CAPÍTULO
1: Un día de fiesta (Silvia Parra)
- ¿Pero me cuentas esa historia que viviste en tu
adolescencia que dices ser tan dura para ti? (Me dijo mi prima Laura, que en
estos momentos tenía trece años).
- Vale, pero no quiero que cojas miedo, solo quiero que
aprendas que los mayores tienen mucha razón (le dije con seriedad). Espero que
no te asustes.
- Pero Lucía, ¿no crees que soy lo demasiado madura?, por
favor empieza ya.
- De acuerdo, lo haré solo para que hagas más caso de lo
que te dicen. Contarlo me resultará muy doloroso para mí, y más duro aún
recordarlo.
De este modo empecé a relatar:
Era una tarde cálida de septiembre, que casi daba paso al
otoño, en las que lo único que te apetece es darte un buen chapuzón en la
primera fuente que encuentres en medio del camino. La ciudad en la que me
encontraba era, mejor dicho es Valladolid, en esos días la capital castellana
se encontraba en las fiestas de San Lorenzo. Mis amigos de la peña (que somos
los que quedamos normalmente por el barrio), a la que justo este año la
bautizamos como “Locos fiesteros”, decidimos quedar al día siguiente, para ir a
una gymkhana que organizaba el ayuntamiento a las doce del mediodía en la plaza
mayor. Después un bar se encargaría de hacer bocadillos para todos y para
terminar el día habría un concierto con algunos de los cantantes más famosos
del momento. Ese concierto es lo que más ansiábamos, pero no creíamos tan sólo
lo más mínimo posible que nuestros padres nos dejaran asistir. Con esta ilusión
en mente me fui a casa y se lo comenté a mi madre. Mi padre estaba
continuamente viajando por el mundo debido a su trabajo (era cartero a nivel
internacional), y en esos instantes se encontraba de camino a Oslo (Noruega).
Mi madre es ama de casa por lo que siempre está pendiente de las noticias que
suceden diariamente en la ciudad. Al comentarle lo del concierto me dijo que de
ninguna manera, y que no la convencería por dos razones: la primera era porque
empezaba a las doce de la noche y duraría dos horas, por lo que no eran horas
de volver a casa para una niña de catorce años como yo; la segunda razón era
que en esos días en los que la ciudad se lucía para acoger a muchos jóvenes en
la plaza mayor, eran muy peligrosos ya que había mucha gente que se pasaba del
límite al hacer botellón. Cuando me lo dijo me puse muy furiosa y comencé a
llorar en mi habitación. Llamé a mi mejor amiga de la peña, Andrea, y esta fue
nuestra conversación:
- Hola Andrea, mi madre no me deja ir, no comprende que
ya tengo un poco más de libertad y no me deja hacer nada (le dije con la mayor
furia que nunca antes había tenido).
- Lo comprendo, Lucía, mi madre sí que me deja ir. He
hablado con los demás de la peña y todos van a ir a excepción de Dani que se
queda en el pueblo como de costumbre.
- Ya, ¿y qué podemos hacer para convencer a mi madre?
- Podría llamar a mi madre (dijo Andrea intentando
consolarme), como se llevan tan bien…
- Tienes razón se lo propondré, aunque no creo que valga
la pena.
- Bueno te dejo (me dijo Andrea), me tengo que ir a por
unas botella de agua para soportar mañana el calor en la gymkhana.
- Adiós, muchas gracias. Un beso.
Colgué el teléfono y me dirigí hacia la habitación en la
que se encontraba mi madre planchando un
torrente de ropa. Le dije que iban a dejar ir a todos los de la peña, y parece
que la convencí un poco, pero no terminó de creérselo. Por ello le dije que
llamara a los demás para que conociera bien las noticias de asistir a ese
concierto tan deseado por mí:
- Tienes razón, para ver si no me mientes llamaré a la
madre de Lucía.
Y así fue, llamó a Mercedes y tras estar hablando durante
un tiempo que parecía ser inacabable sobre sus cosas de la vida diaria,
empezaron a hablar sobre el tema clave para esta historia: “La noche del
concierto”.
Al parecer mi madre se convenció un poco, y digo un poco
ya que cuando por fin terminó la llamada (una hora después nada más ni nada
menos), yo estaba muy nerviosa esperando que me diera una respuesta afirmativa
que me concediera el permiso más esperado.
- Lucía, te dejaré ir, con una condición: contestarás a
todos mis mensajes que te envíe al móvil, estaré cerca vigilando el ambiente, y
al final te iré a recoger.
- Mamá, no me vayas a recoger delante de todo el mundo,
por favor, me moriré de vergüenza (dije con un tono subidito).
- Eso es lo que hay y si no te gusta te quedas en casa
que es lo más cómodo para mí y lo menos peligroso para ti (me dijo con cara de
enfadada).
- Perdón (contesté como si le estuviera dando la razón).
- Ya me puedes dar las gracias, que no estoy muy segura,
veo mucho peligro.
- No pasará nada mamá, te aseguro que me comportaré
adecuadamente. Muchísimas gracias (esto último se lo grité a medida que corría
hacia ella para darle un abrazo como símbolo de agradecimiento).
Era la una de la mañana y el sueño se apoderaba de mí,
por lo que tomé un vaso de leche fría y me fui a la cama. Me desperté hacia las
diez de la mañana para llegar a tiempo a la gymkhana. Andrea y yo, quedamos
para ir hasta la plaza mayor juntas, y allí nos encontraríamos con los demás
integrantes de los “Locos fiesteros” y con los miembros de todas las peñas de
Valladolid. La gymkhana estuvo muy divertida y consistía en realizar el mayor
número de pruebas posibles en dos horas. Quedamos en el tercer puesto que, para
ser sobre un conjunto total de veinte peñas, no está nada mal. Comimos sentados
en las escalerillas de la estatua del conde Ánsurez (que en esos días lucía una
pañoleta de color violeta), situada en frente de la puerta principal del
ayuntamiento. Los bocadillos de pechuga de pollo empanada con lechuga resultaron
bastante deliciosos. Al terminar la comida se realizó la entrega de premios.
Nos tocó una bandera con fotos de la ciudad iluminada de noche (era preciosa),
la colgamos en el local que teníamos. Posteriormente nos fuimos a ver los
escaparates de las tiendas que discurren a lo largo de la calle Santiago, y
finalmente acabamos dando una vueltecilla por el Campo Grande. Elegimos ese
sitio, ya que como está lleno de árboles, el sol no dará tan de lleno a esas
horas de la tarde, como en cualquier otro punto del centro de la ciudad.
Por fin llegaron las doce (unos pocos minutos antes) de
la noche, el concierto estaba a punto de dar comienzo. El reloj del
ayuntamiento daba su famoso “doong-doong” de las horas en punto. Habíamos
cenado en un Burguer King, cercano a la calle Ferrari. Estábamos muertos de
nervios. Mi madre estaba sentada en una terraza que había en la calle lateral
al gran escenario. A nuestro alrededor el suelo estaba pegajoso del vino que
tiraban los que estaban sentados en el suelo. De repente se oyó gritar a las
chicas que se encontraban en las primeras filas. De la puertecilla de acceso al
escenario salió Melendi. Oí cantar una de las canciones que pertenecían a mi
lista de las favoritas. Todos los de la peña nos lo estábamos pasando genial,
cantando y bailando. Al poco tiempo nos habíamos quedado afónicos. Mi madre me
escribía un mensaje cada dos por tres tipo: ¿Qué tal te lo estás pasando, bien?
Era un poco pesada, también me mandaba enviarla fotos para saber cómo nos
encontrábamos (no se fiaba de nosotros).
A la media hora, después de la primera llamada de mi
madre, Andrea y yo entramos en un bar para tomar un refresco. A la salida nos
encontramos con un hombre feo, de aspecto desaliñado y con cara de maldad. Nos
amenazó a punta de navaja para que fuésemos con él. Echamos a correr, pero a
los pocos metros nos cogieron otros dos hombres y nos metieron en una
furgoneta.
CAPÍTULO 2: SECUESTRO (Teresa Martín)
La furgoneta estaba prácticamente a oscuras y apenas entraba luz por las
ventanas pintadas. Cuando Andrea y yo nos pusimos de pie la furgoneta arrancó
fuertemente y volvimos a caer al suelo ya que no había nada a lo que agarrarse,
cuando nos acostumbramos al movimiento volvimos a ponernos en pie y lo primero
que hice fue asomarme a la ventana, era pequeña, pero se veía algo. A fuera
había muy poca gente, por no decir nadie, la furgoneta circulaba por un
estrecho callejón en el que yo no había estado nunca, apenas tenía acera,
estaba iluminado por una farola titilante y que parecía que se iba a apagar en
cualquier momento y todas las casas que se veían eran muy antiguas y no parecía
que nadie viviera en ellas. Andrea empezó a golpear desesperadamente las puertas
y a gritar y yo hice lo mismo segundos después, la furgoneta paró de repente y
oímos como alguien bajaba desde el lado del copiloto y se acercaba a la puerta
que se abrió instantes después y el mismo hombre feo y desaliñado que vimos al
salir del bar apareció en la calle, Andrea y yo nos miramos y con todas
nuestras fuerzas nos tiramos sobre el hombre que nos agarró por la cintura, nos
volvió a meter en la furgoneta, entró detrás de nosotras y la furgoneta arrancó
de nuevo.
-Más os vale estaros calladitas - dijo una vez dentro con una voz grave
que llegó a asustarnos.
Andrea y yo retrocedimos y en ese momento mi móvil empezó a sonar muy
alto, a vibrar y a soltar destellitos, segundos después paró y yo lo saqué
lentamente del bolsillo bajo la atenta mirada del hombre. Miré la pantalla,
tenía un mensaje de mi madre "¿dónde estás? he dado varias vueltas y no te
he visto" era más que obvio lo preocupada que estaba, me disponía a
responderla pidiendo ayuda cuando el hombre reaccionó.
-Eh bonita, deja el móvil y dámelo- gritó.
Andrea y yo estábamos temblando cuando mi móvil empezó a sonar de nuevo,
miré la pantalla, era Juan, uno de los " locos fiesteros", me estaba
llamando. Iba a contestarle, y a pedirle ayuda lo más rápido posible, pero el
hombre adivinó mis intenciones, me arrebató el móvil de las manos y se lo
guardó en el bolsillo.
-Portaos bien si no queréis acabar en un hospital, o peor- amenazó el
hombre de nuevo.
Mi móvil sonó otra vez, por el tono adiviné que era otro mensaje, de mi
madre, seguramente, que estaría buscándome a la desesperada, o que habría
encontrado a nuestra peña y nos habría visto a nosotras. Tras otras tantas
veces sonando el hombre sacó el móvil de su bolsillo y me lo tiró.
-Haz que pare, pero no lo apagues, solo di que todo va bien, necesitamos
el móvil para pedir el rescate, después lo callas y me lo das-
"Tranquila mamá, todo va bien, estoy con Andrea buscando un
servicio" me costó escribirlo ya que las manos me temblaban mucho, lo
envié, lo silencie y cuando lo hube hecho el hombre me obligó a devolverle el
móvil. Después de un buen rato agarrando fuertemente la mano de Andrea, sin
poder decir nada del miedo que tenía me armé de valor y decidí preguntarle a
dónde íbamos, qué iba a hacer con nosotras, o algo, alguna de las preguntas que
llevaban ya tiempo rondando en mi cabeza.
-¿ A... a dónde nos... llevas?- pregunté con voz temblorosa, algo me
decía que no había sido buena idea preguntar.
El hombre soltó un carcajada seca, nos miró de arriba a abajo y noté
como Andrea me apretaba aún más fuerte la mano.
-Lejos- soltó de repente.
Andrea y yo nos miramos, nos dejamos caer sobre el suelo y sin darnos
cuenta nos quedamos dormidas.
-¡Eh, vosotras! vamos, arriba, arriba- oímos que nos gritaba alguien.
Abrí los ojos y tuve que parpadear varias veces, las puertas de la
furgoneta estaban abiertas, era de día y la luz me impactó directamente en los
ojos, Andrea y yo nos levantamos casi a la vez y un hombre distinto al de esa
noche se acercó a nosotras y nos empujó para que saliéramos de la furgoneta.
Una vez fuera pudimos ver un gran recinto con un pequeña puerta, parecía un
almacén abandonado, no había nada más salvo un enorme descampado que ocupaba
hasta donde nos alcanzaba la vista y una carretera en bastante mal estado,
seguramente por la que llegamos aquí, había tres hombres más en la calle además
del que me quitó el móvil esa noche y el que nos obligó a bajar de la
furgoneta, entre eso, que no se veía ningún pueblo cercano y que la carretera
también duraba más allá de lo que nos alcanzaba la vista nuestras posibilidades
de escapar era nulas. Andrea y yo no nos habíamos soltado desde que entramos en
la furgoneta, y ella no había dicho nada, seguramente por miedo a lo que pudiera
pasar, me resultaba muy extraño verla tan callada, ya que Andrea era muy
conocida por su simpatía y por que hablaba a todas horas con quien fuera.
- Tranquila, saldremos de esta, te lo prometo- la susurré, ella asintió
con la mirada fija en el suelo aunque ni siquiera yo estaba segura que lo que
la acababa de prometer iba a cumplirse.
Dos hombres muy fuertes nos agarraron por los hombros y nos obligaron a
entrar en el almacén, al entrar en él comprobé que realmente lo era, tenía las
paredes pintadas de blanco y negro había unos cuantos palés vacíos en una
esquina, un par de puertas, una al lado de los palés y otra debajo de unas
escaleras por las que subimos, llevaban a una especie de despacho situado una
planta más arriba. Delante de nosotras subió el hombre desaliñado que tenía mi
móvil, después nosotras con los otros dos hombres aún agarrándonos por los
hombros y detrás de ellos los otros dos hombres, los que nos obligaron a subir
a la furgoneta al salir del bar.
- Jefe, traemos a dos niñas- dijo el hombre que iba delante de nosotras
nada más entrar en el despacho.
