
-       Pues todo el mundo menos ella sabe que mientras esta con ella está también con otras chicas. Yo se lo he dicho porque la quiero pero ella nunca me ha hecho caso…
       Ella no se despierta … deberíamos llamar a alguien lleva mucho tiempo dormida
Entonces entró mi médico y se llevó a toda prisa a Andrea…

Capítulo 8:El cambio (Javier Silva)
Después de que se llevara a Andrea, Fernando y yo nos quedamos de piedra, mirándonos  sin saber que decir, estábamos muy preocupados por ella. A los cinco minutos entro de nuevo el médico con una cara muy larga y nada más vernos nos miro con aire muy triste diciéndonos que no le habían dejado curarla y que se la habían llevado a otra sala y que no sabía si la volveríamos a vernos quedamos con una cara de preocupación que no se podría describir y cuando ella volvió a entrar nos alegramos tanto que queríamos abrazarla pero el colombiano no nos dejaba  y nos echó una mirada fulminante, de esas que echan las madres cuando haces algo muy mal . Les conté a los dos que había cámaras y que no podíamos hablar de huir ni de rebelarse y Andrea nos conto que la habían tenido que inyectar adrenalina para que la bombeara el corazón y que mientras la traían había visto donde estaba la puerta de salida pero todo esto al oído. Nos dijo que era casi imposible salir por la puerta principal pero que hay una gran puerta en la parte trasera, por donde entrarían los camiones cuando la fábrica funcionaba, que estaba medio abierta y que en un descuido podían intentarlo. Tuvo que parar de hablar porque entro otro de los secuestradores, este no había entrado nunca pero tenía un aire familiar, nos cogió a Andrea y a mí por los brazos con tanta fuerza que yo creía que me iba a amputármelo y nos sentó en una silla nos ato y nos dijo:
-       No querríamos mataros asique os vamos a dar una oportunidad de que llaméis a vuestras familias y las canezcáis de que paguen, sino acabareis como el. Dijo mientras señalaba a Álvaro que aunque no nos lo pudiéramos creer estaba vivo pero atado con unas esposas al radiador y con la cara casi desfigurada de los golpes y maltratos que le habían hecho.
En ese mismo instante nos dieron un móvil y marcaron primero el número de la madre de Andrea. La conversación fue más o menos así:
Madre – ¿Quién es?
Andrea-Mama soy yo Andrea, estoy bien pero por favor necesito que pagues la fianza para volver a verte. Dijo esta entre lágrimas.
Madre- ¿Dónde estás?
Andrea- Adiós te quiero mama. Dijo esta justo cuando el hombre la quitaba el teléfono de las manos
Ahora tu me dijo a mi mientras Andrea lloraba, me paso el teléfono pero justo cuando iba a decir hola se colgó el teléfono, era como si estuviera pinchado como si alguien más lo estuviera oyendo, el chico, que se llamaba Roy colgó rápidamente a dos compañeros y se fue con mucha prisa al piso de arriba.
Nos llevaron hasta nuestra sala y allí estaba Fernando esperándonos pero para sorpresa nuestra estaba con otra chica a la que acababan de traer, ella era baja, morena, con los ojos grandes y para mi bastante guapa, lo que me fastidio al verla tan pegada a Fernando.
Ella se presento y dijo que era de Ibiza y que tenía quince años, nosotros nos presentamos y madamas sentarnos entraron cuatro hombres diciendo que nos teníamos que marchar que la policía había encontrado la localización de la fábrica y que tendríamos que huir a algún lugar hasta encontrar un buen sitio.
Nos metieron en una furgoneta y nos llevaron hasta un bosque donde dijeron que pasaríamos la noche y que al día siguiente buscarían otro lugar para poder asentarse. Pusieron varias sabanas con cuerdas entre arboles y nos dijeron que nos quedáramos allí sin salir ni decir nada. Tras un rato de hablar entre los cuatro sobre lo que pasaría con nosotros decidimos que si había una oportunidad para escaparse era esa y que tenían que intentarlo. Deciden esperar a la noche, ya que si lo hacen de día les verían más fácilmente. Mientras esperaban oyeron algo que les horrorizo:
-La familia de el chico, Fernando a pagado tenemos que llevar le y así nos quitamos un peso de encima.
-¿Y donde dejamos a las otras tres chicas?
- Podríamos matarlas y así no nos tendríamos que preocupar por ellas
- Seria perder mucho dinero pero matar a una seria buena idea tenemos que elegir a una de ellas.
-La que más problemas a dado ha sido Andrea asique deberíamos matarla a ella.
-No me parece mal, mañana por la mañana podremos, déjala dormir una última vez.
Nada más oír esa última palabra todos nos asustamos y decidimos que nos iríamos las tres chicas y que Fernando se quedaría ya que él estaba salvado.



CAPÍTULO 9: Solos en el bosque (Guiomar Peñas Garrido)
Pero Fernando era un buen chico, todo un caballero y no pensaba, por mucho que dijeran sus amigas, dejar solas a las tres chicas. Habían pasado muchos momentos de tristeza e incertidumbre juntos y no podían separarse así como si nada, tenían que permanecer unidos hasta que encontraran una solución.
Mientras tanto, Juan Carlos, que era así como se llamaba el hombre colombiano, estaba haciendo planes con la ayuda de otros dos hombres muy fuertes y corpulentos, sobre el posible paradero de los chicos.
No había nada claro y mucho menos ahora que las cosas se habían complicado y les habían obligado a marcharse de su anterior refugio. De repente suena un móvil lo que provoca el sobresalto de los chicos, pero con un poco de atención consiguen escuchar toda la conversación:
-       Dime, jefe, ¿qué desea?
-       Juan Carlos, hay alguien que conoce nuestros movimientos, no estoy seguro de quién anda detrás de la investigación, pero hay fuentes que podrían informar a los ciudadanos y nos desarmarían nuestro plan.
-       ¡OH NO!, ¿y ahora qué hacemos?
-       Debemos ser muy audaces y sobre todo más listos que ellos. Tenemos a mucha gente detrás de esto y no podemos arruinarnos por culpa de esos idiotas.
-       Pero nosotros tres solos no podemos ocuparnos de los chicos, es mucho trabajo. ¡necesitamos refuerzos!
-       Bueno, mandaré refuerzos cuando crea oportuno, mientras tanto a callar y os conformáis con lo que tenéis. No seáis vagos que todavía hay mucho trabajo por hacer.
-       Sí, señor. Hace unos minutos César, Manuel y yo comentábamos que hacia donde debemos dirigirnos, además los chicos están sospechando algo, ya que está mañana les oímos hablar de que ahora podía ser más fácil escaparse, ya que tenían una nueva oportunidad.
-       Ah por cierto ¿Dónde los habéis dejado?
-       En un bosque a varios kilómetros del almacén.
-       Pero inútiles ¿Qué habéis hecho? ¿Y dónde estáis vosotros?
-       Nosotros hemos montado una tienda, y hasta que encontremos un lugar más confortable, nos quedaremos allí, en el bosque. Es una zona segura, poco poblada y sin vigilancia, no nos podrán encontrar. A los chicos les hemos puesto unas sábanas atadas en unos árboles y allí no pasarán frío.
-       A ver, confío en que el lugar del que hablas pueda ser un sitio seguro, creo que os podéis quedar allí unos días más pero debemos pensar en otro lugar porque los padres de los chicos han avisado a la policía de la desaparición de sus hijos y tenemos el tiempo contado si queremos conseguir el dinero del rescate.
-       Adiós jefe te iremos informando de todo lo que suceda.
Mientras tanto la ciudad de Valladolid estaba conmocionada con la noticia de la desaparición de dos chicas durante las fiestas. Los padres de éstas no sabían que hacer, no tenían la cantidad tan sumamente elevada para pagar el rescate. Ya habían informado a la policía pero ellos les habían dicho que no estaban muy seguros, pero sospechaban, que quiénes tenían a sus hijas, era una banda muy peligrosa. Y se tardaría un tiempo en localizarles, por las pistas que el médico, amigo de la familia, les había podido dar.
Carmen, Fernando, Andrea y yo estábamos cada vez más asustados, habíamos oído toda la conversación de Juan Carlos con el jefe, aunque sabíamos que nuestros padres habían avisado a la policía y que ellos ya nos estarían buscando, no sirvió para quitar nuestras preocupaciones. Esos tipos eran muy sanguinarios no tenían sentimientos y seguro que por su cabeza rondaba la idea de acabar con alguno.
De repente oímos un ruido que nos estremeció. Fernando se atrevió a levantar las sábanas con las que nos habían cubierto y cual fue nuestra sorpresa que nuestros secuestradores habían arrancado la furgoneta y se habían marchado de aquel lugar. Teníamos vía libre, ahora estábamos mucho más tranquilos y esperanzados, seguramente esos tipos nos habían abandonado porque el jefe les necesitaría y volverían cuando menos nos lo esperáramos, pero de momento podíamos  estar  un poco más contentos dentro de nuestra profunda tristeza.



