30 abril 2012

Los premiados

Estamos de enhorabuena en nuestras clases. Como ya os he comentado tenemos a dos ganadores de los concursos a los que nos hemos presentado:
  • 4º Premio Concurso de Coca-Cola: Jimena Veros Esteban (2ºC)
  • 1º Premio Concurso Jeromín: Pablo Villanueva Cuñado (1ºC)


Y unos días después seguimos con las felicitaciones a nuestros alumnos porque otros dos han resultado finalistas, y por ello premiados, del concurso Jeromín.
  • Carolina Préjano Gómez (1ºC)
  • Ramón Izquierdo Cachaperín (1ºB)

¡Enhorabuena a los cuatro!


Aquí os dejo los relatos para que os deleitéis vosotros también...




4º Premio Coca Cola

LA PINCELADA DEL DESTINO
Hola, soy Elisa. Tengo trece años. Vivo en una gran parcela a las afueras de Salamanca. Nos mudamos hace poco, exactamente cuando tuve mi peor experiencia.
Era el día 3 de Abril del año 2009. Paseaba por la calle con dos amigas Eva y Estela. Ellas eran gemelas y muy guapas, rubias con los ojos verdes como un campo en primavera. Las dos discutían por el mismo chico, Alberto. La verdad es que si que era bastante guapo pero no era de mi tipo. Entre insultos y palabras malsonantes llegamos al cruce de la calle Ávila y la avenida Segovia. Pusimos un pie en la carretera sin saber el color del semáforo, que en este caso era rojo. De repente Eva me agarró muy fuerte del brazo derecho, incluso me hizo daño. Yo no sabía muy bien lo que pasaba, pero, en cuestión de segundos, estaba en medio de la carretera tirada en el suelo. A partir de ahí, ya no recuerdo nada. Me desperté en un hospital, tumbada sobre una cama de frías y blancas sábanas. Giré la cabeza. A mi lado se encontraba mi madre, llorando desconsoladamente. Cuando vio que había abierto los ojos, se levantó sobresaltada y empezó a darme besos y abrazos sin parar.
-       Hija, ¿estás bien?, ¿cómo te encuentras?- me dijo nerviosamente.
-       Bien, mamá, bien  -contesté- no me duele nada. Solo un poco la cara de un beso muy fuerte tuyo, pero nada más.

Mi madre rompió a llorar, esta vez más fuerte. Yo intuía que en mi contestación había algo importante, pero no sabía el qué.
-       Mamá ¿qué pasa?- salté alarmada-
-       Elisa, ayer por la tarde…, cuando quedaste con tus amigas… -decía entrecortada-
-       ¿Si?- dije en tono burlón-
-       … tuviste un accidente y no puedes sentir nada del cuello para abajo.- me dijo con un hilo de voz.

No podía creérmelo. Rompí a llorar. Mi madre se levantó y me abrazó. Ese abrazo fue eterno. Cuando acabó, mamá sacó del bolsillo un pañuelo de tela beige. Con él me secó las lágrimas que caían por mi mejilla. Pasadas unas horas llegó mi padre. Me cogió entre sus brazos y me llevó hasta casa, allí me esperaba una silla de ruedas, negra, con la que pasaría el resto de mi vida.
En mi casa no cabía por los marcos de las puertas y  dificultaban mi desplazamiento. Esa fue la razón por la que me mudé a mi nueva casa. Esta es más grande y puedo moverme sin obstáculos. Desde aquel día no he vuelto a saber nada de mis dos amigas.

Hoy estamos a 29 de Enero del año 2012. Ya estoy acostumbrada a andar sobre ruedas, mi vida se ha normalizado aunque me tienen que llevar a todos los lados. En casa estoy aburrida. Tengo que hacer alguna actividad que de verdad me haga sentirme útil, aunque no puedo hacer gran cosa debido a mi invalidez. Me gustaba pintar desde muy pequeña. ¡ Podría aprender a pintar con mi boca!.
He visto en la tele y en Internet a personas que lo hacen. Parece fácil.
-       Mamá, por favor, ¿me dejas apuntarme a clases de pintura con la boca?
-       No sé hija, eso es muy difícil.
-       Ya mamá pero lo quiero intentar. Quiero tener ilusiones y que haya algo en m vida por lo que poder luchar.

Estas palabras conmocionaron a mi madre.
-       Está bien, si es lo que deseas hacer te apuntaré.
-       Gracias mamá, te quiero.
-       Y yo, Elisa, y yo.