- Muy bien Richard, ¿de dónde me las traes?- le respondió un hombre
sentado en un sillón bastante alto, detrás de un escritorio, no pudimos verle
la cara porque estaba vuelto hacia una ventana cerrada por una cortina, como en
las películas.
- Son dos que andaban por Valladolid, sabes que son fiestas por allí-
aún nos asustaba la voz del hombre
-Muy bien, ¿cómo podemos pedir el rescate?- preguntó el hombre al que
aún no podíamos ver.
- Con este trasto, lleva vibrando toda la noche- dijo cogiendo mi móvil
y tirándolo sobre la mesa.
-¡Eh! Con cuidado- le grité, tenía ganas de gritar, de llorar, de salir
de allí corriendo, de volver a casa y de pensar que todo eso era solo una
pesadilla, pero no podía.
El hombre desaliñado, Richard, le hizo una seña al hombre que me
sujetaba y este me tapó la boca con su enorme mano, yo intenté librarme de
ella, pero no pude así que terminé rindiéndome. Entonces el hombre del sillón
se giró, tuve la esperanza de ver en su rostro un cara conocida, pero no vi
nada, tenía la cara tapada por un gorro que tenía hechos, claramente a mano,
los orificios de los ojos, la nariz y la boca.
-Escríbele un mensaje a su madre que diga esto:- Richard cogió el móvil,
buscó el teléfono de mi madre y comenzó a escribir a la vez que el hombre del
sillón decía lo típico que se decía en un rescate de una película- Tenemos a su
hija, esto será fácil, queremos cincuenta mil euros por su hija y por la otra
niña, déjenlos el mes que viene en una mochila en el parque más cercano que
tenga, nosotros nos encargaremos de encontrarla, no queremos policías, si el
dinero no aparece el mes que viene no nos hacemos responsables de lo que le
pase a su hija. Enviadlo y llevadlas con los demás-
Cuando en hombre terminó de hablar no me lo podía creer, ¿de dónde iba a
sacar mi madre cincuenta mil euros? ¿qué pasaría si no los conseguía? Empecé a
marearme y me dejé llevar por el hombre que me sujetaba y que dejó de taparme
la boca. Nos llevaron a la habitación a la que llevaba la puerta que había
debajo de la escalera y en ella nos encontramos con que no éramos las únicas a
las que habían secuestrado esos hombres, en esa habitación pequeña estaban
otras dos personas, un chico de más o menos nuestra edad y una chica mucho más
pequeña apoyada sobre su hombro, al entrar nos miraron y cuando los hombres no
dejaron allí y cerraron la puerta nos encontramos los cuatro solos.
Después de un rato en el que estuvimos todos muy callados decidí dejar
de darle vueltas a las múltiples preguntas que rondaban mi cabeza y conocer a
nuestros acompañantes, si íbamos a estar allí mucho tiempo lo mejor era que
hubiera confianza.
-Hola, somos Andrea y Lucía, ¿y vosotros?- pregunté con la voz más
amable que podía usar en ese momento.
Capítulo
3 – Lara y Álvaro. (Alberto Martínez)
Andrea
y yo intentamos hablar con las otras dos personas que estábamos en la sala,
pero ellos se ocultaban respondiendo monosílabos. Creo yo que era por el miedo
que acumulaban debido al secuestro. Después de hablar un rato empezaron a
relajarse y hablamos de cosas importantes para salir de aquella sala que se
había convertido en nuestra cárcel. Antes de dormirnos ellos nos hablaron de su
secuestro:
-Nos estábamos dirigiendo hacia nuestra casa
cuando un panda que parecía peligrosa: llevaban pantalones rajados, camisetas
anchas que tenían escritos insultos y
navajas en los bolsillos que sobresalían. Nos cruzamos de acera para evitar el
secuestro pero ellos también entonces me di cuenta de que nos perseguían y
debíamos huir. Corrimos casi todo el barrio hasta que sin darnos cuenta nos
metimos en un callejón sin salido debido a una valla. Intentamos escalarla pero
nos fue imposible debido a que tenía pinchos. Los de la banda me cogieron
tapándome la boca, forcejeamos pero al final caí yo. Nos metieron en una bolsa
y aquí estamos desde hace un par de días.-¿Cómo os llamáis?-preguntó Andrea, para ir cogiendo confianza
-Yo Álvaro y mi hermana pequeña Lara.
Por fin estábamos todos más cómodos pero aún así no podíamos hacer nada para escapar de aquel hostil lugar. En esa oscura y fría noche no conseguimos ninguna pista ni de quién nos había raptado ni de cómo salir de ese lugar. A la mañana siguiente, Richard nos llevó una botella de agua.
-¿Nos puedes traer un poco de leche? – Preguntó Andrea porque ella siempre desayunaba eso y le apetecía mucho.
-No hay leche y además hasta que no nos traigan el dinero necesario no podréis moveros de aquí- Contestó Richard
Andrea iba a contestar mal pero mirando a Álvaro y a mí se contuvo. Nos dejó un tiempo sin estar sujetos a la silla para beber agua, era muy incómodo estar todo el día sentado en una silla de madera recta y no poder mover los brazos ni las piernas. Después de salir Richard a mí se me ocurrió una gran idea:
-Cuando Richard nos suelte todos lo atacaremos y lo ataremos a la silla. Después dos nos meteremos en su ropa y harán como si fueran él. Mientras distraen a los demás los se habrán quedado saldrán a toda prisa y se encontraran después a “Richard” y huirán de allí. – Dije yo con unos ojos brillantes y con cara de esperanza.
Estuvimos organizando un rato todo el plan para salir de aquel antro y encontrar a sus familias que estarían muy nerviosas de no saber si estaban vivos o muertos. También tendrían que estarlo pasando mal por la cantidad de dinero que pedían, era imposible juntar esa cantidad de dinero. Pero cuando estábamos terminando de planear Álvaro nos cortó:
-Pero se te han olvidado varios detalles: Cuando intentemos atacar a Richard, él podrá con nosotros y aunque pudiéramos con él el que se convierta en Richard lo reconocerían. –Dijo Álvaro para evitar la paliza que iban a recibir todos de Richard y además de su querida hermana Lara.
Todos nos decepcionaron al saber que estaban como al principio y no encontrábamos ninguna escapatoria. Debíamos reconocer que habían hecho un gran secuestro pero confiábamos en que la policía o alguien encontraran aquel extraño paradero donde se encontraban. Estuvimos toda la mañana callados como si estuviéramos mudos, sin vida, estábamos apartados de todo el mundo, desconectados. Intenté hablar una vez para dar ánimos pero me fue imposible la única que rompió el silencio fue Lara:
-Yo creo que nos podrán salvar confiar en mí- dijo con una voz suave y tranquila. Pero nadie la creímos
-¿Tú crees? Yo confío en ti – dijo Álvaro aunque no sé si con convicción o sin ella.
Creo que ninguno excepto Lara confiaba en que pudiéramos escapar de aquellas personas. Ese día para comer nos trajeron pan y un poco de embutido pero Richard no vino sino otra persona. Eso significaba una cosa: que allí no solo estaba uno fijo si no más. Estuvimos hablando de varias teorías sobre quién había en ese edificio pero no sacamos ninguna conclusión. Antes de la cena comentamos sobre que tal estarían nuestras familias y pensé que mi madre en parte estaría enfadada y por otra mal porque me insistió en quedarme. Andrea pensaba lo mismo de su madre y Álvaro nos contó que él no había dado ningún contacto a los secuestradores para intentar pagar el secuestro. Pensé que sería porque sus padres se pusieran a castigarlos pero después descubrí que no era por eso si no por otra cosa bien diferente.
Capítulo
4: El Impulso (Javier Jimeno)
Esa
mañana Richard entró en la habitación como de costumbre para dar un poco de
comida a los chicos. Les soltó de sus ataduras y les ofreció comida. En ese
momento lo llamaron, salió de la habitación y cerró la puerta. Álvaro, se
dedicó a observar la habitación. Vio un mueble bastante viejo y destartalado
allí. Fue en su dirección para comprobar que había en el interior de sus
cajones. En ellos, encontró unas ropas viejas y un móvil roto. Apartó un poco
la ropa y encontró una navaja pequeña y oxidada, que se guardó en el bolsillo y
siguió comiendo con los demás. Más tarde volvió Richard con un teléfono en la
mano. Estaba muy agresivo y hablaba sobre un dinero que no habían entregado. Salió
otra vez de la habitación y transcurrieron cinco minutos. Volvió a entrar pero
esta vez con una pistola en la mano. Apuntó hacia Lara y aún hablando por el
móvil, disparó delante de todos nosotros. Andrea y yo estábamos atemorizadas,
acabábamos de ver la muerte de una persona totalmente inocente. Lara había
muerto. Richard se dio la vuelta, en ese instante, Álvaro, con toda la rabia
del mundo, se lanzó hacia Richard por la espalda y le clavó la navaja en el
cuello. Richard cayó desplomado al suelo y Álvaro se dio cuenta de lo que
acababa de hacer y de lo que le pasaría. Transcurrieron diez minutos de
tensión, el cuerpo de Lara sin vida y el de Richard, igual. Entró otro guardia
en la sala y, al ver la escena, retiró de allí los cadáveres, un gesto que
agradecimos todos, y se llevó a Álvaro consigo. Andrea y yo pensamos que ya no
lo volveríamos a ver, pero no fue así. Pasaron dos días y Álvaro apareció por
la puerta de nuestra habitación, pero no era el mismo de antes. Tenía un montón
de moratones por todo el cuello, pinchazos en los brazos y varios cortes en las
piernas. Le habían dado una buena paliza por lo que había hecho con Richard.
Nos contó por todo lo que había pasado y lo que le habían hecho. Lo habían
golpeado con palos por todo el cuerpo, también con navajas, le habían hecho
cortes por las piernas y lo habían pinchado con agujas que él no sabía lo que
eran porque estaba medio adormilado. Yo empecé a pensar en mi madre, en qué
pasaría si eso que le hicieron a Álvaro me pasara a mí, y en cuanto echaba de
menos a mi familia, a mis amigos y a mi hogar. Supongo que Andrea estaría
haciendo lo mismo. Tenía la mirada totalmente perdida en un objeto y apenas se
movía. Hubo un silencio, durante ese día, casi completo. Nadie se atrevía a
hablar de lo ocurrido.
Al
día siguiente vi un cartel de un músico de Jazz y fui a leerlo. Levanté el
cartel y pude ver una especia de ventana pequeña y muy estrecha. No tenía
barrotes ni ningún tipo de objeto que nos pudiera obstruir la salida pero era
demasiado estrecho, aunque quien sabe, a lo mejor alguien podría salir por allí.
La más adecuada era Lara pero estaba claro que no. Ni Lara ni Richard,
volverían a aparecer en esta historia…
En los días siguientes se notaba la ausencia de Lara. Era
muy alegre, cuando cogimos confianza con ella en esos días no tuve tanto miedo
como el primero. Todo ello gracias a sus bromas y comentarios que conseguían
sacarnos una sonrisa ante nuestra situación. Nunca echaríamos de menos a
Richard, a partir del día en que murió fue otro guardia quién se encargó de
saciar nuestra sed y hambre.
Le vemos todos los días, en estos no se intercambia ni un
solo comentario ni pregunta con aquel guardia, sólo nos deja la comida
necesaria y se va. Es alto, musculoso, delgado y ni muy mayor ni muy joven.
Tiene el pelo oscuro, aunque casi no se le aprecia por la gorra desgastada,
sucia y descolorida que siempre lleva consigo. Tiene ojos verdes y su
vestimenta consiste en ropa ancha, de colores neutros, nada llamativo. Nunca le
he visto repetir ni un solo pantalón. No le conocíamos hasta el momento en que
se me ocurrió decirle:
-¿Cómo te llamas?- El hombre se sobresaltó hacia mi
pregunta.
- Mauro- Dijo con un tono de voz calmado y tranquilo. El
hombre oyó que lo llamaban desde la otra parte de la planta baja del edificio
después de contestarme y rápidamente dejó la bandeja con la comida del día en
una pequeña mesa de madera, circular y pequeña. Veloz corrió hacia la sala
dónde le llamaban.
Al irse el nuevo conocido, comenté la actitud serena de
aquel hombre. Llegamos a la conclusión de que no era como los demás, era todo
lo contrario. No tenía cara de secuestrador, sino de amigo. De un buen amigo.
Día a día fui haciéndole más preguntas, le pregunté dónde
nos llevarían, qué harían con nosotros y ese tipo de preguntas que aunque las
contestase no nos servirían para huir de allí. Una noche, allá sobre las tres
de la mañana, ninguno de los tres conciliaba el sueño debido a una conversación
entre Mauro y su jefe en la sala próxima a la que dormíamos. Cuando Andrea y
Álvaro consiguieron dormirse, oí lo que decían, me estremecí y mi cuerpo se
encogió a causa de un escalofrío que me dejó unos segundos muy quieta y con los
ojos cerrados. Oí nada más y nada menos algo así:
- Mauro, escucha atento.- Dijo una voz ronca al otro lado
del teléfono.
- Si, dígame jefe. – Dijo él con matices de miedo en su
tranquila voz.
- Los familiares del chico, ese chico alto y moreno…
¿Cómo se llama?
- ¿Álvaro?- Dijo Mauro más calmado e interrumpiéndole.
- Sí, ese niño. Sus parientes se niegan a pagar el doble
por su rescate, ¿sabes lo que significa, muchacho?- Preguntó su jefe elevando
el tono de voz.
- No, jefe.- Dijo Mauro dudoso.
- JAJAJAJAJA. ¡Debes matar al chaval!- Gritó el jefe.
Un gran escalofrío recorrió el cuerpo de Mauro y aquella
tranquilidad lograda a principios de la conversación poco a poco se fue
haciendo inestable. Él era incapaz de matar a una persona. Sólo sustituía a
Richard hasta que volviera otro individuo sanguinario dispuesto a acabar con
las vidas de los secuestrados. No se sentía bien en ese momento y por un instante
no contestó a su malvado jefe. Al otro lado del teléfono:
-¿Me estás oyendo idiota? Cómo no lo hagas tendré que
hacerlo yo y no solo será el chico el que acabe mal.