Capítulo 10: PERDIDOS EN EL BOSQUE (Mónica Sanz) 
Durante toda la mañana estuvimos andando por el bosque para ver si podíamos llegar a algún sitio o encontrar a alguien que pudiera ayudarnos. A cada paso que dábamos sentíamos que nos adentrábamos más en el bosque y que sería imposible escapar.

Cuando llevábamos ya tres horas aproximadamente caminando hubo una sorpresa que nos alegró muchísimo. Vimos a Álvaro y a su hermana pequeña Lara también caminando en medio del bosque. Nos quedamos todos atónitos de verlos, y Carmen los conoció. Paramos para comer y todos nos contamos nuestras vivencias durante el tiempo que no habíamos estado juntos. Álvaro nos contó que había estado atado a una silla todos los días anteriores y que solo le dejaban desatarse para dormir. Lara también nos contó que había estado sola en una habitación porque la obligaron a simular su muerte, y solo veía a Álvaro para dormir. Nosotros también les contamos lo que nos había pasado y Carmen nos describió el momento en el que la secuestraron. Todos estábamos un poco más alegres pero sin olvidarnos de nuestra triste situación. Yo también estaba más contenta ya que durante esa mañana me había hecho más amiga de Fernando. Pero cuando apareció Álvaro me di cuenta de que él también me gustaba, aunque algo menos.
Después de comer, descansamos un rato antes de comenzar otra vez a caminar. Cuando ya nos sentíamos con fuerza, comenzamos de nuevo en busca de una salida de aquel frondoso bosque. Cuando pasó media hora desde que comenzamos a andar, nos dimos cuenta de que Lara se había perdido, no estaba con nosotros. Para comenzar a buscarla nos dividimos en dos grupos: Carmen, Álvaro y Andrea y Fernando y yo. Los grupos los organizó rápidamente Andrea, que me dejó a solas con él porque sabía que me gustaba. Durante la búsqueda Fernando y yo nos hicimos muy amigos, nos conocimos mejor y yo no sabía si decirle lo que sentía por él. A medida que se iba pasando la tarde cada vez me gustaba más y también pensaba que él sentía algo por mí. En esa tarde estuve muy feliz de estar a su lado pero también estábamos preocupados por no encontrar a la pequeña Lara. Faltaban quince minutos para reunirnos todos en el sitio acordado y no la encontrábamos, cada vez estábamos preocupados cuando ocurrió algo…tal que así:
Yo: Fernando, Lara no aparece, deberíamos ir a reunirnos con los demás.
Fernando: Tranquila seguro que aparece ya lo verás.
Yo: Eso espero. (Sonreí) Antes de reunirnos con los demás quería decirte algo…
Fernando: Yo también tenía una cosa que decirte…
No hizo falta que las palabras salieran de nuestras bocas porque sentí que me acariciaba la mano, nos miramos y sentí el contacto de su boca contra la mía, nos besamos. Pero mi ilusión no duró mucho porque de repente apareció Lara andando y llorando. Cuando nos dimos cuenta, fuimos corriendo hacia ella, y la contamos que el beso que había visto, no podía contárselo a nadie, era un secreto. Ella nos contó que mientras caminaba se distrajo mirando una mariposa y se despistó, cuando se quiso dar cuenta ya estaba bastante alejada del grupo y les perdió la pista. Entonces fuimos al punto de encuentro donde esperamos a los demás que tardaron poco tiempo, unos tres minutos en llegar. Cuando nos reunimos, todos se alegraron de haber encontrado a Lara. Nos quedamos un rato a descansar entre los árboles.


Durante ese tiempo Lara y Álvaro estuvieron todo el rato juntos y sospecho que durante ese rato Lara le contó a Álvaro la historia del beso. Ya que desde aquel momento cada vez está más distante conmigo. Justo cuando íbamos a emprender la marcha de nuevo, vimos llegar a la furgoneta de los secuestradores, todos nos asustamos mucho y salimos corriendo por un camino que no habíamos tomado nunca antes. Por suerte pudimos ver que los secuestradores empezaron a buscarnos por otro camino. Cuando llevábamos una hora andando aproximadamente, pudimos ver que había una salida del bosque y que había una carretera a apenas cien metros. Todos nos alegramos al saber esto y fuimos corriendo a la carretera para llamar la atención de los coches y que alguno de ellos parase y nos ayudara.

 


Capítulo 11: El intento de huida (Rodrigo Olmedo)
Entonces cuando estábamos en esa carretera miramos a ver si pasaban coches pero no pasaba ninguno. Empezamos a desilusionarlos y decidimos esperar un poco. Al cabo de una hora Álvaro dijo:
Álvaro: deberíamos irnos ya, no sea que Juan Carlos y los demás aparezcan y nos vuelvan a coger.
Lara: sí, no me gustaría volver con ellos, pongámonos de camino.
Lucía: ¿y qué dirección tomamos?, seguimos por la carretera o la cruzamos y seguimos por el otro lado del bosque?
Fernando: deberíamos seguir la carretera.
Lara: vamos.
Cuando llevábamos media hora andando vimos venir una furgoneta. Hicimos señas pero al poco tiempo nos dimos cuenta de quien eran…
Álvaro: ¡corred! ¡Meteros al otro lado del bosque!
Lara: vamos chicos.
Entonces ellos se bajaron del coche y al poco tiempo nos dieron alcance a todos. Sin decir ni palabra nos volvieron a subir en la furgoneta atándonos con una cuerda las manos y los pies.
Estuvimos en el coche toda la tarde y parte de la noche hasta que llegamos a otra fábrica totalmente distinta. Por lo que entendí estábamos en la frontera con Francia.
Entonces Juan Carlos y Julián, que así se llamaba el nuevo ayudante nos bajaron del coche, nos dieron de comer y nos dejaron hacer nuestras necesidades. Cuando ya pensábamos que íbamos a entrar en la fábrica nos volvieron a meter en el coche.
Proseguimos el camino durante toda la noche y a primera hora de la mañana estábamos en las afueras de París. Allí entramos a unas naves abandonadas por fuera pero por dentro había cuartos con puertas de hierro y a medida que íbamos pasando fuimos viendo a algunos niños dentro de esas celdas.
Luego nos metieron en una a todos y al cabo de un rato se llevaron a los chicos.
Nosotras nos quedamos solas pensando en lo que les harían y cuando ya nos habíamos dormido, entraron ellos diciendo:
Juan Carlos: alá, ahí están, creo que han aprendido la lección y más os vale a vosotras aprenderla.
Álvaro tenía muchos golpes por toda la cara pero Fernando tría todo el cuerpo magullado y golpeado por todos los lados. Le sangraba la cara y la nariz y casi no se tenía en pié.
Álvaro nos contó lo que había pasado:
Álvaro: nos han estado golpeando y torturando y Fernando encima dijo que todo había sido culpa suya, entonces, a mí me metieron a otra habitación y siguieron con él. También han dicho que vuestros padres están intentando conseguir el dinero del rescate pero solo tienen una semana y dos días, si no, os matarán.
Andrea empezó a llorar y Lara y yo la intentamos consolar pero ella decía que nos iban a matar a todos y encima nuestros padres se quedarían sin dinero.
A la mañana siguiente entró Julián y le dio el teléfono a Lara para que hablase con sus padres y les pidiera el dinero, ella se negó y entonces entró en la sala un hombre vestido con un traje negro. Era el jefe.



Capítulo 12: Nuevos hechos (Roberto Quiroga)

El jefe era alto y un poco gordo. Era feo, tenía una cicatriz que le atravesaba la mejilla de arriba abajo, y tenía un ojo verde y el otro azul. Tenía una voz fuerte y ronca.

-Mario: Hola, me llamo Mario. Me han dicho que la chica no quiere llamar a sus padres para pedirles el dinero. Los demás, tenéis dos horas para convencerla de que les llame, si no tendremos que ocuparnos de ella.

Cuando se fue, todos estuvimos hablando con Lara para que llamase a sus padres, que la matarían. Necesitamos una hora para convencerla. Llamamos a Julián, y le dijimos que Lara había aceptado, que llamaría a sus padres.

Julián se fue, y al rato volvió acompañado de Mario y de Juan Carlos. Juan Carlos llevaba un móvil, que le dio a Lara. Marcó entre sollozos el número de sus padres. Les dijo que tenían que pagar su rescate. Cuando colgó, había estallado en lágrimas. Mario esbozó una sonrisa y se fue, acompañado de Juan Carlos y Julián. Estuvimos consolando a Lara.