Paso las mañanas en clase y por la tarde tengo dos horas de pintura. Hasta hace unas semanas no sabía utilizar el pincel y me ha costado bastante aprender. Pero, ¡ ya he pintado mi primer cuadro!. Es un perro asomado a una ventana. Mi madre lo ha enmarcado y colgado en el salón. Yo creo que me ha quedado bastante profesional, pero bueno, me queda mucho por conocer. Mi profesora me ha dicho que en unas semanas habrá una exposición de nuestros cuadros. En ella estará una jurado que elegirá los mejores y los expondrá junto a los suyos. Me esforzaré al máximo para que mi cuadro sea el favorito.

Cuando llegó el gran día nos acompañó nuestra profesora. La jurado iba dando puntos a los cuadros mientras los valoraba. El mío era el último y los demás concursantes tenían una puntuación muy alta. Me estaba empezando a poner muy nerviosa, pero mi profesora me tranquilizó.
-       Cuídate, la pintora puede dar contigo, dispone de una lupa increíble.
No entendí mucho la frase
-       ¿Qué lupa?- pregunté
-       Sus ojos, Elisa, son la mayor lupa que pueda existir,. Sabrá apreciar tu arte.

Esa frase me llenó de esperanza y esperé mi turno. Cuando lo vio puso una cara extraña, como pensativa. ¿Le gustaría mi cuadro? ¿Pensará que está bien?. De pronto me dijo:
-       Me encanta. Es original, colorido, creativo, es… especial.

Los ojos me lucían como estrellas.
-       Sin duda este es el elegido.

Mi profesora me dio un fuerte abrazo.
-       ¡ Enhorabuena Elisa! Has demostrado tus habilidades como pintora y has obtenido un resultado óptimo. Te lo mereces.

Lloré de emoción.

A partir de ahí, decidí dedicarme a la pintura.
     -     Pronto -dije- seré yo la que juzgue cuadros.


                                       Jimena Veros Esteban

1º Premio Jeromín


MANOLITO, EL ESQUELETO

Esta es la historia de un esqueleto, pero no de uno cualquiera, esta es la historia de Manolito, un esqueleto bueno que quería ser amigo de los niños.

Manolito trabajaba en un castillo encantado, junto a los fantasmas y las brujas malvadas.

Su trabajo consistía en asustar a la gente que visitaba esos grandes y terroríficos castillos encantados. Yeso era precisamente lo que no le gustaba a Manolito: asustar a la gente.

Un buen día se dijo: “Estoy harto, me largo”;  y dicho y hecho recogió todas sus cosas que no eran muchas (algunos huesos de repuesto, una bufanda para la garganta y una camisa blanca para ocasiones especiales)  y se fue en busca de aventuras.

No todo iba a ser tan fácil para nuestro amigo, porque hacía muchos, muchos años que no abandonaba el castillo. Pero a Manolito no le preocupaba, porque él era un esqueleto muy valiente. Y si alguien lo duda que se lo pregunte al fantasma susurrante que era su compañero de sustos en el primer sótano del castillo.

Nuestro amigo iba caminando tranquilamente por el camino cuando de repente escucho: _Guau, guau.

_ ¡Oh, no!

Un enorme perro se acercaba a toda velocidad, ladrando. No podemos olvidar que al fin y al cabo Manolito es un saco de huesos.

_¡ A correr! Dijo bastante asustado nuestro amigo.

Y antes de que “el perrito” pudiera hincarle el diente salió disparado, tan rápido, que casi pierde las piernas.

_ ¡Uff, menudo susto! casi me come, tendré que tener más cuidado la próxima vez.

Así que decidió viajar en autobús.

Cogió el primer autobús que se dirigía a la ciudad, como era de noche los pasajeros iban dormidos y no se dieron cuenta de su aspecto, salvo el conductor que frotándose los ojos se dijo: “Tengo que dejar el turno de noche, cada día viaja gente más rara”.

Manolito se sentó junto a una mujer que estaba profundamente dormida. Al cabo de un rato se oyó un ruido y el autobús se movió bruscamente. Era un bache, pero tan grande que la señora del asiento de al lado se despertó. Miró a Manolito….  Y se puso a gritar:

_ ¡Ahhhh, un esqueleto!

_ ¡Ahhhh, una mujer! Gritó asustado Manolito.