- Si jefe… Le oigo muy bien, ¿cuá…Cuándo quiere que le
mate?- Esta última palabra se le atragantó a Mauro en la garganta.
- ¡Pues ahora, inútil! ¡¿Cuándo si no?!- El fortísimo
grito del jefe hizo que Mauro tuviera que alejar el teléfono de su oreja.- El
niño ya no nos sirve para nada. Así que quiero oír el disparo para asegurarme
de su muerte.
Y entonces, Mauro contestó:
- Si, jefe… - Asustado, Mauro cogió la misma pistola que
había usado Richard para disparar a Lara y se dirigió a la habitación de los
chicos. Mientras caminaba, pensaba en lo mal que estaría hacer eso y que en el
fondo no era mala persona y que se acabaría sintiendo muy culpable por la
acción que iba a realizar. Así que Mauro retrocedió justo cuando se disponía a
abrir la puerta de la habitación donde dormían. Fue corriendo a la calle, al
descampado de los alrededores del edificio abandonado con la pistola en la
mano, allí finalmente disparó haciéndose oír ante el teléfono y ante su jefe al
otro lado de este.
Sin pensarlo dos veces, guardó la pistola en el bolsillo
de su chaqueta negra y corrió hacia nuestra habitación por los estrechos
pasillos de aquel edificio procurando cerrar la puerta por la que había salido.
Al llegar a la nuestra la abrió suave y delicadamente por el pomo. Una vez
dentro se acercó a nosotros y cogió a Álvaro en brazos y se lo llevó. Pensé que
lo iba a matar (cuando no era así) y me sentí fatal al ver que no hice nada
para evitar que se lo llevara.
Cuándo Álvaro despertó se encontraba en una caseta muy
limpia por dentro y desagradable y en ruinas por fuera, allí dormía Mauro. El
joven se quedó sorprendido al ver la buena persona que era Mauro, ese lugar no
le correspondía.
Pensé: Lara muerta, Álvaro escondido y sin poder salir de
su escondite… ¿Cómo acabaré yo?
Capítulo 6: Muerte, amor y sufrimiento. (Guillermo Reguero)
A la
mañana siguiente me desperté agotada por el poco sueño que había podido
conciliar debido a la juerga que se monto allí. Después de enfocar mejor la
vista por el hueco de la puerta con barrotes de acero no pude divisar a Mauro
lo cual me llevó a unas conclusiones no muy positivas. Enseguida me di la
vuelta y desperté a Andrea de su profundo sueño.
-¡Que
quieres, que estaba muy a gusto!- Dijo ella en un tono de pocas amigas.
-Que…
que no está Mauro.- Dije asustada por mi súper precipitada conclusión y por el
susto que me pegué al escuchar ese tono de voz con el que me habló.
Mis
sospechas se hicieron realidad una hora después de la conversación con Andrea.
Un hombre, de una pinta de chusma que no podía ni verla su madre, entró dando
una patada a la puerta, que por cierto la dejó como las giratorias de un hotel,
y consigo en las manos llevaba el cuerpo muerto de Álvaro y de Mauro. Les dejó
tirados en el suelo y nos miró con una cara de advertencia, con mala leche que
cualquiera que lo viese lo fliparía. Pero cuando estaba a punto de irse se dio
la vuelta y nos amenazó con lo siguiente:
-Si
intentáis algo parecido ya saben ustedes lo que las puede pasar- Dijo
acompañado de el típico gasto con el que usas el dedo como un cuchillo que te
corta el cuello. -¡Entendido!- Dijo sin andarse con rodeos.
-Sssssss…..si,
entendid….o- En ese momento se nos atragantaron las palabras por lo asustadas
que estábamos.
Cuando
se fue pude deducir que por como formuló la primera oración podríamos
determinar que era colombiano. Con miedo dimos la vuelta a los cadáveres y nos
llevamos las manos a los ojos por la fea escena que estábamos viviendo en aquel
momento. Les habían hecho una corbata colombiana que ni el que la inventó
podría hacerlo a ese nivel. Lloramos unos minutos y al cabo de un tiempo
retiraron los cuerpos de nuestra habitación.
Miré
a Andrea, me eché en la cama y pensé que podrían hacer con nosotras si
intentáramos hacer lo mismo. Me dormí y así acabó este mal día.
A la
mañana siguiente me desperté temprano al oír el chirrido de la puerta al
abrirse, me giré y vi la silueta de un chico rubio, alto y flaco. Cuando lo vi
mejor el corazón se puso a bombear y en mi mente la canción de cuando te
enamoras. Cuando se me calló la baba conseguí volver, de aquel mundo de yupi,
me puse roja como un tomate al creer que él podía haber visto aquella infortuna
acción. Nos mantuvimos en silencio durante los últimos cinco minutos hasta que
me atreví a hablarle.
-Hola,
¿Cómo te llamas?- Le solté así sin más.
- Me
llamo Fernando, Fernando Alonso- Dijo entre los dientes.
Andrea
con lo impulsiva que es dijo la mayor tontería que se le podía ocurrir a
alguien en este mundo
-¿Qué
tal te va por Ferrari?- Dijo partiéndose la caja.
A él
no le hizo ninguna gracia pero Andrea siguió a su royo.
-¿Crees
que este año te alzarás como el mejor del mundo?- Esta vez se volvió a partir la caja pero con más
ímpetu y además se puso a hacer el sonido de los coches de fórmula uno.
Después
de terminar yo la di un golpe en el brazo diciéndola que ya vale la bromita. Se
arrepintió y se levantó dirigiéndose hacia Fernando y esta le dijo:
-Lo
siento mucho mi intención no era humillarte sino romper un poco este ambiente
de tristeza- Le dijo con un tono de arrepentimiento.
Él no
contesto y Andrea se volvió a sentar de nuevo en su sitio. A los quince minutos
Frenando se levanto y dijo una serie de palabras variadas a los cuatro vientos
por el hueco de la puerta. En ese momento se abrió la puerta de la habitación y
entró el colombiano. Miró a Fernando, lo cogió y lo sacó de la habitación.
Lo único que alcance a oír fuera de esta
habitación y los gritos de dolor que provenían de Fernando….
Capítulo 7: El médico (María Pérez)
Después de un rato
Fernando entró de nuevo en la habitación y nos contó que le habían torturado
hasta que dijera un teléfono para pedir el rescate. Al final había decidido
dárselo porque si no le iban a matar. Cuando Fernando me hablaba no me podía
concentrar en sus preciosos ojos azules. No sabía cómo podía ser capaz de solo
pensar en él en estos momentos teniendo en cuenta que podíamos morir si no
pagaban nuestro rescate. Cuando hubimos hablado un rato me di cuenta de que el
apenas me hacía caso ya que Andrea siempre había captado la atención de los
chicos mucho mejor que yo, ella era muy guapa y era alta y esbelta. Cuando me
di cuenta de ello me puse celosa de ella. Después de un rato Fernando pidió ir
al baño y en ese momento yo me dispuse a hablar con Andrea:- Fernando es muy guapo ¿no?
- Si (me contesto Andrea ) He notado como le miras y quiero que sepas que a mí no me gusta , que yo ya tengo a mi novio y cuando salga de aquí todo volverá a ser como antes
- Andrea … si fuera tu no estaría segura de que fuésemos a salir de aquí , piden mucho dinero y nuestros padres están en paro , a no ser que la policía nos encuentre antes de que nos maten va a ser muy difícil salir
En ese momento entró Fernando con la cara pálida como si le hubieran dado un susto de muerte o hubiera visto algo imposible.
- Chicas no os quiero asustar pero mientras estaba en el baño he oído una cosa que … bueno mejor será no contároslo
- ¡No! (dijo Andrea ) dínoslo queremos saber qué es lo que has oído
- Pues…las personas que visteis muertas no eran quien creíais que eran .He oído que no habían matado a Álvaro y a Mauro, solo querían meteros miedo y que los muertos eran dos personas que se parecían a ellos. Y además han hablado de que vuestros padres… aún no han podido pagar el rescate y que en ese caso ya no les servís
En ese momento caí desplomada en el suelo y los dos se asustaron mucho y pidieron socorro en ese momento apareció un hombre que nunca jamás desde que llegamos allí habíamos visto. Al entrar nos pidió silencio con el dedo índice sobre sus labios. Aunque allí no le habíamos visto estaba casi segura de que en algún momento lo había visto. Me dio agua y me sentó para que recuperara la consciencia. Él nos dijo que si no hablábamos y nos portábamos bien nos dejarían salir de allí en breve pero que si pedíamos muchas cosas o molestábamos nos matarían. Yo dudé de sus palabras pero no quise arriesgarme a que me mataran. Después de esto me acordé de la conversación que antes de todo esto había tenido con mi amiga. Intenté hablar con Fernando pero no sabía que decir, él siempre me contestaba con monosílabos. Así que dejé de hablar
De repente me di cuenta de que después de hablar me había dormido sin quererlo, y que aun sentía algo raro dentro. Empecé a sospechar que el agua que me habían dado horas antes debía de llevar algo más. En ese momento me di cuenta también de que estaba sola en otra habitación distinta a la anterior. Entonces entró en la habitación el mismo hombre que me había dado el agua al desmayarme. Me contó que era un médico que me había tratado antes ya que yo tuviera mucha facilidad para desmayarme y que mis padres habían pedido que pudiera venir al menos para darme una pastilla para disminuir mis desmayos. Entonces recordé que le conocía y le pregunté:
- ¿Me van a dejar salir?
- No lo más probable es que estéis aquí más de un mes a no ser que tus padres paguen el rescate, por eso me han mandado aquí. Ahora no, pero en vuestra habitación hay una cámara , será mejor que dejéis de hablar de cómo escapar porque me han dicho que como no dejéis de hablar de ello acabaran por mataros
- Vale, tú me iras informando ¿no?
- Pues no creo seguramente solo te pueda ver cuando te desmayes o te pase algo grave.
En ese momento entró un hombre que me llevó de nuevo, y con los ojos vendados, a mi habitación. Andrea seguía dormida y era muy raro, pensé que también a ella la habrían dado una pastilla para que durmiese hasta tarde.
En ese momento se despertó Fernando y me pregunto:
- Tu amiga… ¿tiene novio?
En ese momento sentí una punzada pero aun así le contesté:
- Si tiene novio pero… nos si ella quiere.
- ¿Por que dices eso?
- Pues todo el mundo menos ella sabe que mientras esta con ella está también con otras chicas. Yo se lo he dicho porque la quiero pero ella nunca me ha hecho caso…
Ella no se despierta … deberíamos llamar a alguien lleva mucho tiempo dormida
Entonces entró mi médico y se llevó a toda prisa a Andrea…
Capítulo 8:El cambio (Javier Silva)
Después
de que se llevara a Andrea, Fernando y yo nos quedamos de piedra,
mirándonos sin saber que decir,
estábamos muy preocupados por ella. A los cinco minutos entro de nuevo el
médico con una cara muy larga y nada más vernos nos miro con aire muy triste
diciéndonos que no le habían dejado curarla y que se la habían llevado a otra
sala y que no sabía si la volveríamos a vernos quedamos con una cara de
preocupación que no se podría describir y cuando ella volvió a entrar nos
alegramos tanto que queríamos abrazarla pero el colombiano no nos dejaba y nos echó una mirada fulminante, de esas que
echan las madres cuando haces algo muy mal . Les conté a los dos que había
cámaras y que no podíamos hablar de huir ni de rebelarse y Andrea nos conto que
la habían tenido que inyectar adrenalina para que la bombeara el corazón y que
mientras la traían había visto donde estaba la puerta de salida pero todo esto
al oído. Nos dijo que era casi imposible salir por la puerta principal pero que
hay una gran puerta en la parte trasera, por donde entrarían los camiones
cuando la fábrica funcionaba, que estaba medio abierta y que en un descuido
podían intentarlo. Tuvo que parar de hablar porque entro otro de los
secuestradores, este no había entrado nunca pero tenía un aire familiar, nos
cogió a Andrea y a mí por los brazos con tanta fuerza que yo creía que me iba a
amputármelo y nos sentó en una silla nos ato y nos dijo:
- No
querríamos mataros asique os vamos a dar una oportunidad de que llaméis a
vuestras familias y las canezcáis de que paguen, sino acabareis como el. Dijo
mientras señalaba a Álvaro que aunque no nos lo pudiéramos creer estaba vivo
pero atado con unas esposas al radiador y con la cara casi desfigurada de los
golpes y maltratos que le habían hecho.
En
ese mismo instante nos dieron un móvil y marcaron primero el número de la madre
de Andrea. La conversación fue más o menos así:
Madre
– ¿Quién es?
Andrea-Mama
soy yo Andrea, estoy bien pero por favor necesito que pagues la fianza para
volver a verte. Dijo esta entre lágrimas.
Madre-
¿Dónde estás?
Andrea-
Adiós te quiero mama. Dijo esta justo cuando el hombre la quitaba el teléfono
de las manos
Ahora
tu me dijo a mi mientras Andrea lloraba, me paso el teléfono pero justo cuando
iba a decir hola se colgó el teléfono, era como si estuviera pinchado como si
alguien más lo estuviera oyendo, el chico, que se llamaba Roy colgó rápidamente
a dos compañeros y se fue con mucha prisa al piso de arriba.
Nos
llevaron hasta nuestra sala y allí estaba Fernando esperándonos pero para
sorpresa nuestra estaba con otra chica a la que acababan de traer, ella era
baja, morena, con los ojos grandes y para mi bastante guapa, lo que me fastidio
al verla tan pegada a Fernando.
Ella
se presento y dijo que era de Ibiza y que tenía quince años, nosotros nos
presentamos y madamas sentarnos entraron cuatro hombres diciendo que nos
teníamos que marchar que la policía había encontrado la localización de la fábrica
y que tendríamos que huir a algún lugar hasta encontrar un buen sitio.