Horas después llegó Julián con la cena, que consistía en un bocadillo y un vaso de agua. Cenamos sin ganas, y nos fuimos a dormir. Me desperté en medio de la noche. No podía dejar de pensar en mis padres, lo preocupados que estarían, sabiendo que no podrían pagar mi rescate. Me volví a dormir.

Desperté cuando los rayos de sol golpearon mi cara, atravesando la pequeña ventana que estaba en la celda. Desperté a los demás. Fernando y Álvaro estaban peor que antes. Los golpes se habían hinchado y les habían deformado la cara.

Estuvimos hablando sobre posibles ideas para escapar de allí, y si fuera posible, rescatar a todos los demás niños que en ese edificio se encontraban. De momento solo conocíamos a tres personas que se encontraban allí, a Mario que era el jefe, a Juan Carlos y a Julián. Pensamos que tendría que haber más gente, porque era imposible que tres personas hubiesen podido secuestrar a tantos niños. Para planificar la escapada solo contábamos con tres secuestradores. Tendríamos que fugarnos cuando nos diesen de comer, ya que es el único momento en el que la puerta se abre. Tendríamos que ser rápidos. Álvaro y Fernando se encargarían de noquear al que viniese a darnos de comer. Saldríamos corriendo hacia la puerta, que estaba situada a aproximadamente 50 metros de nuestra celda. Todavía nos quedaba el inconveniente de que haríamos al salir. Estábamos en Francia.

Después de hablarlo durante un buen rato, decidimos que buscaríamos a un policía e intentaríamos explicarle lo que nos había pasado. El plan podía salir. Lo ejecutaríamos este mismo día cuando nos fuesen a traer la cena.

Estuvimos hablando, hasta que vimos a Julián con las bandejas de la comida, se estaba acercando a nuestra celda, Fernando y Álvaro estaban preparados. Abrió la puerta de la celda, y Fernando y Álvaro le pagaron dos puñetazos en la cara y le tumbaron. Corrimos con todas nuestras ganas hasta la puerta, la abrimos y salimos al exterior. Pero hubo un problema, en la puerta había dos guardias que al vernos abrir la puerta y salir, se abalanzaron sobre nosotros. Nos atraparon a mí, a Andrea, a Lara, a Carmen y a Fernando. Álvaro logró huir. El plan había fallado. La banda estaba compuesta por más gente.

Nos devolvieron a nuestra celda. Mario vino con cara de pocos amigos hacia nosotros. Nos gritó:

-Mario: ¡Estoy harto de vosotros! Sois los únicos que me estáis dando problemas, no os mando matar porque sería mucho dinero perdido.

Nada más decir esto, ordenó que buscaran a Álvaro con todos los medios posibles a su alcance. Todos sabíamos que Álvaro no nos abandonaría. La que más estaba segura era Lara. Sabía que su hermano no se acobardaría.

Estaba atardeciendo, cuando de pronto se abrió la puerta de la celda. Julián había traído a Álvaro de vuelta. Nos contó que había corrido por un camino de tierra que había, pero que no parecía llevar a ninguna parte. Un coche iba corriendo detrás de él, paró delante de él y Julián le empujó al interior del coche.
Ya no podríamos huir. A partir de ahora, Mario centraría la vigilancia en nosotros, que somos los alborotadores. Además ese día no tendríamos cena ni al día siguiente ninguna comida, en castigo a nuestro comportamiento. Nos fuimos a dormir con nuestros estómagos rugiendo.
Por la mañana del día siguiente no pasó nada. Pero aproximadamente sobre el mediodía, vino Mario, visiblemente enfadado. Había llamado a los padres de Andrea para comprobar si habían reunido el dinero del rescate. Estos le contestaron que no lo conseguirían, aunque tuviesen un mes entero no lo lograrían. Mario sacó una pistola del bolsillo de atrás y apuntó a Andrea. Dijo que ya no servía y que podía deshacerse de ella. Apretó el gatillo. Todos gritamos, excepto Fernando, que lo que hizo fue ponerse entre Andrea y Mario, recibiendo la bala en el costado. Se dejó caer Sobre el suelo. Mario se quedó asombrado. Todos corrimos hacia Fernando. Se retorcía de dolor. Tenía un agujero en el  costado.
Le pedimos a Mario que llamase a un médico. Este hizo lo que le pedimos y sacó su móvil y llamó a un amigo suyo, que parecía que era médico.
El médico llegó en cuarto de hora. Estuvo otros quince minutos con Fernando. Cuando acabó, nos dijo que le quedaba poco tiempo de vida. Aproximadamente una semana y con algo de suerte, dos. No había ningún modo de que se salvase. Mario le dio las gracias, y le acompañó a la salida. Dijo que perdonaría a Andrea, ya que Fernando iba a morir, aunque fuese una o dos semanas después.
 
Capítulo 13: Una esperanza  (Carlos Pinto)
Después de las terribles noticias que nos habían dado acerca de la salud de Fernando estábamos desolados, todos pensábamos que quizá también nosotros íbamos a terminar igual que nuestro pobre amigo. Se nos estaba acabando la esperanza, más aún si pensábamos en las enormes dificultades que nuestros padres tendrían para reunir el dinero del rescate, ya que sabíamos por las conversaciones que habíamos mantenido, que la situación económica de nuestras familias no era muy buena.
Estuvimos muy tristes todo el día, nadie se atrevía a decir nada, y de pronto entró sigilosamente en nuestra celda una señora gruesa, y extrañamente con cara agradable, con una bandeja cargada de cuencos humeantes, diciendo en voz muy bajita…¿Avez-vous faim? Carmen que sabía bastante  francés respondió: oui, oui.
Todos le preguntamos al unísono, ¿qué ha dicho? Carmen respondió: pues que si tenemos hambre, y al unísono, también, todos respondimos: oui, oui.
Je m´appelle Martine, et vous. Carmen nos tradujo: dice que se llama Martine y nos pregunta que como nos llamamos nosotros. Le fuimos diciendo nuestros nombres, y nos dijo “comer, comer” esto ser bueno… Cogimos con gran ansiedad la sopa que nos ofreció la buena Martine, era la primera comida caliente que comíamos en dias, la devoramos en apenas unos segundos. Martine se llevó el dedo índice a los labios, queriéndonos decir que guardáramos silencio, recogió todos los cuencos, y se fue sin hacer ruido.
Todos nos quedamos sorprendidos, y seguramente todos pensábamos ¿quién era Martine? ¿Podríamos confiar en ella? ¿Nos ayudaría a escapar?
De pronto oímos voces, con un reconocible acento colombiano – Martine ,¿que hases tu por acá?¡Váyase!. Era Juán Carlos, con esas terribles voces espantó a la pobre Martine.
Juan Carlos, entró dando un portazo, estaba terriblemente enfadado- Habéis visto la suerte que ha corrido vuestro amiguito Fernando, ¿quién quiere ser el siguiente?
Al oir esas palabras nos pusimos a temblar, y yo me eché a llorar pensando en Fernando, ¿es posible que no le volviera a ver?-¿Cómo está?, le pregunté a Juan Carlos

-Ya habéis oído al médico, sólo le quedan dos semanas de vida, el mismo tiempo que a vosotros si vuestros padres no pagan vuestro rescate, así que id rezando todo lo que sepáis.
Se marchó como había venido, dando un portazo.
Esa noche nos costó dormir, pensábamos en Fernando, en nuestras familias, en si podrían pagar nuestro rescate, y Lara, de pronto dijo en voz alta: chicos seguro que esto pronto será sólo una pesadilla, ¿Os habéis fijado en Martine? ¡Ella nos va a ayudar!