Con los gritos el conductor paró el autobús y Manolito aprovechó para salir corriendo del autobús.

_Bueno, esto no va a ser tan fácil como yo pensaba, dijo nuestro amigo.

Cuando levantó la vista, delante de él un enorme letrero le daba la bienvenida a Tormes City.

_ ¡Bien! Llegué a la ciudad. Dijo entusiasmado el esqueleto.

Cansado, se puso a caminar durante horas, sin rumbo fijo, pensando que no ahora no tenía trabajo ni un lugar donde vivir. Y comenzó a recordar a sus amigos del castillo embrujado…. De repente se dio cuenta que era de día.

A lo lejos escuchó un enorme griterío mezclado con risas y se acercó, aquel sonido le gustaba mucho. Un montón de niños jugaban en un patio. Manolito esperó pacientemente escondido detrás de un árbol a que todos los niños entraran en aquel edificio. Al acercarse más, leyó en la puerta: COLEGIO.

Su suerte empezaba a cambiar puesto que en la puerta del colegio había un cartel donde ponía: “Se busca ayudante de laboratorio y que le gusten los niños”.

_Perfecto, esto me viene como anillo al dedo. Yo entiendo algo de pócimas y me encantan los niños. Se dijo Manolito.

Así que ni corto ni perezoso entró en el colegio.

Lo mejor de todo fue la cara del director cuando vio entrar por la puerta a un esqueleto que venia a solicitar el puesto de trabajo.

A Manolito no le costó convencerle de que él era el candidato idóneo para el puesto. Y lo mejor de todo fue que le contrataron.

A partir de aquel momento nuestro amigo fue el esqueleto más feliz del mundo, ya que tenía un trabajo junto a los niños, un lugar donde vivir (el laboratorio del colegio) y nunca más tendría que asustar a nadie.

Escribió una carta a sus amigos del castillo, contándoles lo estupendo que era su trabajo de ayudante de laboratorio y lo feliz que estaba en el colegio jugando con los niños en vez de asustarles.

Cuando leyeron la carta, a sus amigos los esqueletos del castillo embrujado,  les dio tanta envidia que  decidieron seguir su ejemplo.

Por ese motivo todos los colegios tienen un esqueleto ayudante de laboratorio y los castillos solamente tienen brujas malvadas y fantasmas.


Pablo Villanueva Cuñado



UN FIN DE SEMANA DE PERROS

Cuando Nuria se fijó en mí en la tienda de animales, dijo que yo sería su mascota ideal. La verdad es que yo ni la miré, solo dejé que las manos de la dependienta me sacaran de una jaula para meterme en otra.

Ella vivía en una casa bastante grande. Tenía dos pisos y un pequeño jardín. Nuria decidió llamarme  “Puchi”, pero sus padres opinaron que era un nombre ridículo y mi nombre acabó siendo “Thor”.

Ahora, Nuria se dedica a bañarme y a ponerme lacitos, cosa que irrita a su padre porque dice que soy un pero, no una perrita. La chica no me entiende; cuando dice que va a practicar como peluquera conmigo, me escondo bajo la cama, y cuando consigue sacarme me retuerzo en sus brazos; pero ella sólo repite que no tenga miedo, que no va a hacerme daño.

Otra cosa que me molesta son las comidas. Me dan unas latas de comida que según la madre de Nuria son carísimas. Seguro que les salía más rentable compartir un poco de su jugoso filete.

Lo peor es el jardín. Casi no puedo salir a él porque dicen que destrozo las flores y molesto a los vecinos con mis ladridos. Yo no ladro para molestar, sólo les saludo.

Cuando dejan a alguien a mi cuidado, como ocurrirá esta fin de semana porque se van de vacaciones y dicen que no me porto tan bien como para que puedan llevarme con ellos, únicamente tengo que hacerme el cariñoso para que me dejen hacer lo que quiera. Así que estoy deseando que llegue el viernes para que la familia abandone la casa y dejen a alguien a mi cargo.