Nos
metieron en una furgoneta y nos llevaron hasta un bosque donde dijeron que
pasaríamos la noche y que al día siguiente buscarían otro lugar para poder asentarse.
Pusieron varias sabanas con cuerdas entre arboles y nos dijeron que nos quedáramos
allí sin salir ni decir nada. Tras un rato de hablar entre los cuatro sobre lo
que pasaría con nosotros decidimos que si había una oportunidad para escaparse
era esa y que tenían que intentarlo. Deciden esperar a la noche, ya que si lo
hacen de día les verían más fácilmente. Mientras esperaban oyeron algo que les horrorizo:
-La
familia de el chico, Fernando a pagado tenemos que llevar le y así nos quitamos
un peso de encima.
-¿Y
donde dejamos a las otras tres chicas?
-
Podríamos matarlas y así no nos tendríamos que preocupar por ellas
-
Seria perder mucho dinero pero matar a una seria buena idea tenemos que elegir
a una de ellas.
-La
que más problemas a dado ha sido Andrea asique deberíamos matarla a ella.
-No
me parece mal, mañana por la mañana podremos, déjala dormir una última vez.
Nada
más oír esa última palabra todos nos asustamos y decidimos que nos iríamos las
tres chicas y que Fernando se quedaría ya que él estaba salvado.
CAPÍTULO 9: Solos en el bosque (Guiomar
Peñas Garrido)
Pero
Fernando era un buen chico, todo un caballero y no pensaba, por mucho que
dijeran sus amigas, dejar solas a las tres chicas. Habían pasado muchos
momentos de tristeza e incertidumbre juntos y no podían separarse así como si
nada, tenían que permanecer unidos hasta que encontraran una solución.
Mientras
tanto, Juan Carlos, que era así como se llamaba el hombre colombiano, estaba
haciendo planes con la ayuda de otros dos hombres muy fuertes y corpulentos,
sobre el posible paradero de los chicos.
No
había nada claro y mucho menos ahora que las cosas se habían complicado y les
habían obligado a marcharse de su anterior refugio. De repente suena un móvil
lo que provoca el sobresalto de los chicos, pero con un poco de atención
consiguen escuchar toda la conversación:
-
Dime, jefe, ¿qué desea?
-
Juan Carlos, hay alguien que conoce
nuestros movimientos, no estoy seguro de quién anda detrás de la investigación,
pero hay fuentes que podrían informar a los ciudadanos y nos desarmarían
nuestro plan.
-
¡OH NO!, ¿y ahora qué hacemos?
-
Debemos ser muy audaces y sobre todo
más listos que ellos. Tenemos a mucha gente detrás de esto y no podemos
arruinarnos por culpa de esos idiotas.
-
Pero nosotros tres solos no podemos
ocuparnos de los chicos, es mucho trabajo. ¡necesitamos refuerzos!
-
Bueno, mandaré refuerzos cuando crea
oportuno, mientras tanto a callar y os conformáis con lo que tenéis. No seáis
vagos que todavía hay mucho trabajo por hacer.
-
Sí, señor. Hace unos minutos César,
Manuel y yo comentábamos que hacia donde debemos dirigirnos, además los chicos
están sospechando algo, ya que está mañana les oímos hablar de que ahora podía
ser más fácil escaparse, ya que tenían una nueva oportunidad.
-
Ah por cierto ¿Dónde los habéis dejado?
-
En un bosque a varios kilómetros del
almacén.
-
Pero inútiles ¿Qué habéis hecho? ¿Y
dónde estáis vosotros?
-
Nosotros hemos montado una tienda, y
hasta que encontremos un lugar más confortable, nos quedaremos allí, en el
bosque. Es una zona segura, poco poblada y sin vigilancia, no nos podrán
encontrar. A los chicos les hemos puesto unas sábanas atadas en unos árboles y
allí no pasarán frío.
-
A ver, confío en que el lugar del que
hablas pueda ser un sitio seguro, creo que os podéis quedar allí unos días más
pero debemos pensar en otro lugar porque los padres de los chicos han avisado a
la policía de la desaparición de sus hijos y tenemos el tiempo contado si
queremos conseguir el dinero del rescate.
-
Adiós jefe te iremos informando de todo
lo que suceda.
Mientras
tanto la ciudad de Valladolid estaba conmocionada con la noticia de la
desaparición de dos chicas durante las fiestas. Los padres de éstas no sabían
que hacer, no tenían la cantidad tan sumamente elevada para pagar el rescate. Ya
habían informado a la policía pero ellos les habían dicho que no estaban muy
seguros, pero sospechaban, que quiénes tenían a sus hijas, era una banda muy
peligrosa. Y se tardaría un tiempo en localizarles, por las pistas que el
médico, amigo de la familia, les había podido dar.
Carmen,
Fernando, Andrea y yo estábamos cada vez más asustados, habíamos oído toda la
conversación de Juan Carlos con el jefe, aunque sabíamos que nuestros padres
habían avisado a la policía y que ellos ya nos estarían buscando, no sirvió
para quitar nuestras preocupaciones. Esos tipos eran muy sanguinarios no tenían
sentimientos y seguro que por su cabeza rondaba la idea de acabar con alguno.
De
repente oímos un ruido que nos estremeció. Fernando se atrevió a levantar las
sábanas con las que nos habían cubierto y cual fue nuestra sorpresa que
nuestros secuestradores habían arrancado la furgoneta y se habían marchado de
aquel lugar. Teníamos vía libre, ahora estábamos mucho más tranquilos y
esperanzados, seguramente esos tipos nos habían abandonado porque el jefe les
necesitaría y volverían cuando menos nos lo esperáramos, pero de momento podíamos
estar
un poco más contentos dentro de nuestra profunda tristeza.
Capítulo 10: PERDIDOS
EN EL BOSQUE (Mónica Sanz)
Durante toda la mañana estuvimos andando por el bosque para ver si podíamos llegar a algún sitio o encontrar a alguien que pudiera ayudarnos. A cada paso que dábamos sentíamos que nos adentrábamos más en el bosque y que sería imposible escapar.
Durante toda la mañana estuvimos andando por el bosque para ver si podíamos llegar a algún sitio o encontrar a alguien que pudiera ayudarnos. A cada paso que dábamos sentíamos que nos adentrábamos más en el bosque y que sería imposible escapar.
Cuando llevábamos ya tres horas aproximadamente caminando
hubo una sorpresa que nos alegró muchísimo. Vimos a Álvaro y a su hermana
pequeña Lara también caminando en medio del bosque. Nos quedamos todos atónitos
de verlos, y Carmen los conoció. Paramos para comer y todos nos contamos
nuestras vivencias durante el tiempo que no habíamos estado juntos. Álvaro nos
contó que había estado atado a una silla todos los días anteriores y que solo
le dejaban desatarse para dormir. Lara también nos contó que había estado sola
en una habitación porque la obligaron a simular su muerte, y solo veía a Álvaro
para dormir. Nosotros también les contamos lo que nos había pasado y Carmen nos
describió el momento en el que la secuestraron. Todos estábamos un poco más
alegres pero sin olvidarnos de nuestra triste situación. Yo también estaba más
contenta ya que durante esa mañana me había hecho más amiga de Fernando. Pero
cuando apareció Álvaro me di cuenta de que él también me gustaba, aunque algo
menos.
Después de comer, descansamos un rato antes de comenzar
otra vez a caminar. Cuando ya nos sentíamos con fuerza, comenzamos de nuevo en
busca de una salida de aquel frondoso bosque. Cuando pasó media hora desde que
comenzamos a andar, nos dimos cuenta de que Lara se había perdido, no estaba
con nosotros. Para comenzar a buscarla nos dividimos en dos grupos: Carmen,
Álvaro y Andrea y Fernando y yo. Los grupos los organizó rápidamente Andrea,
que me dejó a solas con él porque sabía que me gustaba. Durante la búsqueda
Fernando y yo nos hicimos muy amigos, nos conocimos mejor y yo no sabía si
decirle lo que sentía por él. A medida que se iba pasando la tarde cada vez me
gustaba más y también pensaba que él sentía algo por mí. En esa tarde estuve
muy feliz de estar a su lado pero también estábamos preocupados por no
encontrar a la pequeña Lara. Faltaban quince minutos para reunirnos todos en el
sitio acordado y no la encontrábamos, cada vez estábamos preocupados cuando
ocurrió algo…tal que así:
Yo: Fernando, Lara no aparece, deberíamos ir a reunirnos
con los demás.
Fernando: Tranquila seguro que aparece ya lo verás.
Yo: Eso espero. (Sonreí) Antes de reunirnos con los demás
quería decirte algo…
Fernando: Yo también tenía una cosa que decirte…
No hizo falta que las palabras salieran de nuestras bocas
porque sentí que me acariciaba la mano, nos miramos y sentí el contacto de su
boca contra la mía, nos besamos. Pero mi ilusión no duró mucho porque de
repente apareció Lara andando y llorando. Cuando nos dimos cuenta, fuimos
corriendo hacia ella, y la contamos que el beso que había visto, no podía
contárselo a nadie, era un secreto. Ella nos contó que mientras caminaba se
distrajo mirando una mariposa y se despistó, cuando se quiso dar cuenta ya
estaba bastante alejada del grupo y les perdió la pista. Entonces fuimos al
punto de encuentro donde esperamos a los demás que tardaron poco tiempo, unos
tres minutos en llegar. Cuando nos reunimos, todos se alegraron de haber
encontrado a Lara. Nos quedamos un rato a descansar entre los árboles.
Durante ese tiempo Lara y Álvaro estuvieron todo el rato
juntos y sospecho que durante ese rato Lara le contó a Álvaro la historia del
beso. Ya que desde aquel momento cada vez está más distante conmigo. Justo
cuando íbamos a emprender la marcha de nuevo, vimos llegar a la furgoneta de
los secuestradores, todos nos asustamos mucho y salimos corriendo por un camino
que no habíamos tomado nunca antes. Por suerte pudimos ver que los
secuestradores empezaron a buscarnos por otro camino. Cuando llevábamos una
hora andando aproximadamente, pudimos ver que había una salida del bosque y que
había una carretera a apenas cien metros. Todos nos alegramos al saber esto y
fuimos corriendo a la carretera para llamar la atención de los coches y que
alguno de ellos parase y nos ayudara.
Capítulo 11: El intento de huida (Rodrigo Olmedo)
Entonces cuando estábamos
en esa carretera miramos a ver si pasaban coches pero no pasaba ninguno.
Empezamos a desilusionarlos y decidimos esperar un poco. Al cabo de una hora Álvaro
dijo:
Álvaro: deberíamos
irnos ya, no sea que Juan Carlos y los demás aparezcan y nos vuelvan a coger.
Lara: sí, no me
gustaría volver con ellos, pongámonos de camino.
Lucía: ¿y qué
dirección tomamos?, seguimos por la carretera o la cruzamos y seguimos por el
otro lado del bosque?
Fernando: deberíamos
seguir la carretera.
Lara: vamos.
Cuando llevábamos
media hora andando vimos venir una furgoneta. Hicimos señas pero al poco tiempo
nos dimos cuenta de quien eran…
Álvaro: ¡corred!
¡Meteros al otro lado del bosque!
Lara: vamos chicos.
Entonces ellos se
bajaron del coche y al poco tiempo nos dieron alcance a todos. Sin decir ni
palabra nos volvieron a subir en la furgoneta atándonos con una cuerda las
manos y los pies.
Estuvimos en el coche
toda la tarde y parte de la noche hasta que llegamos a otra fábrica totalmente
distinta. Por lo que entendí estábamos en la frontera con Francia.
Entonces Juan Carlos
y Julián, que así se llamaba el nuevo ayudante nos bajaron del coche, nos
dieron de comer y nos dejaron hacer nuestras necesidades. Cuando ya pensábamos
que íbamos a entrar en la fábrica nos volvieron a meter en el coche.
Proseguimos el camino
durante toda la noche y a primera hora de la mañana estábamos en las afueras de
París. Allí entramos a unas naves abandonadas por fuera pero por dentro había
cuartos con puertas de hierro y a medida que íbamos pasando fuimos viendo a
algunos niños dentro de esas celdas.
Luego nos metieron en
una a todos y al cabo de un rato se llevaron a los chicos.
Nosotras nos quedamos
solas pensando en lo que les harían y cuando ya nos habíamos dormido, entraron
ellos diciendo:
Juan Carlos: alá, ahí
están, creo que han aprendido la lección y más os vale a vosotras aprenderla.
Álvaro tenía muchos
golpes por toda la cara pero Fernando tría todo el cuerpo magullado y golpeado
por todos los lados. Le sangraba la cara y la nariz y casi no se tenía en pié.
Álvaro nos contó lo
que había pasado:
Álvaro: nos han
estado golpeando y torturando y Fernando encima dijo que todo había sido culpa
suya, entonces, a mí me metieron a otra habitación y siguieron con él. También
han dicho que vuestros padres están intentando conseguir el dinero del rescate
pero solo tienen una semana y dos días, si no, os matarán.
Andrea empezó a llorar
y Lara y yo la intentamos consolar pero ella decía que nos iban a matar a todos
y encima nuestros padres se quedarían sin dinero.
A la mañana siguiente
entró Julián y le dio el teléfono a Lara para que hablase con sus padres y les
pidiera el dinero, ella se negó y entonces entró en la sala un hombre vestido
con un traje negro. Era el jefe.
Capítulo 12: Nuevos
hechos (Roberto Quiroga)
El
jefe era alto y un poco gordo. Era feo, tenía una cicatriz que le atravesaba la
mejilla de arriba abajo, y tenía un ojo verde y el otro azul. Tenía una voz
fuerte y ronca.
-Mario:
Hola, me llamo Mario. Me han dicho que la chica no quiere llamar a sus padres
para pedirles el dinero. Los demás, tenéis dos horas para convencerla de que
les llame, si no tendremos que ocuparnos de ella.
Cuando
se fue, todos estuvimos hablando con Lara para que llamase a sus padres, que la
matarían. Necesitamos una hora para convencerla. Llamamos a Julián, y le
dijimos que Lara había aceptado, que llamaría a sus padres.