Capítulo 14: El topo. (Alba Martín)


A la mañana siguiente,  parecía que el ambiente estaba un tanto más calmado. En el rostro de Andrea se notaba la preocupación, a la vez que un rayo de esperanza, tras haber conocido ayer a Martine , Andrea  pensaba que Martine los ayudaría a escapar de allí y también ayudaría a Fernando, todos sabían que ella era alguien importante que no se hacía notar, ya que Juan Carlos  no le había dicho nada a Mario  sobre el tema de la cena.
Ese mismo día a la hora de comer volvieron a ver a Martine les traía otra bandeja con comida, los observaba con una sonrisa en la cara que era bastante agradecer, pues las pequeñas muestras de cariño que mostraba ella hacia que ellos les hacía sentirse apreciados. Andrea le pidió a Carmen que le preguntase a Martine que quién era ella, esta respondió diciendo que era la hijastra de  Mario, que su madre había muerto recientemente y por ello solo le quedaba Mario, además les contó que no estaba de acuerdo con lo que su padrastro estaba haciendo y por ello les llevaba comida,  no había cámaras en la celda en la que se encontraba, por ello hablaban tranquilamente pero con precauciones.  Martine se fue, todos se quedamos un tanto sorprendido y sin saber muy bien como reaccionar.
Andrea miró rápidamente a los demás y dijo:
Andrea: ¡La tenemos, una nueva oportunidad!
Álvaro: Lo dudo Andrea.
Andrea: Pero Álvaro, no te das cuenta Martine, ella es nuestra salvación.
Lara: Puede que Álvaro tenga razón.
Carmen: Y además ayudaremos a Fernando.
Tras dos días habían conseguido elaborar un plan que les llevaría a la huida de ese lugar, Martine les había ayudado en todo lo que podía y además estaba dispuesta a intentar ayudarles a salir de allí. El plan que tenían era bastante claro para que no se cometiera ningún problema ya que eso supondría un gran retroceso, Martine les había informado de que ese día su padrastro se encontraría en Barcelona ya que tenía asuntos que realizar. Fernando se encontraba solo en otra celda, Andrea estaba muy disgustad ante dicha situación y pidió con todo su corazón y de rodillas a Martine que le ayudase, esta se dio cuenta del aprecio que Andrea sentía por Fernando, pero algo capto su atención tras haberle dicho a Andrea que haría lo posible por ayudarle un acto de rabia en la cara de Álvaro, estaba celoso.
Había aumentado la vigilancia  hacia esa zona pero había un momento del día en el que todos los vigilantes se reunían  durante cuarto de hora.
Andrea: Cuarto de hora eso es lo que tenemos para escapar solo eso para poder salvarnos a nosotros y al mayor numero de personas que se encuentran en este lugar.
Álvaro: No podemos hacer nada por Fernando, nos haría ir más lentos y conseguiría que nos pillasen de nuevo.
Esta fue la conversación que tuvieron pero a Andrea no le importaban las palabras de Álvaro pues sabía que Martine le ayudaría.
No podían volver a realizar las mismas acciones que en su primer intento de huida, pues no escaparían.
Asique decidieron ir lentamente pero a la vez ágiles y salir por una ventana que se encontraba en la esquina de una de las celdas por las que entraban perfectamente. Al otro lado se encontraba una furgoneta con la que podrían escapar, se la había con seguido  Martine, además ella metería en la furgoneta a Fernando.

Llegó su gran día tal vez este sería su último intentó de escapar, por ello debían actuar sigilosamente, la hora llegó pero hubo un problema ningún guardia se movió de su posición eso solo podía significar una cosa, había un topo entre ellos. 






CAPÍTULO 15: Nuevo plan. (Paula Nieto Sánchez)
Nos pareció muy extraño el comportamiento de aquellos guardias, pensábamos que si no se movían de su puesto es porque algo raro pasaba, nos hizo sospechar que  se habían enterado de alguna manera  del plan que teníamos para escapar. Por ello decidimos aplazar la huida para el día siguiente.
Pasamos todo el día en la celda ideando un nuevo plan y nos sorprendimos al encontrar un objeto extraño en la celda; era una especie de cuchillo-navaja que creíamos que nos podía ser útil para poder hacer un agujero en las grandes paredes de aquella horripilante celda y poder escapar por ahí.

Álvaro: Es imposible que podamos hacer un agujero en la pared con esa simple herramienta, no sirve para atravesar la gran dureza de la pared.

En ese momento acerqué el cuchillo a la pared y empecé  a rascar la pared hasta que conseguí hacer un gran agujero lo suficientemente grande para poder pasar nuestros cuerpos y pensamos que Mario, Julián y los guardias no se darían cuenta ya que no se movían de sus puestos. Por si acaso, decidimos tapar el agujero con una gran piedra que había en la celda.

Andrea: No habéis pensado en un detalle, no podemos dejar a Fernando solo, hay que buscar una forma de ayudarle.

En ese momento pasó por allí el médico y le pedimos que hiciera todo lo posible para que Fernando se recuperara rápidamente.
Después de media hora vimos aparecer otra vez al médico, pero ahora no iba solo le acompañaba Fernando. Todos nos sorprendimos y nos alegramos mucho al verle. Le dimos las gracias al médico, marchándose este rápidamente para que los guardias no sospecharan nada.
Esa noche no dormimos muy bien, estábamos muy nerviosos porque no sabíamos si este plan de huida iba a funcionar. Al día siguiente, después de que nos sirvieran el desayuno cuidadosamente quitamos la gran piedra y fuimos saliendo uno a uno por el agujero. En el fondo de ese gran agujero se veía una luz y ninguno sabíamos que nos esperaba al otro lado de ese profundo abismo.




Capítulo 16: Sudor y lágrimas (Roberto Salamanca)
Todos sabíamos que no teníamos otra oportunidad más que esa. Era salir por aquel agujero en la pared o decir adiós. Después nos matarían ya que anunciaron que dentro de poco solo seríamos una carga para ellos ya que no les producíamos ningún beneficio. Fernando seguía un poco débil tras la recuperación así que se nos hacía más costosa la salida pero ya no había marcha atrás. La noche anterior Álvaro estuvo hablando conmigo. Él no lo dijo pero sé que estaba asustado, como todos, yo incluida. Yo estaba muy asustada, la que más seguramente. Intentaba ocultarlo pero Álvaro lo notaba. Esa noche, mientras todos dormían, estuvimos hablando de todo lo que se nos podía ocurrir excepto de todo lo que estábamos pasando. Hacíamos bromas que normalmente no me habrían hecho ninguna gracia pero ahora me resultaban cuanto menos graciosas. Estábamos cansados pero no teníamos sueño. Aún así decidimos irnos a dormir y así a la mañana siguiente estar con las fuerzas cargadas pero antes Álvaro me llamó la atención.

Espera- dijo entre susurros.
Entonces se acercó a mí y me dio un abrazo, tan delicado, propio de cualquier momento trágico como por el que estábamos pasando. Tanto él como yo lo necesitábamos y no dudé en agarrarlo por el cuello tan fuerte que temía dejarlo sin respiración. Siempre he estado agradecida por ese gesto.
A la mañana siguiente todos sabíamos que debíamos actuar con rapidez. Era el momento, después de que nos trajeran el desayuno, cuando debíamos escapar y así lo hicimos. Aquella señora que anteriormente nos trajo la comida hoy nos sirvió un tazón de leche humeante con miel que a todos nos supo delicioso. Debíamos tener todas las fuerzas posibles para poder salir y también poder huir en caso de que nos pillaran. Según se acercaba la hora me estaba poniendo más nerviosa y las paredes de aquella habitación se hacían más pequeñas y me oprimían. Aquella señora de la comida vio aquella piedra recubriendo la salida y la movió. En cuanto vio el agujero que daba al exterior se llevó las manos a la cabeza. Pensé que ya estábamos perdidos, que nos quedaríamos aquí para siempre si es que no nos mataban antes. La señora se dio la vuelta.

-Daos prisa. Quieren volveros a trasladar a otro sitio en dos horas así que vendrán a buscaros.
A continuación salió corriendo de la sala y nos dejó solos. Sin dudarlo un momento nos levantamos. Uno por uno fuimos saliendo. Álvaro estaba ayudando a Fernando a salir y cuando ya estábamos todos menos Álvaro fuera entró uno de los guardias en el cuarto. Álvaro podría haber salido pero hizo algo que nunca se nos olvidará. Se dio la vuelta y corrió hacia el hombre tirándolo al suelo mientras nos gritaba ¡Corred! ¡Corred!
Yo me quedé pasmada en aquel sitio sin poder moverme escuchando cómo forcejeaba con el guardia. Quería entrar a ayudarlo pero Fernando tiró de mi brazo obligándome a correr.
Estábamos encerrados en la sala de una nave en medio de un polígono desierto así que cuando salimos a la calle no teníamos demasiada escapatoria pero había que intentarlo. Corrimos por aquellas calles a toda prisa e incluso Fernando estaba dando todo lo que podía. Aquel polígono estaba rodeado de pinares así que cruzamos la carretera y nos dirigimos a él ya que era el único sitio donde les sería más difícil encontrarnos. Allí estuvimos corriendo un tiempo hasta estar seguros pero nunca llegamos a pararnos  del todo excepto en un pequeño riachuelo que usamos para beber agua y reponer nuestras fuerzas ya que estábamos agotados tras tal caminata. Seguimos andando pero no encontrábamos ni una sola carretera y ya habíamos profundizado mucho en el bosque. Estaba anocheciendo y decidimos quedarnos allí mismo ya que no podíamos andar ni un solo paso más. Recogimos unas ramas y las prendimos fuego con un mechero.
Sería el cansancio que incrementó mis sentimientos pero en cuanto nos sentamos todos, rompí en lágrimas. Todos sabían por qué era y entonces Andrea se sentó junto a mí y me puso el brazo sobre los hombros con un gesto de consuelo.