Un par de horas antes de que se fueran de casa ha aparecido un hombre. Venía a cuidarme. Su cara me resultaba desconocida, pero siempre suelen dejar conmigo a alguien de la familia, así que deduje que debía de tratarse de algún primo que no conocía. Los padres de Nuria estuvieron explicándole lo que tenía que hacer. Después se despidieron y se fueron. Aquel hombre, cuyo nombre era Juan, no me miró. Se limito a poner la tele y sentarse en el sofá. Yo arañaba la puerta, como solía hacer, para que me dejara salir al jardín, pero me ignoró completamente y permaneció en el sofá hasta la cena. Para el sacó una fiambrera de macarrones con carne y en mi pocillo echó lo que la madre de Nuria llama “pienso de emergencia”. Es la comida que me toca cuando por alguna razón no quedan latas. Me quedé mirando con cara de asco aquella seca comida con forma de huesitos. Juan lo notó y me dijo: “Es lo que hay, amigo…” Me acerqué al armario donde suelen estar mi comida y comencé a hacer gestos para que Juan se diera cuenta de que allí había algo: el paté en lata que suelo comer. Él continuó haciendo que mejor sabía: ignorarme. Ese iba a ser un fin de semana de perros.

Por la mañana cuando abrió la puerta de la casa para tomar un poco el aire, yo aproveché para colarme entre sus piernas y salir al jardín Juan empezó a llamarme y luego echó a correr detrás de mí mientras me gritaba. Yo no pensaba entrar en casa, además sabía que iba a tener que comer el pienso de ayer, hoy rancio. Al final se rindió y volvió a su sofá. Pasé en el jardín todo el día, corriendo y revolcándome en la hierba.

Era ya de noche, y estuve esperando en la puerta a que Juan me abriera, pero no lo hizo, empecé a arañar la puerta, luego a ladrar, y finalmente acabé aullando. Sólo cuando una vecina me mandó callar, Juan abrió la puerta, me dejó pasar y, como riéndose de mí, me llevó a la cocina y me puso delante el pienso rancio diciéndome: “Anda, come, esa es tu cena... si hubieras estado aquí antes podría haberte dado un cacho de la mía, pero has llegado tarde y ya no queda nada...una pena...” Juan me había dado una lección, la próxima vez debería estar más atento.

Era domingo, eso quería decir que Nuria y sus padres volverían por la tarde. Si quería devolvérsela tendría que darme prisa. Me levanté antes que él y estuve pensando. Se me ocurrió esconderle la cartera, cogerle el cepillo de dientes, vaciar la cocina, ensuciar la casa... Pero se daría cuenta de que lo había hecho yo y si se enteraban los padres de Nuria no me aguardaba nada bueno... Tenía que ser algo que inculpara a Juan. Se me ocurrió desaparecer.

En él jardín había una pequeña caseta donde guardaban las herramientas, llevaba cerrada mucho tiempo, creo que perdieron la llave..., pero en ella había un agujero del tamaño justo para que yo pudiera entrar. Ese era un buen lugar para esconderme, y lo usé bien. Desde la caseta podía ver a Juan revolviendo toda la casa y escuchar como gritaba mi nombre, salió al jardín desesperado y a la calle, preguntando si alguien me había visto. Era la hora de comer y todavía no había parado de buscarme, pero, hacia las cinco de la tarde, debí de tirar algo y hacer ruido, porque Juan se dirigía con paso firme hacia la caseta. Empujó la puerta y consiguió abrirla. Me persiguió por el jardín diciendo todo tipo de barbaridades hasta que me atrapó, y en ese momento apareció Nuria. Juan me soltó de mala gana y yo corrí hacia ella. Sus padres dieron las gracias a Juan por cuidarme, sin saber nada de lo ocurrido. Cuando entraron en casa vieron el desastre que Juan había organizado en su afán por buscarme. Creo que después de esto no volveré a verle.

A partir de ahora he decidido que me comportaré mejor para poder ir de vacaciones con Nuria, no vaya a ser que tenga que aguantar a  “otro Juan”.

Esa noche cené el paté habitual, pero me lo comí con ganas, pues tenía hambre porque el pienso rancio aun seguía allí y no había probado nada.

Carolina Préjano Gómez





¿REALMENTE UN SUEÑO?

Todo relato que se precie, tiene un comienzo, un nudo y un desenlace . Pero no siempre se dan estas tres circunstancias.

  ¡Bing, ring, ring…! Son las 07:15h de un jueves, de una semana cualquiera, de un mes cualquiera. Estiro los brazos, intento sacar las piernas, de entre las sábanas, pero cada mañana, el desperezamiento se hace interminable. Por fin consigo incorporarme y sentarme en la cama, acudo al baño procediendo con el ritual. El primer pis de la mañana, el lavado de cara con los ojos aun medio cerrados, y por fin intento vestirme: tiro del pijama como si fuera un lagarto arrancándose la piel. Primero la pierna derecha, después la izquierda…,

Me pongo en pie y me abrocho el pantalón, y… ¿Qué es lo que ocurre? , pues que he debido crecer un montón durante la noche, porque estos pantalones parecen bermudas, y el jersey, ¡ el jersey ha debido de encoger!.