Julián
se fue, y al rato volvió acompañado de Mario y de Juan Carlos. Juan Carlos
llevaba un móvil, que le dio a Lara. Marcó entre sollozos el número de sus
padres. Les dijo que tenían que pagar su rescate. Cuando colgó, había estallado
en lágrimas. Mario esbozó una sonrisa y se fue, acompañado de Juan Carlos y
Julián. Estuvimos consolando a Lara.
Horas
después llegó Julián con la cena, que consistía en un bocadillo y un vaso de
agua. Cenamos sin ganas, y nos fuimos a dormir. Me desperté en medio de la
noche. No podía dejar de pensar en mis padres, lo preocupados que estarían,
sabiendo que no podrían pagar mi rescate. Me volví a dormir.
Desperté
cuando los rayos de sol golpearon mi cara, atravesando la pequeña ventana que
estaba en la celda. Desperté a los demás. Fernando y Álvaro estaban peor que
antes. Los golpes se habían hinchado y les habían deformado la cara.
Estuvimos
hablando sobre posibles ideas para escapar de allí, y si fuera posible,
rescatar a todos los demás niños que en ese edificio se encontraban. De momento
solo conocíamos a tres personas que se encontraban allí, a Mario que era el
jefe, a Juan Carlos y a Julián. Pensamos que tendría que haber más gente,
porque era imposible que tres personas hubiesen podido secuestrar a tantos
niños. Para planificar la escapada solo contábamos con tres secuestradores.
Tendríamos que fugarnos cuando nos diesen de comer, ya que es el único momento
en el que la puerta se abre. Tendríamos que ser rápidos. Álvaro y Fernando se
encargarían de noquear al que viniese a darnos de comer. Saldríamos corriendo
hacia la puerta, que estaba situada a aproximadamente 50 metros de nuestra
celda. Todavía nos quedaba el inconveniente de que haríamos al salir. Estábamos
en Francia.
Después
de hablarlo durante un buen rato, decidimos que buscaríamos a un policía e
intentaríamos explicarle lo que nos había pasado. El plan podía salir. Lo
ejecutaríamos este mismo día cuando nos fuesen a traer la cena.
Estuvimos
hablando, hasta que vimos a Julián con las bandejas de la comida, se estaba
acercando a nuestra celda, Fernando y Álvaro estaban preparados. Abrió la
puerta de la celda, y Fernando y Álvaro le pagaron dos puñetazos en la cara y
le tumbaron. Corrimos con todas nuestras ganas hasta la puerta, la abrimos y
salimos al exterior. Pero hubo un problema, en la puerta había dos guardias que
al vernos abrir la puerta y salir, se abalanzaron sobre nosotros. Nos atraparon
a mí, a Andrea, a Lara, a Carmen y a Fernando. Álvaro logró huir. El plan había
fallado. La banda estaba compuesta por más gente.
Nos
devolvieron a nuestra celda. Mario vino con cara de pocos amigos hacia
nosotros. Nos gritó:
-Mario:
¡Estoy harto de vosotros! Sois los únicos que me estáis dando problemas, no os
mando matar porque sería mucho dinero perdido.
Nada
más decir esto, ordenó que buscaran a Álvaro con todos los medios posibles a su
alcance. Todos sabíamos que Álvaro no nos abandonaría. La que más estaba segura
era Lara. Sabía que su hermano no se acobardaría.
Estaba
atardeciendo, cuando de pronto se abrió la puerta de la celda. Julián había
traído a Álvaro de vuelta. Nos contó que había corrido por un camino de tierra
que había, pero que no parecía llevar a ninguna parte. Un coche iba corriendo
detrás de él, paró delante de él y Julián le empujó al interior del coche.
Ya
no podríamos huir. A partir de ahora, Mario centraría la vigilancia en
nosotros, que somos los alborotadores. Además ese día no tendríamos cena ni al
día siguiente ninguna comida, en castigo a nuestro comportamiento. Nos fuimos a
dormir con nuestros estómagos rugiendo.
Por
la mañana del día siguiente no pasó nada. Pero aproximadamente sobre el
mediodía, vino Mario, visiblemente enfadado. Había llamado a los padres de
Andrea para comprobar si habían reunido el dinero del rescate. Estos le
contestaron que no lo conseguirían, aunque tuviesen un mes entero no lo
lograrían. Mario sacó una pistola del bolsillo de atrás y apuntó a Andrea. Dijo
que ya no servía y que podía deshacerse de ella. Apretó el gatillo. Todos
gritamos, excepto Fernando, que lo que hizo fue ponerse entre Andrea y Mario,
recibiendo la bala en el costado. Se dejó caer Sobre el suelo. Mario se quedó
asombrado. Todos corrimos hacia Fernando. Se retorcía de dolor. Tenía un
agujero en el costado.
Le
pedimos a Mario que llamase a un médico. Este hizo lo que le pedimos y sacó su
móvil y llamó a un amigo suyo, que parecía que era médico.
El
médico llegó en cuarto de hora. Estuvo otros quince minutos con Fernando.
Cuando acabó, nos dijo que le quedaba poco tiempo de vida. Aproximadamente una
semana y con algo de suerte, dos. No había ningún modo de que se salvase. Mario
le dio las gracias, y le acompañó a la salida. Dijo que perdonaría a Andrea, ya
que Fernando iba a morir, aunque fuese una o dos semanas después.
Capítulo 13: Una esperanza (Carlos Pinto)
Después de las
terribles noticias que nos habían dado acerca de la salud de Fernando estábamos
desolados, todos pensábamos que quizá también nosotros íbamos a terminar igual
que nuestro pobre amigo. Se nos estaba acabando la esperanza, más aún si pensábamos
en las enormes dificultades que nuestros padres tendrían para reunir el dinero
del rescate, ya que sabíamos por las conversaciones que habíamos mantenido, que
la situación económica de nuestras familias no era muy buena.
Estuvimos muy
tristes todo el día, nadie se atrevía a decir nada, y de pronto entró
sigilosamente en nuestra celda una señora gruesa, y extrañamente con cara
agradable, con una bandeja cargada de cuencos humeantes, diciendo en voz muy
bajita…¿Avez-vous faim? Carmen que sabía bastante francés respondió: oui, oui.
Todos le
preguntamos al unísono, ¿qué ha dicho? Carmen respondió: pues que si tenemos
hambre, y al unísono, también, todos respondimos: oui, oui.
Je m´appelle Martine, et vous. Carmen
nos tradujo: dice que se llama Martine y nos pregunta que como nos llamamos
nosotros. Le fuimos diciendo nuestros nombres, y nos dijo “comer, comer” esto
ser bueno… Cogimos con gran ansiedad la sopa que nos ofreció la buena Martine,
era la primera comida caliente que comíamos en dias, la devoramos en apenas
unos segundos. Martine se llevó el dedo índice a los labios, queriéndonos decir
que guardáramos silencio, recogió todos los cuencos, y se fue sin hacer ruido.
Todos nos quedamos
sorprendidos, y seguramente todos pensábamos ¿quién era Martine? ¿Podríamos
confiar en ella? ¿Nos ayudaría a escapar?
De pronto oímos
voces, con un reconocible acento colombiano – Martine ,¿que hases tu por acá?¡Váyase!.
Era Juán Carlos, con esas terribles voces espantó a la pobre Martine.
Juan Carlos, entró
dando un portazo, estaba terriblemente enfadado- Habéis visto la suerte que ha
corrido vuestro amiguito Fernando, ¿quién quiere ser el siguiente?
Al oir esas
palabras nos pusimos a temblar, y yo me eché a llorar pensando en Fernando, ¿es
posible que no le volviera a ver?-¿Cómo está?, le pregunté a Juan Carlos
-Ya habéis oído al
médico, sólo le quedan dos semanas de vida, el mismo tiempo que a vosotros si
vuestros padres no pagan vuestro rescate, así que id rezando todo lo que sepáis.
Se marchó como
había venido, dando un portazo.
Esa noche nos costó
dormir, pensábamos en Fernando, en nuestras familias, en si podrían pagar
nuestro rescate, y Lara, de pronto dijo en voz alta: chicos seguro que esto
pronto será sólo una pesadilla, ¿Os habéis fijado en Martine? ¡Ella nos va a
ayudar!
Capítulo 14: El topo. (Alba Martín)
A la
mañana siguiente, parecía que el
ambiente estaba un tanto más calmado. En el rostro de Andrea se notaba la
preocupación, a la vez que un rayo de esperanza, tras haber conocido ayer a
Martine , Andrea pensaba que Martine los
ayudaría a escapar de allí y también ayudaría a Fernando, todos sabían que ella
era alguien importante que no se hacía notar, ya que Juan Carlos no le había dicho nada a Mario sobre el tema de la cena.
Ese
mismo día a la hora de comer volvieron a ver a Martine les traía otra bandeja
con comida, los observaba con una sonrisa en la cara que era bastante
agradecer, pues las pequeñas muestras de cariño que mostraba ella hacia que
ellos les hacía sentirse apreciados. Andrea le pidió a Carmen que le preguntase
a Martine que quién era ella, esta respondió diciendo que era la hijastra
de Mario, que su madre había muerto
recientemente y por ello solo le quedaba Mario, además les contó que no estaba
de acuerdo con lo que su padrastro estaba haciendo y por ello les llevaba
comida, no había cámaras en la celda en
la que se encontraba, por ello hablaban tranquilamente pero con
precauciones. Martine se fue, todos se
quedamos un tanto sorprendido y sin saber muy bien como reaccionar.
Andrea
miró rápidamente a los demás y dijo:
Andrea:
¡La tenemos, una nueva oportunidad!
Álvaro:
Lo dudo Andrea.
Andrea:
Pero Álvaro, no te das cuenta Martine, ella es nuestra salvación.
Lara:
Puede que Álvaro tenga razón.
Carmen:
Y además ayudaremos a Fernando.
Tras dos
días habían conseguido elaborar un plan que les llevaría a la huida de ese
lugar, Martine les había ayudado en todo lo que podía y además estaba dispuesta
a intentar ayudarles a salir de allí. El plan que tenían era bastante claro
para que no se cometiera ningún problema ya que eso supondría un gran
retroceso, Martine les había informado de que ese día su padrastro se
encontraría en Barcelona ya que tenía asuntos que realizar. Fernando se
encontraba solo en otra celda, Andrea estaba muy disgustad ante dicha situación
y pidió con todo su corazón y de rodillas a Martine que le ayudase, esta se dio
cuenta del aprecio que Andrea sentía por Fernando, pero algo capto su atención
tras haberle dicho a Andrea que haría lo posible por ayudarle un acto de rabia
en la cara de Álvaro, estaba celoso.
Había
aumentado la vigilancia hacia esa zona
pero había un momento del día en el que todos los vigilantes se reunían durante cuarto de hora.
Andrea:
Cuarto de hora eso es lo que tenemos para escapar solo eso para poder salvarnos
a nosotros y al mayor numero de personas que se encuentran en este lugar.
Álvaro:
No podemos hacer nada por Fernando, nos haría ir más lentos y conseguiría que
nos pillasen de nuevo.
Esta fue
la conversación que tuvieron pero a Andrea no le importaban las palabras de
Álvaro pues sabía que Martine le ayudaría.
No
podían volver a realizar las mismas acciones que en su primer intento de huida,
pues no escaparían.
Asique
decidieron ir lentamente pero a la vez ágiles y salir por una ventana que se
encontraba en la esquina de una de las celdas por las que entraban
perfectamente. Al otro lado se encontraba una furgoneta con la que podrían
escapar, se la había con seguido
Martine, además ella metería en la furgoneta a Fernando.
Llegó su
gran día tal vez este sería su último intentó de escapar, por ello debían
actuar sigilosamente, la hora llegó pero hubo un problema ningún guardia se
movió de su posición eso solo podía significar una cosa, había un topo entre
ellos.
Pasamos todo el día en la celda ideando un nuevo plan y nos sorprendimos al encontrar un objeto extraño en la celda; era una especie de cuchillo-navaja que creíamos que nos podía ser útil para poder hacer un agujero en las grandes paredes de aquella horripilante celda y poder escapar por ahí.
Álvaro: Es imposible que podamos hacer un agujero en la pared con esa simple herramienta, no sirve para atravesar la gran dureza de la pared.
En ese momento acerqué el cuchillo a la pared y empecé a rascar la pared hasta que conseguí hacer un gran agujero lo suficientemente grande para poder pasar nuestros cuerpos y pensamos que Mario, Julián y los guardias no se darían cuenta ya que no se movían de sus puestos. Por si acaso, decidimos tapar el agujero con una gran piedra que había en la celda.
Andrea: No habéis pensado en un detalle, no podemos dejar a Fernando solo, hay que buscar una forma de ayudarle.
Esa noche no dormimos muy bien, estábamos muy nerviosos porque no sabíamos si este plan de huida iba a funcionar. Al día siguiente, después de que nos sirvieran el desayuno cuidadosamente quitamos la gran piedra y fuimos saliendo uno a uno por el agujero. En el fondo de ese gran agujero se veía una luz y ninguno sabíamos que nos esperaba al otro lado de ese profundo abismo.
A la mañana siguiente todos sabíamos que debíamos actuar con rapidez. Era el momento, después de que nos trajeran el desayuno, cuando debíamos escapar y así lo hicimos. Aquella señora que anteriormente nos trajo la comida hoy nos sirvió un tazón de leche humeante con miel que a todos nos supo delicioso. Debíamos tener todas las fuerzas posibles para poder salir y también poder huir en caso de que nos pillaran. Según se acercaba la hora me estaba poniendo más nerviosa y las paredes de aquella habitación se hacían más pequeñas y me oprimían. Aquella señora de la comida vio aquella piedra recubriendo la salida y la movió. En cuanto vio el agujero que daba al exterior se llevó las manos a la cabeza. Pensé que ya estábamos perdidos, que nos quedaríamos aquí para siempre si es que no nos mataban antes. La señora se dio la vuelta.