  • Esta muerto por nuestra culpa.- dije entre sollozos
  • Si no lo hubiera hecho nos habrían matado a todos.
  • Habríamos intentado escapar con él y aunque nos resultara más difícil lo conseguiríamos.
  • No sabemos si está muerto- dijo Fernando- cuando volvamos a casa pediremos ayuda y nos reencontraremos con él.
  • Tiene razón- dijo Andrea- no dejaremos nadie atrás.
Más tarde nos tumbamos todos juntos dispuestos a dormir pero yo no podía, no podía dejar de pensar en todo lo sucedido, en cómo me quedé quieta sin hacer nada cuando Álvaro nos ayudó. Pero no debía perder aquella esperanza de reencontrarlo en un futuro.
No hace falta tener súper poderes para ser un superhéroe.
Finalmente el sueño me ganó la batalla y me uní a mis compañeros pero no durante mucho ya que tuve una pesadilla y me desperté de golpe. Entonces decidí una cosa un poco precipitada. No sabía si saldría bien, ni siquiera sabía cómo iba a hacerlo pero seguro era que iba a intentarlo.
Mientras mis compañeros dormían yo emprendí el camino de vuelta hacia la fábrica donde nos tenían retenidos. El camino se hizo más duro haciéndolo yo sola. Cuando lo hice acompañada me sentía mejor aunque no habláramos en toda la travesía. Tenía los sentimientos a flor de piel y me rondaban los mismos pensamientos todo el rato en lacabeza. ¿Y si cuando llegara habían matado a Álvaro? ¿Y si se habían ido ya de allí? Pero lo que menos me importaba era que me capturasen.
No pude hacer todo el trayecto en un día, no como la anterior vez. Estaba muy débil y me situé durante la noche en aquel lago donde ya había parado anteriormente.

 Capítulo 17: La huida y la vuelta. (Laura Martín Lleras)
Cuando desperté estaba en un nave cerrada y casi completamente a oscuras, a los pocos minutos abrieron la puerta y vi como un chico herido entraba, al estar un poco aturdida no me di cuenta de que aquel chico era Álvaro, el pobre de heridas y magulladuras por todo su cuerpo. Cuando despertó y me vio me pregunto que qué hacía allí y que donde estaban los demás entonces yo le explique que me había ido mientras Fernando y Andrea dormían y que como me canse de caminar me quede dormida al lado de un riachuelo y que cuando he despertado estaba aquí. Él me conto que llevaban torturándole todo el día.
A las dos horas de estar allí hablando con Álvaro una señora entró a la nave y nos ofreció agua y comida, también nos dijo que deberíamos escapar ya que había oído como un guardia hablaba por teléfono y decía que nos iban a matar porque ya estaban hartos de nosotros porque encima de aguantarnos no se estaban sacando ningún beneficio, también nos dijo que nos iba a ayudar, que tenía un plan para que pudiéramos huir, después se fue para que ningún guardia sospechara ya que ya llevaba un rato dentro.
Al poco tiempo se hizo de noche y la nave quedo completamente oscura, ni Álvaro ni yo teníamos sueño, pero tampoco nos apetecía mucho hablar asique optamos por descansar y pensar en nuestras cosas, pero yo no podía parar de pensar en cómo estarían Fernando y Andrea y en si habrían logrado llegar a algún sitio y pedir ayuda o si también a ellos les habían encontrado y estarían en otra nave como en la que nos encontrábamos Álvaro y yo.
De repente Álvaro me despertó y me dijo:
Álvaro: Escucha, ¿no oyes susurros que provienen de esa ventana?
Yo afirme con la cabeza, y cuando nos asomamos allí estaban, Fernando y Andrea:
Fernando: Chicos, saltad por esa ventana
Álvaro: No podemos, tiene nos barrotes y no tenemos nada con lo que podamos rasgarlos, será mejor que os vayáis y busquéis ayuda para que podamos salir de aquí por fin.
Estos accedieron a irse en busca de ayuda, por otra parte Álvaro y yo en cierto modo estábamos tranquilos ya que aquella señora tan maja que nos trajo algo para comer dijo que nos ayudaría a escapar y que evitaría que nos matasen.
A la mañana siguiente la señora nos trajo el desayuno y también una navaja con la que nos dijo que cortáramos los barrotes de la ventana para que pudiéramos saltar y huir, pero dijo que no lo hiciéramos todavía, que por ahora guardáramos la navaja y que ya nos avisaría ella, porque al rasgar los barrotes haríamos ruido y los guardias se enterarían pero nos comento que había una hora en la que ningún guardia vigilaba ya que se iban a tomar un café y a comer algo, a esa hora daría dos golpes en la puerta para que nosotros nos enterásemos y pudiéramos escapar.

Y sí hizo, sobre las tres de la tarde se oyeron dos golpes en la puerta, era la señal.
Cuando los barrotes ya estaban cortados conseguimos salir por aquella ventana la cual nos llevo hasta el bosque, estuvimos corriendo hasta que llegamos a una carretera, pero enseguida descubrimos que estaba abandonada y que por allí no pasaba ningún coche, pero como ya anochecía decidimos descansar bajo un árbol.
A la mañana siguiente, al despertarnos oímos voces, pensamos que serian de algún guardia asique nos escondimos tras un árbol, pero para nuestra sorpresa aquellas voces eran las de Fernando y Andrea.
Los cuatro conseguimos llegar hasta un carretera, pero de repente alguien nos tapo con un saco y nos dejo inconscientes, cuando desperté estaba metida en una especie de cajas desde las cuales oímos como un guardia agradecía alguien su colaboración por a verle ayudado a encontrarnos.

Capítulo 18: El viaje (Adela Prieto)

Tenía frio, me sentía sucia y tenía miedo, no paraba de preguntarme qué harían con nosotros seis ya que éramos los más alborotadores, por lo que oí Carmen y Lara se encontraban en la misma caja y los demás estábamos separados, en esos momentos estaba nerviosísima no sabía a dónde nos llevarían ni porque estábamos en esos cajones. Después de una hora de silencio como las cajas estaban juntas comenzaron a hablar:
Andrea: No pueden llevarnos mucho más lejos de Francia, en algún momento les tendrán que pillar.
Fernando: Eso no se sabe esta gente tiene muchos contactos.
Álvaro: Creo que esto  no puede ir a peor.
Mientras ellos conversaban yo pensaba en que nos harían y como esta gente se había montado este jaleo con los niños sin que los pillara nunca la policía. Después de dos horas de camino oímos que nos bajaban nos metieron en una especie de piso y estábamos todos en la misma habitación, en la otra habitación había dos hermanos que se marchaban, seguramente sus padres ya abrían pagado lo que nuestros padres nunca llegarían a pagar. Tras in rato de silencio comenzamos ha hablar:
Yo: Estamos en España de nuevo chicos.
Andrea: ¿Cómo lo sabes?
Yo: Dudo que tuvieran tantos contactos como para llevarnos mas lejos
Carmen: Pues a mí me han traído de Ibiza…
Después de discutir un largo rato, efectivamente estábamos en España los secuestradores había venido para llevarse a Fernando con su familia , pues ya habían pagado y estaban hartos de él.
Fernando: Chicos tranquilos no me iré.
A Álvaro en ese momento pareció que se le llenaba la cara de alegría y cuando nos quisimos dar cuenta, estaban abriendo la puerta y estaba entrando una chica guapísima que los secuestradores tenían en la otra habitación.
Laura: Hola, me llamo Laura. ¿Vosotros?
A Álvaro mientras hablaba ella se le caía la baba, en ese momento comencé a ponerme celosa y Andrea encima pareció congeniar muy bien con la nueva,en ese momento Fernando habló:
Fernando: Yo me llamo Fernando
Álvaro: Ho-Hola yo soy Ál-Álvaro
Eso ya me sento a cuerno, tartamudeaba al hablar y yo me estaba poniendo de los nervios y en ese momento salté:
Yo: Yo me llamo Lucia, pero cállate ya, que no es el momento de hacer amigos.
Andrea pareció notar  mi enfado y se le solto una risita que me cabreo un monton, en ese momento entraron dos de los guardias y dijeron:
Los guardias: Carmen, tus padres ya han pagado el rescate hemos quedado dentro de una hora  en un lugar cercano aquí, despídete de tus amiguitos y venga.
Carmen comenzó a llorar, yo no sabía si por pena de dejarnos atrás o por alegría de que se volviera a reunir con su familia, se puso su chaqueta y se despidió de nosotros, nos pidió perdón por no quedarse pero que ella tenía unas ganas enormes de ver a su familia y ya no aguantaba estar más allí. A la que más abrazó fue a Lara y nos dijo que fuera como fuera alguna vez Intentáramos contactar con ella cuando saliésemos  de allí. Laura también se despidió que esa voz tan dulce que me irritaba mas y en ese momento Fernando pareció darse cuenta de que yo estaba celosa, lo que pareció molestarle porque ya no me hablo en todo el día.
A la mañana siguiente Laura encontró detrás de un mueble una ventana por la que cabria un cuerpo como el de Lara y como estábamos en un primer piso solo tendría que intentar caer bien y no se haría nada, a todos les pareció genial la idea  y en ese momento  a todos se nos ilumino la cara de alegría, yo ya no podría aguantar más a la nueva.