¡Mamá!, ¡mamá!, grito desesperadamente, pero ¿por qué no me contesta?, si aún no se ha ido a trabajar.

 Corro de un lado a otro de la casa y no la encuentro, entro en una habitación, pero mi hermano no está. Sin embargo hay dos preciosas niñitas durmiendo placidamente.

Un sudor frío empieza a invadir todo mi cuerpo, las piernas apenas me sujetan y no paran de temblar. Una extraña sensación empieza a invadirme.

Acudo de nuevo al baño, me miro al espejo y ¿Qué es lo que veo?, una persona que no soy yo, bueno si soy yo, pero no soy yo, tengo barba, soy mucho mas alto y más “guapo”… , no paro de mirarme una y otra vez, de frente, de perfil, de espaldas, aún no sé si me he despertado, o sigo durmiendo.

 --- ¡Papá, papá! Tienes que vestirnos o llegaremos tarde al Cole.

 ¿Al Cole? , ¿Papá?, pero… ¿Qué esta pasando?, y ¿mamá?, supongo que también tiene que haber una mamá.

Abro la puerta de otra habitación, pero… No hay una mamá, entonces las pregunto a las niñas dónde está mamá.

 --- ¡Papá! No sé que te pasa hoy, ¿es que no sabes que mamá se ha ido al trabajo, y tú estas de vacaciones?

 Las visto, las aseo, intento “peinarlas”, (no sabía que poner un lazo fuera tan difícil), y el desayuno, ufff..., qué desastre, si se me ha olvidado calentar la leche,  y se han quemado las tostadas. ¡Claro! Cuando yo me levanto, lo tengo todo puesto en la mesa, incluso el almuerzo preparado. ¡Ay Dios! El almuerzo, si no lo he preparado.

Las niñas, no paran de jugar, tardan mucho en desayunar han derramado la leche y se han puesto a pelear. ¡No aguanto más!, llegaré tarde.

Salimos a toda prisa, ni siquiera se exactamente dónde tengo que ir, pero una de ellas me dice:

--- ¡Papá! ,  el coche está en el garaje…… es el negro.

 --- ¿Y qué vas a hacer de comida?

 --- ¡Ah , Papá!, acuérdate que tienes que ir a cómprame el libro de lectura, y ayudarme con el trabajo de ciencias, después a mi hermana, la prometiste ayudarle con las mates.

 --- Y a mi , me  tienes que llevar a un cumple esta tarde, así que no se te olvide comprar el regalo.

 Conseguí llevarlas al colegio, ¡qué respiro!, y ahora ¿por dónde empiezo?, Empezaré por arreglar las habitaciones. ¿Por qué es tan difícil hacer una cama?. Si hubiese hecho caso a mamá , cuando me decía que hiciese la cama antes de marcharme, seguro que no me costaría tanto.

Después de limpiar, recoger las habitaciones, ¡RECOGER LAS HABITACIONES!, ¡Cuantas veces me lo  dijo!, siempre lo mismo, una y otra vez, ahora entiendo el trabajo que la habría ahorrado, si sólo hubiese recogido una habitación.

 Bueno, después de unas horas de trabajo intensivo en la casa, voy a por el más difícil todavía…. ¡la comida!. Respiro hondo abro la puerta de la nevera, mirando de un lado a otro, buscando una idea  o algo por dónde empezar, (como si el frigorífico me fuese a dar la solución). Por fin , tras un montón de cacharros sucios, salpicaduras por toda la cocina, y dos intentos la comida está lista.

Miro el reloj, y el tiempo se me ha echado encima, es la hora de ir a recoger a mis hijas al colegio … ¿hijas?, ha dicho hijas, ¿pero, que me está pasando?, ¿Acaso me he metido de lleno en este papel?.

Después de una intensísima jornada, de quehaceres cotidianos, llega la noche. Estoy reventado, casi no he tenido tiempo de nada, y ¡menos mal que estoy de vacaciones!, por que si no , no sé como hubiese podido organizar el tiempo para rendir en mi trabajo, a la vez que atender la casa, las hijas, las actividades, los deberes, los … , los … , los …



El sueño y el cansancio se adueñaron de mí, y quedé profundamente dormido y abrazado por los cojines del sofá.