Yo me quedé pasmada en aquel sitio sin poder moverme escuchando cómo forcejeaba con el guardia. Quería entrar a ayudarlo pero Fernando tiró de mi brazo obligándome a correr.
Estábamos encerrados en la sala de una nave en medio de un polígono desierto así que cuando salimos a la calle no teníamos demasiada escapatoria pero había que intentarlo. Corrimos por aquellas calles a toda prisa e incluso Fernando estaba dando todo lo que podía. Aquel polígono estaba rodeado de pinares así que cruzamos la carretera y nos dirigimos a él ya que era el único sitio donde les sería más difícil encontrarnos. Allí estuvimos corriendo un tiempo hasta estar seguros pero nunca llegamos a pararnos del todo excepto en un pequeño riachuelo que usamos para beber agua y reponer nuestras fuerzas ya que estábamos agotados tras tal caminata. Seguimos andando pero no encontrábamos ni una sola carretera y ya habíamos profundizado mucho en el bosque. Estaba anocheciendo y decidimos quedarnos allí mismo ya que no podíamos andar ni un solo paso más. Recogimos unas ramas y las prendimos fuego con un mechero.
Sería el cansancio que incrementó mis sentimientos pero en cuanto nos sentamos todos, rompí en lágrimas. Todos sabían por qué era y entonces Andrea se sentó junto a mí y me puso el brazo sobre los hombros con un gesto de consuelo.
CAPÍTULO 15: Nuevo plan. (Paula
Nieto Sánchez)
Nos pareció muy extraño el comportamiento de
aquellos guardias, pensábamos que si no se movían de su puesto es porque algo
raro pasaba, nos hizo sospechar que se
habían enterado de alguna manera del
plan que teníamos para escapar. Por ello decidimos aplazar la huida para el día
siguiente.Pasamos todo el día en la celda ideando un nuevo plan y nos sorprendimos al encontrar un objeto extraño en la celda; era una especie de cuchillo-navaja que creíamos que nos podía ser útil para poder hacer un agujero en las grandes paredes de aquella horripilante celda y poder escapar por ahí.
Álvaro: Es imposible que podamos hacer un agujero en la pared con esa simple herramienta, no sirve para atravesar la gran dureza de la pared.
En ese momento acerqué el cuchillo a la pared y empecé a rascar la pared hasta que conseguí hacer un gran agujero lo suficientemente grande para poder pasar nuestros cuerpos y pensamos que Mario, Julián y los guardias no se darían cuenta ya que no se movían de sus puestos. Por si acaso, decidimos tapar el agujero con una gran piedra que había en la celda.
Andrea: No habéis pensado en un detalle, no podemos dejar a Fernando solo, hay que buscar una forma de ayudarle.
En ese momento pasó por allí el médico y le pedimos
que hiciera todo lo posible para que Fernando se recuperara rápidamente.
Después de media hora vimos aparecer otra vez al
médico, pero ahora no iba solo le acompañaba Fernando. Todos nos sorprendimos y
nos alegramos mucho al verle. Le dimos las gracias al médico, marchándose este
rápidamente para que los guardias no sospecharan nada.Esa noche no dormimos muy bien, estábamos muy nerviosos porque no sabíamos si este plan de huida iba a funcionar. Al día siguiente, después de que nos sirvieran el desayuno cuidadosamente quitamos la gran piedra y fuimos saliendo uno a uno por el agujero. En el fondo de ese gran agujero se veía una luz y ninguno sabíamos que nos esperaba al otro lado de ese profundo abismo.
Capítulo
16: Sudor y lágrimas (Roberto Salamanca)
Todos sabíamos que no teníamos otra
oportunidad más que esa. Era salir por aquel agujero en la pared o decir adiós.
Después nos matarían ya que anunciaron que dentro de poco solo seríamos una
carga para ellos ya que no les producíamos ningún beneficio. Fernando seguía un
poco débil tras la recuperación así que se nos hacía más costosa la salida pero
ya no había marcha atrás. La noche anterior Álvaro estuvo hablando conmigo. Él
no lo dijo pero sé que estaba asustado, como todos, yo incluida. Yo estaba muy
asustada, la que más seguramente. Intentaba ocultarlo pero Álvaro lo notaba.
Esa noche, mientras todos dormían, estuvimos hablando de todo lo que se nos
podía ocurrir excepto de todo lo que estábamos pasando. Hacíamos bromas que
normalmente no me habrían hecho ninguna gracia pero ahora me resultaban cuanto
menos graciosas. Estábamos cansados pero no teníamos sueño. Aún así decidimos
irnos a dormir y así a la mañana siguiente estar con las fuerzas cargadas pero
antes Álvaro me llamó la atención.
Espera- dijo entre susurros.
Entonces se acercó a mí y me dio un
abrazo, tan delicado, propio de cualquier momento trágico como por el que estábamos
pasando. Tanto él como yo lo necesitábamos y no dudé en agarrarlo por el cuello
tan fuerte que temía dejarlo sin respiración. Siempre he estado agradecida por
ese gesto.A la mañana siguiente todos sabíamos que debíamos actuar con rapidez. Era el momento, después de que nos trajeran el desayuno, cuando debíamos escapar y así lo hicimos. Aquella señora que anteriormente nos trajo la comida hoy nos sirvió un tazón de leche humeante con miel que a todos nos supo delicioso. Debíamos tener todas las fuerzas posibles para poder salir y también poder huir en caso de que nos pillaran. Según se acercaba la hora me estaba poniendo más nerviosa y las paredes de aquella habitación se hacían más pequeñas y me oprimían. Aquella señora de la comida vio aquella piedra recubriendo la salida y la movió. En cuanto vio el agujero que daba al exterior se llevó las manos a la cabeza. Pensé que ya estábamos perdidos, que nos quedaríamos aquí para siempre si es que no nos mataban antes. La señora se dio la vuelta.
-Daos prisa. Quieren volveros a
trasladar a otro sitio en dos horas así que vendrán a buscaros.
A continuación salió corriendo de la
sala y nos dejó solos. Sin dudarlo un momento nos levantamos. Uno por uno
fuimos saliendo. Álvaro estaba ayudando a Fernando a salir y cuando ya
estábamos todos menos Álvaro fuera entró uno de los guardias en el cuarto.
Álvaro podría haber salido pero hizo algo que nunca se nos olvidará. Se dio la
vuelta y corrió hacia el hombre tirándolo al suelo mientras nos gritaba
¡Corred! ¡Corred!Yo me quedé pasmada en aquel sitio sin poder moverme escuchando cómo forcejeaba con el guardia. Quería entrar a ayudarlo pero Fernando tiró de mi brazo obligándome a correr.
Estábamos encerrados en la sala de una nave en medio de un polígono desierto así que cuando salimos a la calle no teníamos demasiada escapatoria pero había que intentarlo. Corrimos por aquellas calles a toda prisa e incluso Fernando estaba dando todo lo que podía. Aquel polígono estaba rodeado de pinares así que cruzamos la carretera y nos dirigimos a él ya que era el único sitio donde les sería más difícil encontrarnos. Allí estuvimos corriendo un tiempo hasta estar seguros pero nunca llegamos a pararnos del todo excepto en un pequeño riachuelo que usamos para beber agua y reponer nuestras fuerzas ya que estábamos agotados tras tal caminata. Seguimos andando pero no encontrábamos ni una sola carretera y ya habíamos profundizado mucho en el bosque. Estaba anocheciendo y decidimos quedarnos allí mismo ya que no podíamos andar ni un solo paso más. Recogimos unas ramas y las prendimos fuego con un mechero.
Sería el cansancio que incrementó mis sentimientos pero en cuanto nos sentamos todos, rompí en lágrimas. Todos sabían por qué era y entonces Andrea se sentó junto a mí y me puso el brazo sobre los hombros con un gesto de consuelo.
- Esta muerto por nuestra culpa.- dije entre sollozos
- Si no lo hubiera hecho nos habrían matado a todos.
- Habríamos intentado escapar con él y aunque nos resultara más difícil lo conseguiríamos.
- No sabemos si está muerto- dijo Fernando- cuando volvamos a casa pediremos ayuda y nos reencontraremos con él.
- Tiene razón- dijo Andrea- no dejaremos nadie atrás.
No hace falta tener
súper poderes para ser un superhéroe.
Finalmente el sueño me
ganó la batalla y me uní a mis compañeros pero no durante mucho ya que tuve una
pesadilla y me desperté de golpe. Entonces decidí una cosa un poco precipitada.
No sabía si saldría bien, ni siquiera sabía cómo iba a hacerlo pero seguro era
que iba a intentarlo.
Mientras mis compañeros
dormían yo emprendí el camino de vuelta hacia la fábrica donde nos tenían
retenidos. El camino se hizo más duro haciéndolo yo sola. Cuando lo hice
acompañada me sentía mejor aunque no habláramos en toda la travesía. Tenía los
sentimientos a flor de piel y me rondaban los mismos pensamientos todo el rato en
lacabeza. ¿Y si cuando llegara habían matado a Álvaro? ¿Y si se habían ido ya
de allí? Pero lo que menos me importaba era que me capturasen.
No pude hacer todo el
trayecto en un día, no como la anterior vez. Estaba muy débil y me situé
durante la noche en aquel lago donde ya había parado anteriormente.
Capítulo
18: El viaje (Adela Prieto)
Capítulo
17: La huida y la vuelta. (Laura Martín Lleras)
Cuando desperté estaba en un nave
cerrada y casi completamente a oscuras, a los pocos minutos abrieron la puerta
y vi como un chico herido entraba, al estar un poco aturdida no me di cuenta de
que aquel chico era Álvaro, el pobre de heridas y magulladuras por todo su
cuerpo. Cuando despertó y me vio me pregunto que qué hacía allí y que donde
estaban los demás entonces yo le explique que me había ido mientras Fernando y
Andrea dormían y que como me canse de caminar me quede dormida al lado de un
riachuelo y que cuando he despertado estaba aquí. Él me conto que llevaban
torturándole todo el día.
A las dos horas de estar allí hablando
con Álvaro una señora entró a la nave y nos ofreció agua y comida, también nos
dijo que deberíamos escapar ya que había oído como un guardia hablaba por
teléfono y decía que nos iban a matar porque ya estaban hartos de nosotros
porque encima de aguantarnos no se estaban sacando ningún beneficio, también
nos dijo que nos iba a ayudar, que tenía un plan para que pudiéramos huir,
después se fue para que ningún guardia sospechara ya que ya llevaba un rato
dentro.
Al poco tiempo se hizo de noche y la
nave quedo completamente oscura, ni Álvaro ni yo teníamos sueño, pero tampoco
nos apetecía mucho hablar asique optamos por descansar y pensar en nuestras
cosas, pero yo no podía parar de pensar en cómo estarían Fernando y Andrea y en
si habrían logrado llegar a algún sitio y pedir ayuda o si también a ellos les
habían encontrado y estarían en otra nave como en la que nos encontrábamos
Álvaro y yo.
De repente Álvaro me despertó y me
dijo:
Álvaro: Escucha, ¿no oyes susurros que
provienen de esa ventana?
Yo afirme con la cabeza, y cuando nos
asomamos allí estaban, Fernando y Andrea:
Fernando: Chicos, saltad por esa
ventana
Álvaro: No podemos, tiene nos barrotes
y no tenemos nada con lo que podamos rasgarlos, será mejor que os vayáis y
busquéis ayuda para que podamos salir de aquí por fin.
Estos accedieron a irse en busca de
ayuda, por otra parte Álvaro y yo en cierto modo estábamos tranquilos ya que
aquella señora tan maja que nos trajo algo para comer dijo que nos ayudaría a
escapar y que evitaría que nos matasen.
A la mañana siguiente la señora nos
trajo el desayuno y también una navaja con la que nos dijo que cortáramos los
barrotes de la ventana para que pudiéramos saltar y huir, pero dijo que no lo
hiciéramos todavía, que por ahora guardáramos la navaja y que ya nos avisaría
ella, porque al rasgar los barrotes haríamos ruido y los guardias se enterarían
pero nos comento que había una hora en la que ningún guardia vigilaba ya que se
iban a tomar un café y a comer algo, a esa hora daría dos golpes en la puerta
para que nosotros nos enterásemos y pudiéramos escapar.
Y sí hizo, sobre las tres de la tarde
se oyeron dos golpes en la puerta, era la señal.
Cuando los barrotes ya estaban
cortados conseguimos salir por aquella ventana la cual nos llevo hasta el
bosque, estuvimos corriendo hasta que llegamos a una carretera, pero enseguida
descubrimos que estaba abandonada y que por allí no pasaba ningún coche, pero
como ya anochecía decidimos descansar bajo un árbol.
A la mañana siguiente, al despertarnos
oímos voces, pensamos que serian de algún guardia asique nos escondimos tras un
árbol, pero para nuestra sorpresa aquellas voces eran las de Fernando y Andrea.
Los cuatro conseguimos llegar hasta un
carretera, pero de repente alguien nos tapo con un saco y nos dejo
inconscientes, cuando desperté estaba metida en una especie de cajas desde las
cuales oímos como un guardia agradecía alguien su colaboración por a verle
ayudado a encontrarnos.
Capítulo
18: El viaje (Adela Prieto)
Tenía
frio, me sentía sucia y tenía miedo, no paraba de preguntarme qué harían con
nosotros seis ya que éramos los más alborotadores, por lo que oí Carmen y Lara
se encontraban en la misma caja y los demás estábamos separados, en esos
momentos estaba nerviosísima no sabía a dónde nos llevarían ni porque estábamos
en esos cajones. Después de una hora de silencio como las cajas estaban juntas
comenzaron a hablar:
Andrea:
No pueden llevarnos mucho más lejos de Francia, en algún momento les tendrán
que pillar.
Fernando:
Eso no se sabe esta gente tiene muchos contactos.
Álvaro:
Creo que esto no puede ir a peor.