Capitulo 19: El edificio abandonado. (María Lorenzo)
 Cuando fuimos a quitar el mueble que tapaba la ventana justo aparecieron para darnos el desayuno. Por poco no nos vieron mover el mueble ya que al entrar nos fuimos rápidamente cada uno para un lado de la habitación disimulando.  Decidimos que después del desayuno, en los 15 minutos que los guardias estaban de descanso, moveríamos el mueble para intentar escapar por la ventana. Mientras desayunábamos Álvaro y Laura se pusieron juntos y empezaron a hablar, y yo al verlos tan juntos cada vez me ponía más nerviosa.


Por fin pudimos mover el mueble entre todos ya que pesaba mucho. Mientras Álvaro y Fernando se quedaron para vigilar que no entrase nadie, los demás fuimos pasando por la ventana difícilmente ya que era un poco pequeña. Primero bajé yo para ayudar a los demás a bajar. Ya, cuando estábamos todos fuera, intentamos situarnos pero no sabíamos donde estábamos. Hacía demasiado calor, nos encontrábamos en medio de un bosque, desde fuera el edificio en el que nos encontrábamos era un edificio abandonado, pintado con grafitis por todos los lados. No habíamos contado con que alrededor del edificio había unas vallas, intentamos saltarlas pero no pudimos. Empezamos a andar sigilosamente al lado de la valla, y al final encontramos un hueco por el que podríamos pasar. Cuando por fin íbamos pasar, aparecieron los guardias, vinieron corriendo y se abalanzaron hacia nosotros, no nos alcanzaron ya que empezamos a correr. Cada uno nos fuimos para un lado, Laura, Fernando y Andrea se fueron para un lado y Álvaro, Lara y yo nos fuimos para otro.


Cuando ya no veíamos a los guardias perseguirnos nos paramos a descansar porque no podíamos más. Lara estaba tan agotada que se durmió. Había un silencio muy incómodo y decidí preguntarle a Álvaro lo que le quería preguntar desde hace un tiempo


Yo: ‘¿Oye… a ti… te gusta… Laura?’- por fin se lo solté, a saber que me contesta ahora, creo que habría sido mejor no preguntárselo- pensé.


Álvaro: ‘No, ¿por?’


Yo: ‘ Por nada, pero como que desde que llegó estabais tan juntos pues por eso.’


Álvaro: ‘Estás celosa ¿eh?’

Yo: ‘No seas tan bobo, ¡yo no estoy celosa y menos de Laura!’

Al dar ese grito, Lara se despertó entonces decidimos no hablar más del tema. Empezamos a andar un rato hasta que nos encontramos con los otros tres. Pero detrás suyo, escondidos, estaban los guardias vigilándonos. Andrea con señas nos intentaba decir que huyéramos porque si no nos iban a coger a los seis, pero no la entendía nada y los guardias salieron y nos atraparon. Empecé a dar patadas y a uno de ellos le mordí en el brazo y me soltó, los demás estaban intentando escapar, solo lo consiguieron Laura y Fernando. Los tres salimos corriendo hacia el bosque mientras los guardias metían a los oros tres en el camión para llevarles de vuelta al edificio.

Al anochecer decidimos quedarnos entre unos árboles que nos podían tapar para disimular. En el camino no nos dirigimos la palabra ni Laura ni yo. Fernando y yo pensamos en un plan para conseguir llegar hasta el edificio sin que nos pillasen para conseguir salvar a los otros tres. Estábamos tan cansados que dejamos el plan a la mitad y entramos en un sueño profundo.





Capitulo 20: Ayudas inesperadas. (Diego Palencia)
Cuando nos despertamos por la mañana intentamos planificar un plan, pero yo lo único que pensaba era salir de aquí y no volver a ver nunca más a la perfecta y odiosa Laura. Yo me encontraba cansada y estresada por todo lo que había pasado durante estos días. Pero al final conseguimos idear un plan:
Yo: Me niego totalmente a abandonar a Andrea, Lara y Álvaro (Aunque con Álvaro siguiera enfadada por como trataba a la nueva)
Fernando: Tienes razón, no podemos abandonarlos. Pero….
Yo: ¿Pero qué?
Fernando: Y si nos vuelven a capturar.
Yo: Intentaremos volver a escapar
Fernando: Tu misma acabas de decir intentaremos. ¿Y si no conseguimos escapar?
Yo: Nunca hay que rendirse
Fernando: Lo siento, Lucía yo ya no aguanta más. Yo voy a huir
Laura: Yo me voy con Álvaro que quiero huir de esta pesadilla
Yo: ¡Muy bien, hacer lo que queráis yo me voy a por mis amigos!
Fernando: ¡Espera Lucia!
Mientras Fernando gritaba que esperara y me fuera con ellos, yo me fui enfadada a un pequeño lago que había cerca. Estuve un rato en el lago, hasta reponer fuerzas, después fui al edificio abandonado pensando en cómo salvarlos. Esperé hasta el anochecer. Y tiré piedras a la ventana de la celda.
Andrea: (Llorando) Lucía vete, que te van a secuestrar
Yo: Andrea tu eres mi mejor amiga, ¡Y sin ti no me voy!
Andrea: Vete Lucía
Yo: ¡No me pienso ir!
Andrea: Lucía ¿Qué vas a hacer?
Lucía: Abrir la ventana, que os ayudo a bajar
Cuando terminaron de bajar los guardias se dieron cuenta y fueron corriendo a dar la alarma.
Álvaro: Vamos ¡CORRER!
Estuvimos horas corriendo hasta llegar aún pantano.
Yo: Les hemos despistado
Andrea: Sí. ¿Pero por qué volviste a por nosotros?
Yo: Por que sois mis amigos, aun amigo nunca se le deja tirado.
Álvaro: Y Fernando y Laura ¿Donde están?
Yo: Prefirieron huir antes de venir a rescataros
Lara: Tengo miedo
Andrea: ¿Por qué?
Lara: Esos arbustos se mueven
Yo: Es verdad, ¿No serán los guardias?
De repente salieron Juan Carlos y el jefe de entre los árboles.
Juan Carlos: ¿Adonde creías que ibais chiquillos?
Nos pusimos histéricos y empezamos a correr todo lo que podíamos hasta qué nos volvieron a alcanzar
El jefe: Si queréis que libera a vuestro amiguito más os vale que paréis de huir.
Yo: Está intentando liarnos sigamos corriendo.
De la nada de repente salió Fernando, con la cara y brazos sangrando
Yo: ¡Que le habéis hecho bestias!
Laura: Pues mi trabajo
Andrea: ¿Qué dices Laura?
Laura: Yo era una secuestradora infiltrada, mi trabajo era ir con vosotros hasta el momento preciso de capturaros, y si hacía falta mataros.
Álvaro: ¡Imposible! Con lo guapa que eres no serias capaz
En ese momento me cabree tanto con Álvaro que le solté una torta.
Álvaro: ¿Qué haces?
Yo: Te parece normal llamar guapa a la secuestradora que nos quería matar
Álvaro en ese momento me dejo de hablar. Nos volvieron a capturar pera esta vez nos llevaron a unas cuevas con celdas subterráneas. Solo nos vigilaban Juan Carlos y Laura. Al final parecía que la odiosa Laura quería acabar con nosotros.
Estuvimos allí varios días en los que solo nos dieron agua, y cuando decíamos algo, rápidamente nos pegaban. Al que más torturaban era Álvaro pues no hacía más que burlarse de ellos. Hasta que un día, bajo el jefe a hablar con nosotros:
Jefe: Ya me habéis hartado os vamos a matar ahora mismo. Empezaremos por esa chica tan testaruda.
Rápidamente me di cuenta que era yo. Nos llevaron  fuera y nos ataron a los árboles.
Jefe: Juan Carlos mata a la chica
Pero antes de que Juan Carlos me disparara se oyó un disparo y vimos el cuerpo de Juan Carlos caer al suelo sin vida.
Jefe: ¿Quién ha sido?
De repente vimos acercarse a dos personas.
Yo: ¡Mauro! ¡Estás vivo!
Se escuchó otro disparo y Laura cayó muerta. Y por último le pagaron un disparo al jefe que murió al instante. Mauro nos desató y nos pregunto qué tal estábamos:
Yo: Gracias Mauro. Estamos bien.
Andrea: ¿Quién es ese?
Borja: Hola yo soy Borja. Soy el que rescató a Mauro
Mauro: Cuando os enseñaron esos cuerpos sin vida  que se suponían que eran el de Álvaro y el mío, Yo no era ese pero, me habían disparado. Como creían que estaba muerto, me abandonaron en una llanura desierta y allí Borja me rescató y me ayudó a rescataros.
Mientras Mauro seguía contando lo que le había pasado, Fernando me llamó para hablar conmigo:
Fernando: Lo siento, yo no tendría que haberme ido.
Empecé  a gritarle diciéndole que no era de buen amigo dejar a sus amigos tirados, hasta que se me acerco a mí y me besó. No pude disfrutar mucho del beso por qué de repente sonó el móvil que poseía el jefe. Fui yo y cogí el teléfono:
Yo: ¿Con quién estoy hablando?
Desconocido: Os creéis muy listos, por conseguir escapar y matar a mis hombres. ¡PUES QUIERO QUE SEPAIS QUE ESTA ES LA ULTIMA VEZ QUE LO HAREÍS! ¡Por que yo soy el Jefe de esta agencia de secuestros y a mí nadie me gana!
Colgó el teléfono y todos nos quedamos sorprendidos y con medio por que esto no había acabado.