 En ese momento que quedé sumido en un profundo sueño… un sueño que para nada se parecía al que yo estaba acostumbrado.

No paraba de dar vueltas, de un lado hacia otro, trataba de incorporarme, pero no podía, intentaba abrir los ojos, y era como si de mis pestañas colgasen un par de ladrillos.

Sin pensar me encontré subiendo las escaleras de un lugar precioso, e inmenso:

Me quite el abrigo, y en su lugar una bata blanca colgaba sobre mis hombros. Una habitación… bueno más que una habitación, parecía un laboratorio, todo lleno de tubos de ensayo, probetas y demás enseres. ¡Eso es, un laboratorio!, ¡Estoy en mi trabajo!

Es casi como lo había deseado, digo casi por de “niño”, siempre me atrajo la biología marina, me imaginé tripulando uno de esos barcos, “al estilo Jacques Cousteau”, en busca de tiburones, (aunque no estaba muy desencaminado).

 Alguien entra en la habitación:

 --- ¡Vamos!, deja lo que estas haciendo, y prepara la maleta, en dos días, partimos hacia las aguas cálidas del Caribe.

 ¡Genial!, esto es un sueño de un sueño, es la ilusión de mi vida, es…, es…, no sé lo que es pero me gusta más que el anterior. Sin embargo, ¿Qué voy a hacer con mis hijas?, ahora empieza otra vez la pesadilla, tendré que avisar a sus abuelos, para que se las lleven al colegio, e intentar cuadrar horarios con su madre, para que en ningún momento estén desatendidas.

De nuevo empiezan los sudores, y el tembleque en las piernas.

 ---Pero… ¿por qué será tan difícil trabajar y tener una familia?

Intento no pensar como voy a resolver este contratiempo pues la ilusión de partir en un barco para estudiar las costumbres de uno de los mamíferos más poderosos del océano, es más fuerte que cualquier inconveniente cotidiano. Además, como decían mis padres, “de todo se sale”.

 Corro hacia mi casa, (mi nueva casa), para dar la feliz noticia.Todos están sentados mirándome perplejos, la cara de felicidad, que aún no se había borrado de mi rostro. Felicidad bien recibida, y acompañada por abrazos, besos y saltos de alegría.

 --- (Ahora entiendo, cuando me decían, “las alegrías de uno son las de todos).
Saco las maletas de debajo de la cama, y empiezo a “tirar”, la ropa del armario: esto si, esto no, tendré que llevar algo de abrigo, ¡no!, esto no hará falta… Ante tanto nerviosismo, me senté en la cama, intentando relajarme un poco y poder poner en orden mis pensamientos, poco a poco me fui deslizando hasta quedar postrado, puse las manos bajo la nuca y mirando al techo, con una sonrisa que abarcaba toda mi cara, volví a dormirme.

 ¡Ring, ring, ring!, son las 07:15h, de un viernes, de una semana cualquiera, de un mes cualquiera estiro los brazos, intento sacar las piernas del revoltijo de sabanas… y me siento de un solo salto en la cama, con los ojos más abiertos que nunca, corro al baño, el primer … , ¡ no! Lo primero es mirarme al espejo. ¡Si!, ¡Si!, soy yo, bueno, yo ya era yo, pero soy el de siempre, no tengo barba, y no soy tan alto, ni tan … bueno un poco si.
---¡Vamos! , deja de mirarte al espejo y desayuna, que llegaras tarde.

 Esta es mi madre, que como siempre, antes de irse al trabajo, deja todo listo, el desayuno , las comidas hechas, las habitaciones recogidas… pero , esta vez no

 --- ¡Mamá, papá! Voy a levantarme diez minutos antes, y recogeré mi habitación y haré la cama antes de irme, porqué sabes ya he aprendido a hacerlo, eso , y muchas cosas más, que no podrías imaginar.

 A todos los padres y madres , que sois capaces de atender vuestros trabajos, vuestros hijos, y todos los quehaceres diarios, y además tener tiempo para querernos, siempre con una sonrisa.


 
Ramón Izquierdo Cachaperín

3 comentarios:

  1. Enhorabuena chic@s a ver si ganamos más gente en otros concursos

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  2. Enhoabuena chaval sigue asi que llegaras muy alto un beso del pardillo

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  3. Muchas felicidades el relato mola mucho

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