Mientras
ellos conversaban yo pensaba en que nos harían y como esta gente se había
montado este jaleo con los niños sin que los pillara nunca la policía. Después
de dos horas de camino oímos que nos bajaban nos metieron en una especie de
piso y estábamos todos en la misma habitación, en la otra habitación había dos
hermanos que se marchaban, seguramente sus padres ya abrían pagado lo que
nuestros padres nunca llegarían a pagar. Tras in rato de silencio comenzamos ha
hablar:
Yo:
Estamos en España de nuevo chicos.
Andrea:
¿Cómo lo sabes?
Yo:
Dudo que tuvieran tantos contactos como para llevarnos mas lejos
Carmen:
Pues a mí me han traído de Ibiza…
Después
de discutir un largo rato, efectivamente estábamos en España los secuestradores
había venido para llevarse a Fernando con su familia , pues ya habían pagado y
estaban hartos de él.
Fernando:
Chicos tranquilos no me iré.
A
Álvaro en ese momento pareció que se le llenaba la cara de alegría y cuando nos
quisimos dar cuenta, estaban abriendo la puerta y estaba entrando una chica
guapísima que los secuestradores tenían en la otra habitación.
Laura:
Hola, me llamo Laura. ¿Vosotros?
A
Álvaro mientras hablaba ella se le caía la baba, en ese momento comencé a
ponerme celosa y Andrea encima pareció congeniar muy bien con la nueva,en ese
momento Fernando habló:
Fernando:
Yo me llamo Fernando
Álvaro:
Ho-Hola yo soy Ál-Álvaro
Eso
ya me sento a cuerno, tartamudeaba al hablar y yo me estaba poniendo de los
nervios y en ese momento salté:
Yo:
Yo me llamo Lucia, pero cállate ya, que no es el momento de hacer amigos.
Andrea
pareció notar mi enfado y se le solto
una risita que me cabreo un monton, en ese momento entraron dos de los guardias
y dijeron:
Los
guardias: Carmen, tus padres ya han pagado el rescate hemos quedado dentro de
una hora en un lugar cercano aquí,
despídete de tus amiguitos y venga.
Carmen
comenzó a llorar, yo no sabía si por pena de dejarnos atrás o por alegría de
que se volviera a reunir con su familia, se puso su chaqueta y se despidió de
nosotros, nos pidió perdón por no quedarse pero que ella tenía unas ganas
enormes de ver a su familia y ya no aguantaba estar más allí. A la que más
abrazó fue a Lara y nos dijo que fuera como fuera alguna vez Intentáramos
contactar con ella cuando saliésemos de
allí. Laura también se despidió que esa voz tan dulce que me irritaba mas y en
ese momento Fernando pareció darse cuenta de que yo estaba celosa, lo que
pareció molestarle porque ya no me hablo en todo el día.
A la
mañana siguiente Laura encontró detrás de un mueble una ventana por la que
cabria un cuerpo como el de Lara y como estábamos en un primer piso solo
tendría que intentar caer bien y no se haría nada, a todos les pareció genial
la idea y en ese momento a todos se nos ilumino la cara de alegría, yo
ya no podría aguantar más a la nueva.
Capitulo 19: El edificio abandonado.
(María Lorenzo)
Cuando
fuimos a quitar el mueble que tapaba la ventana justo aparecieron para darnos
el desayuno. Por poco no nos vieron mover el mueble ya que al entrar nos fuimos
rápidamente cada uno para un lado de la habitación disimulando. Decidimos que después del desayuno, en los 15
minutos que los guardias estaban de descanso, moveríamos el mueble para
intentar escapar por la ventana. Mientras desayunábamos Álvaro y Laura se
pusieron juntos y empezaron a hablar, y yo al verlos tan juntos cada vez me
ponía más nerviosa.
Por
fin pudimos mover el mueble entre todos ya que pesaba mucho. Mientras Álvaro y
Fernando se quedaron para vigilar que no entrase nadie, los demás fuimos
pasando por la ventana difícilmente ya que era un poco pequeña. Primero bajé yo
para ayudar a los demás a bajar. Ya, cuando estábamos todos fuera, intentamos
situarnos pero no sabíamos donde estábamos. Hacía demasiado calor, nos
encontrábamos en medio de un bosque, desde fuera el edificio en el que nos
encontrábamos era un edificio abandonado, pintado con grafitis por todos los
lados. No habíamos contado con que alrededor del edificio había unas vallas,
intentamos saltarlas pero no pudimos. Empezamos a andar sigilosamente al lado
de la valla, y al final encontramos un hueco por el que podríamos pasar. Cuando
por fin íbamos pasar, aparecieron los guardias, vinieron corriendo y se
abalanzaron hacia nosotros, no nos alcanzaron ya que empezamos a correr. Cada
uno nos fuimos para un lado, Laura, Fernando y Andrea se fueron para un lado y
Álvaro, Lara y yo nos fuimos para otro.
Cuando
ya no veíamos a los guardias perseguirnos nos paramos a descansar porque no
podíamos más. Lara estaba tan agotada que se durmió. Había un silencio muy
incómodo y decidí preguntarle a Álvaro lo que le quería preguntar desde hace un
tiempo
Yo:
‘¿Oye… a ti… te gusta… Laura?’- por fin se lo solté, a saber que me contesta
ahora, creo que habría sido mejor no preguntárselo- pensé.
Álvaro:
‘No, ¿por?’
Yo:
‘ Por nada, pero como que desde que llegó estabais tan juntos pues por eso.’
Álvaro:
‘Estás celosa ¿eh?’
Yo:
‘No seas tan bobo, ¡yo no estoy celosa y menos de Laura!’
Al
dar ese grito, Lara se despertó entonces decidimos no hablar más del tema.
Empezamos a andar un rato hasta que nos encontramos con los otros tres. Pero
detrás suyo, escondidos, estaban los guardias vigilándonos. Andrea con señas
nos intentaba decir que huyéramos porque si no nos iban a coger a los seis,
pero no la entendía nada y los guardias salieron y nos atraparon. Empecé a dar
patadas y a uno de ellos le mordí en el brazo y me soltó, los demás estaban
intentando escapar, solo lo consiguieron Laura y Fernando. Los tres salimos
corriendo hacia el bosque mientras los guardias metían a los oros tres en el
camión para llevarles de vuelta al edificio.
Al
anochecer decidimos quedarnos entre unos árboles que nos podían tapar para
disimular. En el camino no nos dirigimos la palabra ni Laura ni yo. Fernando y
yo pensamos en un plan para conseguir llegar hasta el edificio sin que nos
pillasen para conseguir salvar a los otros tres. Estábamos tan cansados que
dejamos el plan a la mitad y entramos en un sueño profundo.
Capitulo 20:
Ayudas inesperadas. (Diego Palencia)
Cuando nos despertamos por la mañana intentamos
planificar un plan, pero yo lo único que pensaba era salir de aquí y no volver
a ver nunca más a la perfecta y odiosa Laura. Yo me encontraba cansada y estresada
por todo lo que había pasado durante estos días. Pero al final conseguimos
idear un plan:
Yo: Me niego totalmente a abandonar a Andrea, Lara y Álvaro
(Aunque con Álvaro siguiera enfadada por como trataba a la nueva)
Fernando: Tienes razón, no podemos abandonarlos. Pero….
Yo: ¿Pero qué?
Fernando: Y si nos vuelven a capturar.
Yo: Intentaremos volver a escapar
Fernando: Tu misma acabas de decir intentaremos. ¿Y si no
conseguimos escapar?
Yo: Nunca hay que rendirse
Fernando: Lo siento, Lucía yo ya no aguanta más. Yo voy a
huir
Laura: Yo me voy con Álvaro que quiero huir de esta
pesadilla
Yo: ¡Muy bien, hacer lo que queráis yo me voy a por mis
amigos!
Fernando: ¡Espera Lucia!
Mientras Fernando gritaba que esperara y me fuera con
ellos, yo me fui enfadada a un pequeño lago que había cerca. Estuve un rato en
el lago, hasta reponer fuerzas, después fui al edificio abandonado pensando en
cómo salvarlos. Esperé hasta el anochecer. Y tiré piedras a la ventana de la
celda.
Andrea: (Llorando) Lucía vete, que te van a secuestrar
Yo: Andrea tu eres mi mejor amiga, ¡Y sin ti no me voy!
Andrea: Vete Lucía
Yo: ¡No me pienso ir!
Andrea: Lucía ¿Qué vas a hacer?
Lucía: Abrir la ventana, que os ayudo a bajar
Cuando terminaron de bajar los guardias se dieron cuenta
y fueron corriendo a dar la alarma.
Álvaro: Vamos ¡CORRER!
Estuvimos horas corriendo hasta llegar aún pantano.
Yo: Les hemos despistado
Andrea: Sí. ¿Pero por qué volviste a por nosotros?
Yo: Por que sois mis amigos, aun amigo nunca se le deja
tirado.
Álvaro: Y Fernando y Laura ¿Donde están?
Yo: Prefirieron huir antes de venir a rescataros
Lara: Tengo miedo
Andrea: ¿Por qué?
Lara: Esos arbustos se mueven
Yo: Es verdad, ¿No serán los guardias?
De repente salieron Juan Carlos y el jefe de entre los
árboles.
Juan Carlos: ¿Adonde creías que ibais chiquillos?
Nos pusimos histéricos y empezamos a correr todo lo que
podíamos hasta qué nos volvieron a alcanzar
El jefe: Si queréis que libera a vuestro amiguito más os
vale que paréis de huir.
Yo: Está intentando liarnos sigamos corriendo.
De la nada de repente salió Fernando, con la cara y
brazos sangrando
Yo: ¡Que le habéis hecho bestias!
Laura: Pues mi trabajo
Andrea: ¿Qué dices Laura?
Laura: Yo era una secuestradora infiltrada, mi trabajo
era ir con vosotros hasta el momento preciso de capturaros, y si hacía falta
mataros.
Álvaro: ¡Imposible! Con lo guapa que eres no serias capaz
En ese momento me cabree tanto con Álvaro que le solté
una torta.
Álvaro: ¿Qué haces?
Yo: Te parece normal llamar guapa a la secuestradora que
nos quería matar
Álvaro en ese momento me dejo de hablar. Nos volvieron a
capturar pera esta vez nos llevaron a unas cuevas con celdas subterráneas. Solo
nos vigilaban Juan Carlos y Laura. Al final parecía que la odiosa Laura quería
acabar con nosotros.
Estuvimos allí varios días en los que solo nos dieron
agua, y cuando decíamos algo, rápidamente nos pegaban. Al que más torturaban
era Álvaro pues no hacía más que burlarse de ellos. Hasta que un día, bajo el
jefe a hablar con nosotros:
Jefe: Ya me habéis hartado os vamos a matar ahora mismo.
Empezaremos por esa chica tan testaruda.
Rápidamente me di cuenta que era yo. Nos llevaron fuera y nos ataron a los árboles.
Jefe: Juan Carlos mata a la chica
Pero antes de que Juan Carlos me disparara se oyó un
disparo y vimos el cuerpo de Juan Carlos caer al suelo sin vida.
Jefe: ¿Quién ha sido?
De repente vimos acercarse a dos personas.
Yo: ¡Mauro! ¡Estás vivo!
Se escuchó otro disparo y Laura cayó muerta. Y por último
le pagaron un disparo al jefe que murió al instante. Mauro nos desató y nos
pregunto qué tal estábamos:
Yo: Gracias Mauro. Estamos bien.
Andrea: ¿Quién es ese?
Borja: Hola yo soy Borja. Soy el que rescató a Mauro
Mauro: Cuando os enseñaron esos cuerpos sin vida que se suponían que eran el de Álvaro y el
mío, Yo no era ese pero, me habían disparado. Como creían que estaba muerto, me
abandonaron en una llanura desierta y allí Borja me rescató y me ayudó a
rescataros.
Mientras Mauro seguía contando lo que le había pasado,
Fernando me llamó para hablar conmigo:
Fernando: Lo siento, yo no tendría que haberme ido.
Empecé a gritarle
diciéndole que no era de buen amigo dejar a sus amigos tirados, hasta que se me
acerco a mí y me besó. No pude disfrutar mucho del beso por qué de repente sonó
el móvil que poseía el jefe. Fui yo y cogí el teléfono:
Yo: ¿Con quién estoy hablando?
Desconocido: Os creéis muy listos, por conseguir escapar
y matar a mis hombres. ¡PUES QUIERO QUE SEPAIS QUE ESTA ES LA ULTIMA VEZ QUE LO
HAREÍS! ¡Por que yo soy el Jefe de esta agencia de secuestros y a mí nadie me
gana!
Colgó el teléfono y todos nos quedamos sorprendidos y con
medio por que esto no había acabado.
Capítulo 21: La
huida por la montaña. (Mónica Tomé)
A
pesar de la misteriosa llamada por teléfono, nosotros estábamos bien, habían
muerto los secuestradores y estábamos juntos.
Mauro
y Borja nos acompañaron a una pequeña cabaña que tenían en el bosque, que
habían utilizado como guarida mientras vigilaban a la banda de secuestradores.
Todos
estamos muy cansados, y hambrientos. Mauro nos preparó unos huevos y unos vasos
de leche, y nos pusimos a cenar.
Fernando:
Gracias por el rescate, pensaba que ya no saldríamos de allí.
Mauro:
No te preocupes, ya estás a salvo. Yo se lo debía, ellos intentaron matarme.
Yo:
¿Qué planes tenéis para mañana?
Andrea:
Si, eso, yo estoy deseando ver a mi familia.
Álvaro:
Yo creo que nos tendríamos que levantar pronto y acercarnos al pueblo más
cercano. ¿Sabéis donde está?
Yo:
Estoy de acuerdo, creo que hay que salir de aquí enseguida, no me fio de la
llamada de teléfono, creo que pueden aparecer en cualquier momento.
Fernando
me agarró por los hombros para darme cariño, y yo me sentí muy protegida.
Estaba muy bien.
Mauro:
No está muy lejos, a unos 20 km, pero el camino es muy malo, es una ruta entre
montañas porque por si no lo sabéis estamos en los Pirineos, cerca de la
estación de Candanchú.
Álvaro:
Yo he estado por allí varias veces, esquiando con mis padres y conozco
Canfranc, es un pueblo que está muy cerca.