Capítulo 21: La huida por la montaña. (Mónica Tomé)


A pesar de la misteriosa llamada por teléfono, nosotros estábamos bien, habían muerto los secuestradores y estábamos juntos.


Mauro y Borja nos acompañaron a una pequeña cabaña que tenían en el bosque, que habían utilizado como guarida mientras vigilaban a la banda de secuestradores.


Todos estamos muy cansados, y hambrientos. Mauro nos preparó unos huevos y unos vasos de leche, y nos pusimos  a cenar.


Fernando: Gracias por el rescate, pensaba que ya no saldríamos de allí.

Mauro: No te preocupes, ya estás a salvo. Yo se lo debía, ellos intentaron matarme.

Yo: ¿Qué planes tenéis para mañana?

Andrea: Si, eso, yo estoy deseando ver a mi familia.

Álvaro: Yo creo que nos tendríamos que levantar pronto y acercarnos al pueblo más cercano. ¿Sabéis donde está?

Yo: Estoy de acuerdo, creo que hay que salir de aquí enseguida, no me fio de la llamada de teléfono, creo que pueden aparecer en cualquier momento.

Fernando me agarró por los hombros para darme cariño, y yo me sentí muy protegida. Estaba muy bien.

Mauro: No está muy lejos, a unos 20 km, pero el camino es muy malo, es una ruta entre montañas porque por si no lo sabéis estamos en los Pirineos, cerca de la estación de Candanchú.

Álvaro: Yo he estado por allí varias veces, esquiando con mis padres y conozco Canfranc, es un pueblo que está muy cerca.

Mauro: Fenomenal. ¡Todos a dormir y a descansar! Mañana será un gran día.

Nos fuimos todos tumbando como pudimos, y aunque el suelo estaba muy duro nos quedamos dormidos enseguida.

Empecé a escuchar voces y me di cuenta que todos se habían levantado menos yo.

Álvaro: ¡Vamos arriba dormilona!

Me puse en pie de un salto, que vergüenza. Me bebí un vaso de leche rápidamente y me preparé para salir. Faltaba Borja que se había ido a vigilar los alrededores. De repente le vimos corres entre los árboles.

Mauro: Borja, ¿qué te pasa?

Borja: Me he acercado hasta las cuevas, y he oído ruido de coches, ¡Tenemos que salir de aquí rápidamente!

Mauro: De acuerdo, en marcha.

Todos salimos corriendo de la cabaña, no queríamos ni mirar hacia atrás. Tomamos un camino muy estrecho y no hablamos nada. Intentábamos no hacer nada de ruido. Si de verdad había alguien buscándonos, no le queríamos dar ninguna pista.

El bosque desaparecía y nosotros comenzamos a subir, al principio no parecía muy cansado, pero al cabo de 2 horas estábamos destrozados, yo no podía dar un paso  y les pedí que descansáramos 5 minutos. Al principio nadie paro, pero Andrea también lo necesitaba.

Andrea: Lucía tiene razón, debemos descansar.

Álvaro: Vale de acuerdo pero sólo 5 minutos, no nos podemos arriesgar.

Como estábamos subiendo por una montaña, podíamos ver el bosque, y los caminos que salían de él.

Fernando: Creo que uno de nosotros debe quedarse vigilando, creo que nos estarán buscando y enseguida encontrarán la cabaña.

Borja: Vale, lo haré yo, vosotros descansad. Si veo algo silbo.

Nos sentamos todos detrás de unos arbustos y comenzamos a beber agua, seguíamos en silencio, por miedo. Estábamos a punto de levantarnos cuando de repente escuchamos los silbidos, ¡eran la señal de alarma!

Mauro nos dijo que nos agacháramos y que no nos moviéramos. Él se acercó serpenteando entre los arbustos hasta Borja, cuchichearon unas palabras y volvió hasta nosotros.

Mauro: Tengo malas noticias, se ven dos todoterrenos a la salida del bosque, han salido cuatro hombres y están buscando huellas, me temo que son de la banda de secuestradores. Ellos no nos pueden ver pero en cuanto empiecen a subir nos verán.

Yo: No hay tiempo que perder, debemos llegar a Canfranc lo antes posible.

Andrea: De acuerdo pongámonos en marcha.

Todos comenzamos a caminar muy deprisa y sin meter ruido. Anduvimos 2 horas más y tuvimos que pararnos, esta vez  vigiló Fernando pero no vio a nadie. Después de 30 minutos nos levantamos y seguimos andando, estábamos más o menos a la mitad, pero se nos estaba haciendo muy largo.

Llegamos arriba y pudimos ver el pueblo abajo, nos pusimos muy contentos, pensamos que por fin todo se iba a terminar. Comenzamos a bajar, muy deprisa hasta que de repente escuché: Ahhhhh..

Lara: ¡Me he hecho daño! ¡Ayudadme!

Álvaro, su hermano, fue corriendo  a ver que le había pasado. Lara estaba en el suelo, y se quejaba mucho del tobillo.

Álvaro: Lara, ¿qué ha pasado?

Lara: Al bajar, he metido el pie en un agujero y creo que se me ha retorcido.

Álvaro: Yo te llevaré.

La cogió en brazos y comenzó a bajar, todos nos dimos cuenta de que ahora iríamos más despacio, pero ni importaba, éramos un equipo y todos nos ayudábamos.

Estábamos cerca del pueblo, y comenzamos a escuchar el ruido de un motor. No sabíamos que hacer, pero todos nos tiramos al suelo y nos escondimos como pudimos entre unas piedra y unos arbustos.

Yo estaba temblando, menos mal que Fernando continuaba a mi lado, siempre estaba allí, y él me susurró unas palabras.

Fernando: No temas, yo te protegeré.

Le mire, le sonreí y no pude evitar darle un beso en la mejilla. Álvaro no nos había visto porque estaba pendiente de su hermana, pero Lara sí.

El ruido se acercaba… Vimos aparecer dos quads, esas motos de cuatro ruedas que llegan a cualquier sitio. ¿Serían ellos? ¿Serían del pueblo? o ¿Serían los secuestradores?


Capítulo 22: El regreso (Alejandro Tasis Cano)

Los quads pasaron por un calle del pueblo despacio y mirándonos hasta que se pararon y nos dijeron que si nos ayudaban, Fernando asintió pero yo la mas cercana a ellos les dije que no, pero me agarraron fuerte del brazo diciendo a la vez que si que nos íbamos con ello. Borja a la reacción de uno de los conductores tiró de mi cogió a Lara y nos fuimos pitando de allí.
Los despistamos.
Fernando: que torpe he estado no tenía que haberme confiado.
Yo: no pasa nada pero tenemos que ir con más cuidado.
Mauro: tienes razón, seguidme me conozco el pueblo y se quien nos puede ayudar.
Le perseguimos hasta llegar a una librería.
La librera: quieren algo?
Mauro: Paula soy yo, necesitamos ayuda.
Paula: hombre hijo mío cuanto has crecido que tal está tu madre?
De repente vimos enrojecer a Mauro.
Mauro: muy bien gracias.
Fernando: no estamos aquí para hablar mi hermana necesita ayuda.
Paula: veo que necesita unas muletas las traeré.
Borja: y si tiene coche… nos haría falta.
Paula: vale traeré las muletas y las llaves
Se fue por un pasillito sonriendo. Cuando volvió nos dio todo y le dijo a Mauro que le cuidase las llaves.
Andrea: chicos tenemos que ponernos en marcha en seguida.
Fernando: tienes razón.
Nos dispusimos a andar hasta en coche que resultó ser un poco pequeño para todos pero nos sirvió
Durante el camino de regreso vimos que nos seguían desde muy cerca unos coches negros.
¿Serán los secuestradores? 


Capítulo 23: Quemando ideas en el asfalto (Jorge Santiago Rodríguez)
La cara de todos era agobiante con una expresión rara que no se había visto antes. Andrea estaba pensando en que si se perdía y no volvía a ver a sus padres, estaba pensando en Fernando y Álvaro y todos sus amigos que había conocido durante el viaje si nos los volvería a ver, ¿qué pasaría con Mauro y con Borja?, les debíamos las gracias por ayudarnos a escapar, pero era solo porque el coche era pequeño estaban todos apretujados.
Los coches negros que nos seguían detrás estaban cada vez más cerca. Mauro intentaba esquivarle por caminos desviados y que servían para atajar hacia la vuelta a casa.
Álvaro: ¿Por qué no pagarán mis padres y familiares el rescate?
Fernando: Tus padres y los nuestros.
Andrea: ¿Estás bien Lara? ¿Te sigue doliendo el tobillo?
Álvaro: Lo más injusto es que mi hermana también lo esté sufriendo.
Borja: Queda poco de gasolina, tendremos que parar.
Mauro: Habrá que llegar hasta donde se pueda, no nos pueden volver a alcanzar los secuestradores.
El tiempo cada vez pasaba más deprisa y ya llevábamos tres horas viajando, habíamos parado para hacer nuestras necesidades, reposar, almorzar y para cambiarle el vendaje a Lara, el tobillo cada vez lo tenía más hinchado. Ya habían pasado por varios pueblos incluso ciudades grandes como Barcelona, Lérida y estábamos a 50 km de Zaragoza capital.
Los vehículos negros nos seguían cada vez más próximos y nos dábamos cuenta de que su color no era negro, sino azul marino oscuro.
Andrea: ¿Por qué tendrán tanto interés en nosotros? Nos llevan persiguiendo desde los Pirineos.
Fernando: Son unos mafiosos, harían cualquier cosa por dinero y más cuando se trata de una suma tan grande como la de los rescates de nosotros juntos.
Mauro: En cuanto lleguemos a Zaragoza tendremos que parar a repostar gasolina.
Lara: Buena idea.
Álvaro: Podíamos aprovechar a ir a la Basílica…
Fernando: ¡No me digas que estás pensando en ir a rezar en estos momentos!
Lara: A rezar no sé, pero podíamos aprovechar a estirar un poco las piernas y a lo mejor encontramos allí dentro alguien en quien poder confiar y se lo contamos todo.
Fernando: ¡Si claro en un confesionario!
Andrea: Pues a mí no me parece tan absurdo
Borja: Eh, eh centraros, parece que ya se os ha olvidado todo lo que habéis pasado, no estamos en condiciones de bajar la guardia, no es momento ni de visitar a monumentos ni de confesiones.
Álvaro: Yo sólo quería relajar un poco la tensión que llevamos acumulada, y la idea surgió sola.
Borja: Pues paremos cuando veamos la siguiente estación de servicio y aprovechar todos a salir del coche. Pero el tiempo justo no siendo que nos vuelvan a dar alcance.

Justo en ese momento Lara dijo, “Nos acaban de adelantar las furgonetas de color oscuro “
Mauro: Está sonando una sirena ¿será un coche de policía?
Álvaro: No pelele es la ambulancia que tenemos detrás.
Al llegar a la gasolinera estaba parada la furgoneta negra, a todos nos dio un poco de miedo pero no tuvimos otra opción, el depósito estaba vacío.
Bajamos todos a la vez y mientras la chica de la gasolinera llenaba de combustible el depósito entraron dentro de la tienda que había en la estación de servicio.
Álvaro: ¿Qué harán estos aquí?
Fernando: Estamos perdidos.
Borja: Nos os parece que es como un vehículo oficial.¿ Y si es la Policía de camuflaje?
Andrea: Y si son los secuestradores haciéndose pasar por el Servicio de Información de la Policía.
Lara: Acaba de aparcar una ambulancia al lado de la furgoneta.
Borja: Está claro, es la policía y nos ha traído un refuerzo para Lara, para que pueda ir hasta casa más cómoda sin que le duela el tobillo.
Andrea: ¿Y si son los secuestradores y han llamado a aquel médico que nos ayudó en una ocasión a intentar salir?
La empleada de la gasolinera entra dirigiéndose a su compañera y le dice “Se acaban de bajar unos hombres de negro, creo que nos han pillado la doble actividad que llevamos”.




Capítulo 24: Final, se acabó todo… (Jorge Sanz San José)

Los hombres de negro, pistola en mano, amenazaron con matarnos y todos decidimos no hacer nada y los hombres de negro se llevaron  a Fernando, Álvaro y Andrea.  Pero en el momento en el que se iban a ir sonaron dos disparos y en ese momento cayeron desplomados al suelo los dos secuestradores. Estuvimos mirando para ver si encontrábamos a la persona o personas que  nos habían salvado de morir, pero al girarnos aparecieron las dos chicas de la gasolinera apuntándonos con un revólver y con una escopeta, en ese momento todos supimos que la chicas, además de ser encargadas de una gasolinera eran traficantes de armas.
 Una de ellas dijo: no mováis ni un pelo u os volare la cabeza a todos.
Yo: vale, pero por favor no nos matéis, acabamos de sufrir un secuestro y hemos salido con vida.
Una chica: nuestra intención no era mataros, pero os habéis enterado de nuestra segunda actividad.
La otra chica: antes de morir quiero que sepáis que los últimos nombres que os aprenderéis son los nuestros Lupita y Marciela.
En el momento en el que iban a apretar el gatillo se escuchó:
Menos humos vosotras dos que os tenemos en el punto de mira.
Ellas se giraron y no vieron nada estaban extrañadas y volvieron a escuchar:
Pobrecitas que nos ven y de repente de la nada salió un policía y dijo: las manos arriba están arrestadas.
Lupita: somos dos contra uno y usted solo tiene una pistolilla de pacotilla.
Policía: eso es lo que vosotros creéis. Entonces el policía señalo al tejado de la gasolinera en el que había una persona apuntándolas y después señalo a varias zonas en las que había varios policías.
Policía: si vosotros decís vuestro nombre  yo también le digo, mi nombre es Pablo Martin Urueta y soy una gran policía que quiere arrestaros por homicidio y tráfico de armas.
El las arresto y nosotros preguntamos que quien les había llamado y el señalo a un arbusto y de repente del salió…
¡Martine!
Todos fuimos corriendo a darla un abrazo y yo la pregunte como había conseguido vernos.
Martine: os conseguí ver ya que os seguía con el coche nadie se dio cuenta pero yo os seguía con un coche rojo detrás de los secuestrados, estabais tan concentrados en ellos  que no me visteis a mí.
Nos montamos en diferentes coches patrulla yo con Pablo en el primero, pero ocurrió lo peor, un coche se cruzó y chocamos.
Yo me desperté  un 5 de julio en un hospital, no recordaba nada, me encontraba bastante mal ya que según lo que me contaron los médicos estuve un mes en coma y estuve en la uvi rozando la muerte. Me contaron que Pablo había muerto en el acto y que las personas del otro coche eran los secuestradores a los que no les sucedió nada. Gracias a aquella ambulancia que estaba en la gasolinera, que salió poco después de ocurrir aquel suceso de los disparos, conseguí salvar mi vida. Me contaron también que todas las demás personas de los otros coches patrulla llegaron sin un rasguño a sus respectivas casas, en ese momento pensé en Álvaro, en Lara, en Fernando y en Andrea. Yo conseguí salir del hospital en una silla de ruedas con una pierna rota. Todo había salido bien yo estaba muy alegre y otra vez en mi ciudad natal, VALLADOLID.










1 comentario:

  1. Hola Esther me gustaría decir que el final me decepciono un poco ya que me esperaba que al menos se contara la opinion de su prima o algo

    ResponderEliminar