Mauro:
Fenomenal. ¡Todos a dormir y a descansar! Mañana será un gran día.
Nos
fuimos todos tumbando como pudimos, y aunque el suelo estaba muy duro nos
quedamos dormidos enseguida.
Empecé
a escuchar voces y me di cuenta que todos se habían levantado menos yo.
Álvaro:
¡Vamos arriba dormilona!
Me
puse en pie de un salto, que vergüenza. Me bebí un vaso de leche rápidamente y
me preparé para salir. Faltaba Borja que se había ido a vigilar los
alrededores. De repente le vimos corres entre los árboles.
Mauro:
Borja, ¿qué te pasa?
Borja:
Me he acercado hasta las cuevas, y he oído ruido de coches, ¡Tenemos que salir
de aquí rápidamente!
Mauro:
De acuerdo, en marcha.
Todos
salimos corriendo de la cabaña, no queríamos ni mirar hacia atrás. Tomamos un
camino muy estrecho y no hablamos nada. Intentábamos no hacer nada de ruido. Si
de verdad había alguien buscándonos, no le queríamos dar ninguna pista.
El
bosque desaparecía y nosotros comenzamos a subir, al principio no parecía muy
cansado, pero al cabo de 2 horas estábamos destrozados, yo no podía dar un
paso y les pedí que descansáramos 5
minutos. Al principio nadie paro, pero Andrea también lo necesitaba.
Andrea:
Lucía tiene razón, debemos descansar.
Álvaro:
Vale de acuerdo pero sólo 5 minutos, no nos podemos arriesgar.
Como
estábamos subiendo por una montaña, podíamos ver el bosque, y los caminos que
salían de él.
Fernando:
Creo que uno de nosotros debe quedarse vigilando, creo que nos estarán buscando
y enseguida encontrarán la cabaña.
Borja:
Vale, lo haré yo, vosotros descansad. Si veo algo silbo.
Nos
sentamos todos detrás de unos arbustos y comenzamos a beber agua, seguíamos en
silencio, por miedo. Estábamos a punto de levantarnos cuando de repente
escuchamos los silbidos, ¡eran la señal de alarma!
Mauro
nos dijo que nos agacháramos y que no nos moviéramos. Él se acercó serpenteando
entre los arbustos hasta Borja, cuchichearon unas palabras y volvió hasta
nosotros.
Mauro:
Tengo malas noticias, se ven dos todoterrenos a la salida del bosque, han
salido cuatro hombres y están buscando huellas, me temo que son de la banda de
secuestradores. Ellos no nos pueden ver pero en cuanto empiecen a subir nos
verán.
Yo:
No hay tiempo que perder, debemos llegar a Canfranc lo antes posible.
Andrea:
De acuerdo pongámonos en marcha.
Todos
comenzamos a caminar muy deprisa y sin meter ruido. Anduvimos 2 horas más y
tuvimos que pararnos, esta vez vigiló
Fernando pero no vio a nadie. Después de 30 minutos nos levantamos y seguimos
andando, estábamos más o menos a la mitad, pero se nos estaba haciendo muy
largo.
Llegamos
arriba y pudimos ver el pueblo abajo, nos pusimos muy contentos, pensamos que
por fin todo se iba a terminar. Comenzamos a bajar, muy deprisa hasta que de
repente escuché: Ahhhhh..
Lara:
¡Me he hecho daño! ¡Ayudadme!
Álvaro,
su hermano, fue corriendo a ver que le
había pasado. Lara estaba en el suelo, y se quejaba mucho del tobillo.
Álvaro:
Lara, ¿qué ha pasado?
Lara:
Al bajar, he metido el pie en un agujero y creo que se me ha retorcido.
Álvaro:
Yo te llevaré.
La
cogió en brazos y comenzó a bajar, todos nos dimos cuenta de que ahora iríamos
más despacio, pero ni importaba, éramos un equipo y todos nos ayudábamos.
Estábamos
cerca del pueblo, y comenzamos a escuchar el ruido de un motor. No sabíamos que
hacer, pero todos nos tiramos al suelo y nos escondimos como pudimos entre unas
piedra y unos arbustos.
Yo
estaba temblando, menos mal que Fernando continuaba a mi lado, siempre estaba
allí, y él me susurró unas palabras.
Fernando:
No temas, yo te protegeré.
Le
mire, le sonreí y no pude evitar darle un beso en la mejilla. Álvaro no nos
había visto porque estaba pendiente de su hermana, pero Lara sí.
El
ruido se acercaba… Vimos aparecer dos quads, esas motos de cuatro ruedas que
llegan a cualquier sitio. ¿Serían ellos? ¿Serían del pueblo? o ¿Serían los
secuestradores?
Capítulo
22: El regreso (Alejandro Tasis Cano)
Los
quads pasaron por un calle del pueblo despacio y mirándonos hasta que se
pararon y nos dijeron que si nos ayudaban, Fernando asintió pero yo la mas
cercana a ellos les dije que no, pero me agarraron fuerte del brazo diciendo a
la vez que si que nos íbamos con ello. Borja a la reacción de uno de los
conductores tiró de mi cogió a Lara y nos fuimos pitando de allí.
Los
despistamos.
Fernando:
que torpe he estado no tenía que haberme confiado.
Yo:
no pasa nada pero tenemos que ir con más cuidado.
Mauro:
tienes razón, seguidme me conozco el pueblo y se quien nos puede ayudar.
Le
perseguimos hasta llegar a una librería.
La
librera: quieren algo?
Mauro:
Paula soy yo, necesitamos ayuda.
Paula:
hombre hijo mío cuanto has crecido que tal está tu madre?
De
repente vimos enrojecer a Mauro.
Mauro:
muy bien gracias.
Fernando:
no estamos aquí para hablar mi hermana necesita ayuda.
Paula:
veo que necesita unas muletas las traeré.
Borja:
y si tiene coche… nos haría falta.
Paula:
vale traeré las muletas y las llaves
Se
fue por un pasillito sonriendo. Cuando volvió nos dio todo y le dijo a Mauro
que le cuidase las llaves.
Andrea:
chicos tenemos que ponernos en marcha en seguida.
Fernando:
tienes razón.
Nos
dispusimos a andar hasta en coche que resultó ser un poco pequeño para todos
pero nos sirvió
Durante
el camino de regreso vimos que nos seguían desde muy cerca unos coches negros.
¿Serán
los secuestradores?
Capítulo 23: Quemando ideas en el asfalto (Jorge Santiago
Rodríguez)
La cara de todos era agobiante con una expresión rara que
no se había visto antes. Andrea estaba pensando en que si se perdía y no volvía
a ver a sus padres, estaba pensando en Fernando y Álvaro y todos sus amigos que
había conocido durante el viaje si nos los volvería a ver, ¿qué pasaría con
Mauro y con Borja?, les debíamos las gracias por ayudarnos a escapar, pero era
solo porque el coche era pequeño estaban todos apretujados.
Los coches negros que nos seguían detrás estaban cada vez
más cerca. Mauro intentaba esquivarle por caminos desviados y que servían para
atajar hacia la vuelta a casa.
Álvaro: ¿Por qué no pagarán mis padres y familiares el
rescate?
Fernando: Tus padres y los nuestros.
Andrea: ¿Estás bien Lara? ¿Te sigue doliendo el tobillo?
Álvaro: Lo más injusto es que mi hermana también lo esté
sufriendo.
Borja: Queda poco de gasolina, tendremos que parar.
Mauro: Habrá que llegar hasta donde se pueda, no nos
pueden volver a alcanzar los secuestradores.
El tiempo cada vez pasaba más deprisa y ya llevábamos
tres horas viajando, habíamos parado para hacer nuestras necesidades, reposar,
almorzar y para cambiarle el vendaje a Lara, el tobillo cada vez lo tenía más
hinchado. Ya habían pasado por varios pueblos incluso ciudades grandes como
Barcelona, Lérida y estábamos a 50 km de Zaragoza capital.
Los vehículos negros nos seguían cada vez más próximos y
nos dábamos cuenta de que su color no era negro, sino azul marino oscuro.
Andrea: ¿Por qué tendrán tanto interés en nosotros? Nos
llevan persiguiendo desde los Pirineos.
Fernando: Son unos mafiosos, harían cualquier cosa por
dinero y más cuando se trata de una suma tan grande como la de los rescates de
nosotros juntos.
Mauro: En cuanto lleguemos a Zaragoza tendremos que parar
a repostar gasolina.
Lara: Buena idea.
Álvaro: Podíamos aprovechar a ir a la Basílica…
Fernando: ¡No me digas que estás pensando en ir a rezar
en estos momentos!
Lara: A rezar no sé, pero podíamos aprovechar a estirar
un poco las piernas y a lo mejor encontramos allí dentro alguien en quien poder
confiar y se lo contamos todo.
Fernando: ¡Si claro en un confesionario!
Andrea: Pues a mí no me parece tan absurdo
Borja: Eh, eh centraros, parece que ya se os ha olvidado
todo lo que habéis pasado, no estamos en condiciones de bajar la guardia, no es
momento ni de visitar a monumentos ni de confesiones.
Álvaro: Yo sólo quería relajar un poco la tensión que
llevamos acumulada, y la idea surgió sola.
Borja: Pues paremos cuando veamos la siguiente estación
de servicio y aprovechar todos a salir del coche. Pero el tiempo justo no
siendo que nos vuelvan a dar alcance.
Justo en ese momento Lara dijo, “Nos acaban de adelantar
las furgonetas de color oscuro “
Mauro: Está sonando una sirena ¿será un coche de policía?
Álvaro: No pelele es la ambulancia que tenemos detrás.
Al llegar a la gasolinera estaba parada la furgoneta
negra, a todos nos dio un poco de miedo pero no tuvimos otra opción, el depósito
estaba vacío.
Bajamos todos a la vez y mientras la chica de la
gasolinera llenaba de combustible el depósito entraron dentro de la tienda que
había en la estación de servicio.
Álvaro: ¿Qué harán estos aquí?
Fernando: Estamos perdidos.
Borja: Nos os parece que es como un vehículo oficial.¿ Y
si es la Policía de camuflaje?
Andrea: Y si son los secuestradores haciéndose pasar por
el Servicio de Información de la Policía.
Lara: Acaba de aparcar una ambulancia al lado de la
furgoneta.
Borja: Está claro, es la policía y nos ha traído un
refuerzo para Lara, para que pueda ir hasta casa más cómoda sin que le duela el
tobillo.
Andrea: ¿Y si son los secuestradores y han llamado a
aquel médico que nos ayudó en una ocasión a intentar salir?
La empleada de la gasolinera entra dirigiéndose a su
compañera y le dice “Se acaban de bajar unos hombres de negro, creo que nos han
pillado la doble actividad que llevamos”.
Capítulo 24: Final, se acabó todo… (Jorge Sanz San José)
Los hombres de negro, pistola en mano, amenazaron con
matarnos y todos decidimos no hacer nada y los hombres de negro se
llevaron a Fernando, Álvaro y Andrea. Pero en el momento en el que se iban a ir
sonaron dos disparos y en ese momento cayeron desplomados al suelo los dos
secuestradores. Estuvimos mirando para ver si encontrábamos a la persona o
personas que nos habían salvado de
morir, pero al girarnos aparecieron las dos chicas de la gasolinera
apuntándonos con un revólver y con una escopeta, en ese momento todos supimos
que la chicas, además de ser encargadas de una gasolinera eran traficantes de
armas.
Una de ellas dijo:
no mováis ni un pelo u os volare la cabeza a todos.
Una chica: nuestra intención no era mataros, pero os habéis
enterado de nuestra segunda actividad.
La otra chica: antes de morir quiero que sepáis que los
últimos nombres que os aprenderéis son los nuestros Lupita y Marciela.
En el momento en el que iban a apretar el gatillo se escuchó:
Menos humos vosotras dos que os tenemos en el punto de
mira.
Ellas se giraron y no vieron nada estaban extrañadas y
volvieron a escuchar:
Pobrecitas que nos ven y de repente de la nada salió un
policía y dijo: las manos arriba están arrestadas.
Lupita: somos dos contra uno y usted solo tiene una
pistolilla de pacotilla.
Policía: eso es lo que vosotros creéis. Entonces el
policía señalo al tejado de la gasolinera en el que había una persona
apuntándolas y después señalo a varias zonas en las que había varios policías.
Policía: si vosotros decís vuestro nombre yo también le digo, mi nombre es Pablo Martin
Urueta y soy una gran policía que quiere arrestaros por homicidio y tráfico de
armas.
El las arresto y nosotros preguntamos que quien les había
llamado y el señalo a un arbusto y de repente del salió…
¡Martine!
Todos fuimos corriendo a darla un abrazo y yo la pregunte
como había conseguido vernos.
Martine: os conseguí ver ya que os seguía con el coche
nadie se dio cuenta pero yo os seguía con un coche rojo detrás de los
secuestrados, estabais tan concentrados en ellos que no me visteis a mí.
Nos montamos en diferentes coches patrulla yo con Pablo
en el primero, pero ocurrió lo peor, un coche se cruzó y chocamos.
Yo me desperté un
5 de julio en un hospital, no recordaba nada, me encontraba bastante mal ya que
según lo que me contaron los médicos estuve un mes en coma y estuve en la uvi
rozando la muerte. Me contaron que Pablo había muerto en el acto y que las
personas del otro coche eran los secuestradores a los que no les sucedió nada.
Gracias a aquella ambulancia que estaba en la gasolinera, que salió poco después
de ocurrir aquel suceso de los disparos, conseguí salvar mi vida. Me contaron
también que todas las demás personas de los otros coches patrulla llegaron sin
un rasguño a sus respectivas casas, en ese momento pensé en Álvaro, en Lara, en
Fernando y en Andrea. Yo conseguí salir del hospital en una silla de ruedas con
una pierna rota. Todo había salido bien yo estaba muy alegre y otra vez en mi
ciudad natal, VALLADOLID.
Hola Esther me gustaría decir que el final me decepciono un poco ya que me esperaba que al menos se contara la opinion de su prima o algo
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